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PDF Confesión de fe en perspectiva menonita

Confesión de fe en perspectiva menonita
Iglesias Menonitas de Canadá y Estados Unidos


Artículo 18. Espiritualidad cristiana

Creemos que quien es discípulo de Jesús goza de vida en el Espíritu. A medida que vivimos en relación con Dios, la vida, muerte y resurrección de Jesucristo nos da forma y vamos creciendo en la imagen de Cristo. El Espíritu Santo está activo en la adoración personal y de la comunidad, llevándonos cada vez más profundamente a la sabiduría de Dios.

Al confesar a Cristo y recibir el bautismo, entramos en una nueva relación con Dios por medio de Cristo. En el amor de Dios, nuestra vida entera encuentra libertad, transformación, un nuevo orden, renovación. Al amar y conocer a Dios, experimentamos comunión con Dios y permitimos cada vez más que nuestra vida se ajuste al camino de Jesús: su vida, muerte y resurrección. Nos sometemos a Dios, permitiendo que el Espíritu Santo nos moldee a la imagen de Cristo [1]. Como cristianos individuales y como iglesia, hemos sido llamados a vivir en relación con Dios, reflejando el camino de Cristo, siendo llenos del Espíritu Santo. Hemos de crecer en todo hacia Cristo, quien es la cabeza de la iglesia, por medio de quien ésta es edificada en amor [2].

Recibimos de Jesucristo la vida del Espíritu, así como el pámpano recibe de la vid su vida. Separados de la vid, el poder del Espíritu no nos puede llenar. Pero en la medida que ponemos nuestro alojo en Cristo y Cristo se aloja en nosotros, llevamos fruto y llegamos a ser sus discípulos [3]. Cuando estamos en la presencia del Espíritu, también andamos paso a paso con el Espíritu y manifestamos el fruto del Espíritu en nuestras acciones [4]. Nuestra conducta exterior casa con nuestra vida interior.

Ciertas disciplinas espirituales como la oración, estudiar las Escrituras, meditar en Dios, el culto en comunidad, entonar himnos, la sencillez, el testimonio y el servicio, nos adiestran en piedad [5]. Tales disciplinas nos abren a una relación con Dios que va en aumento y nos ponen más completamente en las manos de Dios. Las disciplinas también son una preparación para tiempos de prueba y de sufrimiento. Si practicamos la presencia de Dios en tiempos más tranquilos, nos resulta más fácil reconocer la presencia de Dios en tiempos difíciles.

Estamos convencidos de que nada nos puede separar del amor de Dios en Cristo Jesús nuestro Señor [6], porque Dios puede valerse del sufrimiento tanto como del gozo para fomentar nuestro crecimiento espiritual [7]. En esta era, Cristo en nosotros es nuestra esperanza de gloria [8]. Esperamos aquel tiempo cuando nuestro conocimiento parcial de Dios sea completado y veremos cara a cara [9].

  1. 2 Co 3,17-18; Fil 3,21
  2. Ef 4,15-16
  3. Jn 15,5-8
  4. Sal 1; Ga 5,22-26
  5. 1 Ti 4,7-8
  6. Ro 8,35-39
  7. Mt 5,1-12; Sal 119,67
  8. Col 1,27
  9. 1 Co 13,12
 
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