El Mensajero
  Diccionario de términos bíblicos y teológicos


pecado — La violación, infracción o incumplimiento de mandamientos divinos, el concepto de pecado se amplía en el testimonio bíblico para incluir las actitudes y la orientación fundamental del ser humano contra los deseos de Dios.  Una palabra muy degradada y casi inservible en el castellano contemporáneo, sería tal vez aconsejable sustituirla por otros vocablos cuyo significado resultase más claro.

Las traducciones de uso habitual de la Biblia al castellano, emplean el término «pecado» para las palabras hebrea jataat y griega amartíaJataat significa «pecado», así como «culpa, error, delito, infracción» y además es el término que designa, curiosamente, el sacrificio de animales para borrar esa culpabilidad.  Amartía se puede entender como «error» y «falta», además de como «pecado».

El vocabulario bíblico es rico en términos que indican acciones (u omisiones) que constituyen un estorbo en la relación con otra persona.  La otra persona puede ser de igual rango social que uno, pero también un inferior o superior en la escala social.  Algunos de esos vocablos bíblicos indican, entonces, el desacato a un superior —es decir una desobediencia.  Otros indican la vulneración de los términos de un acuerdo, un tratado o una alianza o pacto.  Tales acuerdos pueden ser incumplidos por el inferior —desobe­diencia— pero también por una persona de igual rango social o incluso por un superior.  El noble, el rey o la deidad también pueden «pecar» en el sentido de ignorar o violar los términos de un acuerdo (protección, provisión, justicia, estabilidad política, salud, etc.).

La legislación del libro de Levítico abunda en el empleo del término pecado (83 de las 440 veces que aparece el término en toda la Biblia [versión Biblia de las Américas]).  Aquí suele tener el sentido técnico de designar el sacrificio indicado para borrar la culpabilidad por una infracción de la ley divina.  El libro de Números presenta un panorama parecido.  Tenemos también, por cierto, el verbo correspondiente («pecar» o «presentar sacrificios para borrar el pecado»), con un empleo que se reparte de forma parecida entre ambos sentidos —que nosotros entendemos ser opuestos entre sí.

(Hay quien enfatiza el horror de la cruz de Cristo basándose en 2 Corintios 5,21, Al que no conoció pecado, por nosotros [Dios] lo hizo pecado, para que nosotros seamos justicia de Dios en él.  A la luz de la ambigüedad del término en el Antiguo Testamento, sin embargo, no es necesario imaginar que Jesús vino a sufrir ante Dios el mismo rechazo que la repugnancia que le inspira el pecado.  Es más probable que 2 Co 5,21 indica sencillamente que la muerte de Jesús fue aceptada como sacrificio que borra la culpabilidad humana ante Dios.)

Las infracciones que suple este sacrificio por el pecado en Levítico y Números, suelen ser de toda índole, pero muy en particular defectos de forma en la liturgia, así como incumplimiento de las normas de «santidad».  Se recordará que la «santidad» es la separación entre lo que corresponde a Dios y a los humanos, la distinción entre tiempos y lugares adecuados o no para determinadas acciones, la diferencia entre alimentos aceptables o proscritos para los israelitas.  El pecado vendría a ser, entonces, el error de lugar u ocasión para determinados actos, el error de formas en el desempeño del sacerdocio, la ignorancia de restricciones en cuanto a los alimentos permitidos o la mezcla inapropiada de los mismos.

En la medida que estos errores fueran a posta, infringiendo con pleno conocimiento las estipulaciones divinas para Israel, el pecado podía constituir también una actitud rebelde con­tra su Dios.  Aunque los propios conceptos de «rebeldía» (contra un soberano), «desobediencia» (de un superior), «infracción» (de una ley) o «inmoralidad» (como defecto personal) se podían expresar con otras palabras, igual que en castellano.

En el Nuevo Testamento, las cartas de Pablo son con creces donde más aparece este término (casi tanto como en Levítico o Números).  Como rabino fariseo que era y además oriundo de Turquía, donde se venía hablando el griego desde hacía siglos, influyen en el empleo que hace Pablo del término pecado, el Antiguo Testamento y también la usanza habitual griega.  Un término que indica «errar» en el sentido de fallar un tiro al blanco, se prestaba fácilmente a la extensión de su significado a otros muchos tipos de errores.  Pudo valer incluso para indicar un error fundamental en la orientación de la vida entera de la persona.  Una vida mal encaminada, que sólo puede desembocar en disgustos y hasta tragedia.  O un error de fondo en la idea que se tiene de Dios y de la orientación que Dios quiere que demos a nuestras vidas.

A veces, por último, el pecado puede constituir para Pablo uno de «los poderes y las potestades» que tienen atrapada a la humanidad, hundiéndonos en infelicidad y enemistades e ignorancia de la luz de Dios.

Como el término «pecado» está tan degradado en la lengua castellana, perdiendo casi todas las sutilezas y matices que hemos intentado indicar aquí, tal vez correspondería dejar de utilizarlo y echar mano de otros términos: desacierto, equivocación, desorientación vital, error con consecuencias nefastas, etc.

—D.B.

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de palabras que ya tienen entrada en este diccionario.

Publicado en
El Mensajero Nº 93


 

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