Recuerdos

Sanar el trauma ayuda a nigerianos a vivir con el dolor y el duelo que ha traído Boko Haram a su región
Dejárselo todo a Dios
por Linda Espenshade, para el Comité Central Menonita[1]

Chibok (Nigeria), 29 de diciembre — Acariciando una foto escolar de su hija, Kolo Adamu está sentada a la entrada de la Iglesia de los Hermanos en Chigok, Nigeria. Recuerda los meses después de que la adolescente fuera raptada por Boko Haram, un grupo islámico notorio por su brutalidad.

—Al principio no pude hacer nada —recuerda Adamu. Solo era capaz de angustiarse, a cada instante, pensando en lo que podía estarle pasando a su hija—. Cuando comía, me preguntaba si mi hija estaba siendo alimentada. Me preguntaba si seguía con vida.

Noemí Adamu fue una de las más de 200 menores raptadas en 2014 en la Escuela Secundaria Estatal de Chibok. Muchas, entre ellas Noemí, eran de familias de congregaciones de la Ekklesiyar Yan’uwa a Nigeria (EYN), la Iglesia de los Hermanos en Nigeria. Cada miércoles por la mañana, Kolo Adamu se reunía con otras mujeres en la iglesia para orar.

Kolo Adamu
Kolo Adamu, una de las madres de las menores evangélicas raptadas por Boko Haram.

Le resultaba imposible motivarse para trabajar en la finca o cuidar a sus otros seis hijos como antes. Por la severidad del estrés emocional que sufrieron Adamu y su esposo, se acabaron separando. Hubo momentos, confiesa, que pensó en suicidarse: «Voy a ir al pozo de agua y tirarme».

No está sola, ni mucho menos, en tener que vivir con el trauma ocasionado por Boko Haram, que intensificó sus ataques en el norte de Nigeria en 2013 y 2014. Según Zakariya Amos, secretario general adjunto de EYN, a mayo de 2017, unas 700.000 del millón de personas que asisten a las iglesias de la denominación habían sido desplazadas por la violencia del grupo.

Boko Haram se hizo con la población de Mubi, donde está la sede central de EYN, en octubre de 2014. Los líderes de EYN y otros residentes huyeron a la selva esquivando balas, saltando sobre cuerpos muertos y acabando separados de miembros de sus familias en el caos de llegar a lugares más seguros.

A principios de 2015, después de reagruparse en Jos (unos 600 km más al sur) donde está la sede de MCC, los líderes de EYN participaron en talleres de sanación de trauma que patrocinaba MCC.

Después MCC envió un equipo de miembros de EYN a Ruanda para informarse sobre «Sanar y Reconciliar Nuestras Comunidades (HROC, por sus siglas en inglés), un programa de sanación de trauma creado tras del genocidio en Ruanda. El equipo regresó a Nigeria para crear un sistema de preparación de orientadores para talleres, y empezaron a dar talleres que hasta hoy siguen contando con el apoyo de MCC, entre otros como la Iglesia de los Hermanos en EEUU.

Gabriel Vanco asistió a uno de los primeros talleres aunque estaba dedicado a organizar una represalia violenta contra sus vecinos musulmanes. Boko Haram obligó a Vanco y su familia a huir de su hogar en Uba durante la misma ofensiva en 2014 que vació Mubi. Perdió amigos, parientes y propiedad, y él y sus amigos estaban comidos de amargura porque sus amistades y vecinos musulmanes no habían tenido que marcharse. «Como no huyeron, nos parecía que seguramente es que apoyaban a Boko Haram» —dice.

El segundo día, oyó a otros en el curso contar lo que habían sufrido.

—Esta persona, su padre fue asesinado delante de él. Su esposa e hijos fueron llevados a la Selva de Sambasi (donde la sede de Boko Haram), pero a pesar de todo sigue con la mentalidad de decir: «Sí, yo quiero entregarle este dolor a Cristo». ¿Y qué de mí? No hay motivo para que siga aferrándome a estas cosas en mi corazón.

Gabriel Vanco
Gabriel Vanco: «Sí, yo quiero entregarle este dolor a Cristo».

Fue un momento transformador, dice Vanco, por cuanto unas personas que habían sufrido enormemente, estaban dispuestas a perdonar.

El perdón es uno de los temas que añadieron los líderes de EYN al temario de HROC para adaptarlo a las enseñanzas de la denominación. Es una de las formas de que la gente pueda proseguir con sus vidas.

—El perdón es una elección. Nadie me obligó a ello —dice Vanco—. Nace del corazón. Si no perdono… Cargaría solamente yo con ello.. A ellos (Boko Haram y sus adeptos) les da igual, harán lo que quieran hacer. Sería yo el que seguiría con la carga pesada.

En 2015 Adamu asistió a uno de los talleres en su iglesia y se sigue aferrando a lo que aprendió ahí: «”Hay que dejarle todas las cosas a Dios. Él es el creador. Él sabe bien todo lo que pasa en lo que él ha creado”. A partir de ahí, se lo he dejado todo a Dios. Si no es Dios, no hay nadie que lo pueda hacer».

Llegar a este punto de sanación llevó su tiempo, más de dos años, reconoce, pero está agradecida al taller por haberla ayudado a dejárselo todo a Dios y perdonar. «Si no fuera por esa sanación —dice Adamu— me habría vuelto loca».

Empezó a recuperar energías después del taller, para poder atender otra vez a su familia. Empezó a realizar voluntariados en la iglesia, empezó a comer de manera regular, a bañarse y vestirse bien, según cuenta. En mayo de 2017 Boko Haram dejó en libertad a Noemí, la hija de Adamu, junto con otras 80 menores; pero hasta hoy siguen faltando 100 de las chicas de Chibok.

En cuanto a Vanco, para él dejárselo todo a Dios significó convencer a los otros jóvenes que la venganza no es la mejor respuesta. Al principio no querían escucharle, pero al final entre él y su pastor consiguieron convencer a la mayoría de ellos a abandonar su plan.

Vanco acabó siendo uno de los 130 moderadores basados en la comunidad, para talleres HROC a los que han asistido más de mil personas. También es uno de los 149 compañeros de escucha, personas adiestradas para saber cómo escuchar en profundidad, en sesiones individuales para personas que han sufrido trauma.

—La mayoría de los que pasamos por ese período de insurgencia, nunca tuvimos el tiempo ni tampoco las personas que supiesen escuchar lo que nos había pasado —dice Vanco—. Cuando uno se propone escuchar lo que alguien quiere contar, me parece que avanzamos mucho en el camino hacia su sanación.


1. Este artículo apareció en la Web de MCC. Las fotos son por Matthew Lester.