El Mensajero
Nº 98
Marzo 2011
Diccionario de términos bíblicos y teológicos

fe / fidelidad — Aunque en las lenguas occidentales modernas estos dos conceptos han tomado caminos divergentes y se expresan con diferentes palabras, en el hebreo bíblico y el griego del Nuevo Testamento son imposibles de distinguir.  Tiene fe, por definición, quien es fiel.  Y es fiel, por definición, quien cree.  Ambas cosas son una.

La palabra latina de que deriva nuestro término castellano «fe», es fides.  Palabra de la cual es obvio que deriva también nuestro término «fidelidad».  En el griego bíblico el término es pistis.  Un término que siempre que se encuentra con él un traductor del Nuevo Testamento, deberá decidir por el contexto —pero más habitualmente por sus propios prejuicios teológicos— si traducir como «fe» o como «fidelidad».

Este servidor, por ejemplo, suele traducir siempre que sea posible, con el concepto de «fidelidad», por cuanto me parece que se tiende demasiado a entender «la fe» como un proceso mental por el que nos obligamos a creer cosas increíbles, cuando sospecho que los apóstoles, lo que pretendían, es que viviésemos vidas de santidad y fidelidad delante de Dios, por virtud de nuestra comunión con Cristo.

Un buen ejemplo de cómo las presuposiciones teológicas del traductor afectan la traducción, estaría en Gálatas 2,16.  Aquí algunas traducciones ponen claramente que la justificación viene «por la fe [entiéndase “por creer”] en Jesucristo».  Otras traducciones ponen con igual claridad que es «por la fe de Jesucristo».  Pero si por «fe» entendemos «creencias», es difícil entender qué es lo que ha querido decir el apóstol.  ¿Cómo nos justificarían a nosotros las creencias de Jesucristo?  Es por eso mismo que algunos traductores se han sacado de la manga que la fe sea en —que no de— Jesucristo.  Sin embargo, en griego pone claramente «por la fe/fidelidad de Jesucristo».  Como la palabra griega pistis admite con absoluta naturalidad ser traducida como fidelidad, está claro que Pablo está escribiendo acerca de «la fidelidad de Jesucristo».  Podría ser su fidelidad humana para con Dios, mediante la obediencia hasta la cruz.  O tal vez su fidelidad divina para con nosotros, la humanidad caída, al actuar como nuestro Salvador.

Las palabras hebreas empleadas en el Antiguo Testamento también son interesantes y tal vez inclinan un poco más el fiel de la báscula —si es posible— hacia la idea de fidelidad, más que creencias.  Lo interesante de los términos hebreos más o menos sinónimos, emuná y émet, es que derivan del mismo verbo que una de las escasísimas palabras hebreas que han pasado directamente a la lengua castellana: amén.  La exclamación ¡Amén! significa algo así como: «Así es», «Es verdad», «Es cierto»; o proyectando hacia el futuro: «Así sea», «Así será», «Esto sin lugar a dudas sucederá o se cumplirá».

Cuando este concepto se expresa como sustantivo, suele tener el sentido de «certeza», «verdad incontestable», «firmeza inconmovible», «lealtad»… y «fidelidad».  Puede abarcar el sentido de «fe» o «creencia», en el sentido de que para afirmar «Esta es una verdad como una catedral», hay que estar creyéndoselo.  La exclamación ¡Amén! es en ese caso una expresión de fe, una expresión de creer.  Sin embargo como la idea primaria —en hebreo— es siempre la de certeza, verdad, firmeza y lealtad, traducir los términos hebreos emuná y émet como «fe» o «creencia», nos brinda generalmente un resultado muy pobre.  Daría la impresión de que se está hablando de ideas o convicciones que se tienen en la cabeza, cuando el término hebreo exigía que pensáramos en una lealtad personal que se conserva cueste lo que cueste, en una firmeza de intención y propósito que se manifiesta en conductas concretas.  En una palabra, «fidelidad».

Volviendo a la exclamación ¡Amén!, entonces.  Con ella no siempre se indica la expresión de lo que se cree: «¡Estoy convencido de que esto es verdad!».  Puede indicar en muchos versículos de la Biblia la firmeza de intención:  «¡Juro que esto es lo que haré!», «¡Cumpliré lo que he prometido!»  En el evangelio de Juan, Jesús suele decir, repitiendo: «Amén, amén os digo…»  (O como lo pone alguna traducción: «De cierto, de cierto os digo…»)  Esta no es una creencia; es la firmeza de voluntad que se expresa como veracidad, certeza, lealtad para no mentir… o fidelidad.  En Isaías 25,1 pone: «Desde hace mucho tus consejos [de Dios] emuná omén —son de fiar, son ciertos».

No es necesario negar la necesidad de tener fe —en el sentido de aceptar la veracidad de lo que afirmamos acerca de Dios y de su Hijo Jesucristo— para enfatizar, a la vez, que como tan magistralmente lo expresó Santiago, «La fe sin obras está muerta en sí misma».  No hay fe que no se exprese como fidelidad y lealtad, mediante conductas expresas que se desprenden de esa relación de lealtad.  Así como es imposible seguir siendo leal o fiel con alguien en quien uno ya ha dejado de creer.

—D.B.

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