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  Nº 134
Junio 2014
 
  Diccionario de términos bíblicos y teológicos

pobreza — 1. Falta de medios económicos, carencia de bienes necesarios; la pobreza es también una condición de marginación social. 2. Paradójicamente, la pobreza puede entenderse como señal de honestidad y escrúpulo moral.

1. Generalmente en la Biblia igual que también en la sociedad humana, la pobreza se entiende como una desgracia. Es una condición indeseable, que nadie quiere ni para sí ni para sus hijos. Quien era pobre era vulnerable a las inclemencias del tiempo, por falta de cobijo; vulnerable al hambre, por falta de tierras suficientemente productivas ni medios para comprar alimentos; vulnerable a la explotación y los abusos de los más poderosos en la sociedad.

Aunque en la trata de esclavos podía caer cualquier viajante o cualquier noble o rico con enemigos dispuestos a secuestrarlo y venderlo, la esclavitud era peligro permanente para quien nacía pobre. Porque ante la disyuntiva de morir de hambre aunque libre o vivir aunque esclavo, las ganas de vivir tienden a pesar más que el amor a la libertad. La esclavitud es, naturalmente, el colmo de pobreza, la pobreza absoluta: hasta el propio cuerpo es propiedad ajena.

Una aspiración que halla expresión en la Biblia es la de que cada cual pueda sentarse a la sombra de su parra y su higuera, dando a entender así la suficiencia de recursos para que haya cierta garantía de supervivencia familiar. Tener una parra y una higuera, amén de algunas parcelas de cereal y algunas ovejas y una yunta de bueyes para arar, no era ser rico sino haber esquivado la pobreza. Era no tener que acostarse escuchando el llanto de los hijos con hambre.

En una sociedad donde ni siquiera los ricos tenían garantizada una vida larga, por lo rudimentaria que era la medicina de la época y por la regularidad con que se sucedían las guerras, las dificultades añadidas de la pobreza hacían previsible una vida muy corta. He leído en alguna parte que en el Imperio Romano (tiempos del Nuevo Testamento), la esperanza de vida de un esclavo era unos 21 años.

Por todas estas tristes realidades, en el mundo bíblico se tendía a ver la pobreza como maldición de Dios. En el libro de Job sus amigos —pero también Job mismo— entienden que la miseria a que ha quedado reducido Job indica como mínimo que Dios lo ha abandonado pero también, tal vez, que Dios tuviera parte activa y enemiga en su condición de desamparo y necesidad. Job recuerda con nostalgia el honor y el reconocimiento social que tenía antes, cuando era rico. Pero ahora todos hablan mal de él.

Una de las ideas más populares sobre la condición humana —ahora igual que entonces— es que la vida es justa. Quien es pobre, «por algo será». La pobreza era señal bastante evidente de alguna deficiencia moral o de carácter.

Tanto así, que hasta Dios ha desamparado al pobre. «Por algo será».

2. Y sin embargo tenemos también en la Biblia la idea contraria. La idea de que la vida no es para nada justa. A pesar del interés y de las leyes justas de un Dios benigno y misericordioso, los ricos y poderosos en su desobediencia y pecado cometen toda suerte de atropellos, violencia, injusticia y maldad. Su riqueza es evidencia no de superioridad moral, sino de falta de escrúpulo para explotar al prójimo. Es evidencia de rapacidad y violencia social, de avaricia y falta de generosidad.

Planteadas así las cosas, la pobreza indicaba superioridad moral. Uno era pobre, porque había sabido compartir lo poco que tenía. Era pobre, porque no había tomado las armas como bandido para hacerse con bienes ajenos —como hacían regularmente los nobles. Era pobre, porque esperaba y confiaba en Dios, no en maquinaciones y engaños para estafar a incautos. Era pobre, porque no prestaba dinero a usura ni desahuciaba de su casa a quien no le devolvía dinero prestado.
La vida moral y solidaria con el prójimo desembocaba en pobreza no porque eso fuera justo, sino porque los injustos se habían apoderado de la sociedad humana, sin misericordia ni temor de Dios, dejando en la miseria a los que no eran malvados como ellos.

Los autores de algunos salmos se describen a sí mismos como «pobres» o «indigentes» y «desamparados». En esos salmos «los pobres» y «los justos» suelen aparecer en paralelo, como formas alternativas de referirse a unas mismas personas. La propia pobreza sería evidencia de ser personas justas.

En el Nuevo Testamento, Jesús anuncia su evangelio —sus «buenas noticias»— preferentemente a los pobres. Y en las bienaventuranzas, los pobres («en espíritu» en Mateo, pero «pobres» a secas en Lucas) son considerados bienaventurados de Dios.

En la parábola inolvidable de Jesús, tras la muerte el mendigo hallará recompensa «en el seno de Abraham», mientras que al rico le espera tormento eterno.

 

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