El Mensajero
Nº 94
Noviembre 2010
Dos oraciones de un anabaptista del siglo XVI

El belga Hans de Ries fue un líder importante entre los menonitas neerlandeses.  Nació en 1553 y murió en 1638.  Sus plegarias pidiendo protección, indican los peligros de la Inquisición especialmente en Amberes donde en 1577, con sólo 21 años de vida, su amado amigo Hans Bret (con cuya madre viuda, de Ries se casaría) murió en la hoguera.  El tornillo utilizado para sujetarle la lengua para que no testificara durante su martirio, se encontró entre las cenizas y lo conservan hasta hoy los menonitas de Ámsterdam.  [De la traducción al inglés que se halla en Cornelius J. Dyck, Spiritual Life in Anabaptism (Scottdale y Waterloo: Herald Press, 1995), pp. 212-3; tr. D.B.]


Oración vespertina

Nuestro Padre Dios, protector de las almas creyentes, quien ha ordenado el día para trabajar y la noche para descansar, conforme a tu divina voluntad guárdanos seguros esta noche del príncipe de las tinieblas y de la muerte.  O Dios de la luz y de la vida, concédenos la gracia de que durante el descanso de nuestros cuerpos, el alma permanezca despierta ante ti, te anhele, y que tú nos la guardes de todo mal.  Aligera nuestras cargas y llévate de nosotros todo pensamiento impuro y todo fracaso interior, para que nuestra conciencia pueda también descansar verdaderamente en paz.  Guárdanos de toda pesadilla y tonta imaginación mientras dormimos.

O Señor de Israel, que jamás dormitas ni duermes, protégenos bajo la sombra de tus alas de los ataques de nuestros enemigos.  Por encima de todo, Señor y Padre de toda gracia, perdónanos nuestros pecados y maldades que hemos cometido este día y todos los días de nuestras vidas, a sabiendas o por ignorancia, por la Pasión y los méritos de tu Hijo único, nuestro Señor Jesucristo.  Cúbrelos por tu inmensa misericordia así como cubres la tierra con manto de oscuridad, para que podamos dormir bien y despertar mañana por tu gracia, para prestarte una más perfecta alabanza de tu majestad y obediencia de tu voluntad, conforme a tu agrado.

O Señor, por cuanto no hay ni un minuto ni una hora de seguridad en esta vida, te rogamos que ilumines de tal modo nuestra alma, que su fe jamás sufra destrucción para que, cuando llegue el último atardecer de nuestra vida, cuando nuestro cuerpo afronta el paso último, despertemos tan sólo al sonar de la trompeta del arcángel, para descansar plenamente en ti, encomendando a tus manos nuestra alma, y nuestro cuerpo a aguardar una resurrección gloriosa en el día final.  Honor y gloria eterna sean a Cristo nuestro Señor, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo desde la eternidad y hasta la eternidad.

Amén.


Oración para una «noche oscura del alma»

Señor Jesucristo, única esperanza, salvación, victoria y gloria segura de los mortales; tú que viniste en la carne por nosotros, que fuiste tentado por Satán; único vencedor tú del pecado, la muerte, el mundo y el diablo con su reino del infierno; tú que hiciste todo esto por nuestro bien y que no quieres que los tuyos tengamos que volver a enfrentarnos a esas fuerzas, sino que nos quieres dar tu corona gloriosa; y al enemigo que derrotaste, la destrucción:

Te ruego, león victorioso de la tribu de Judá, fortaléceme y dame—siervo tuyo— poder contra el león maligno que anda buscando a quién devorar.  Tu serpiente curadora alzada en alto me haga sabio, en mi debilidad, contra los ardides de la serpiente astuta [Nm 21,9].  Tú, Cordero puro, vencedor contra la tiranía de Satanás, dame —oveja tuya— la fuerza de tu espíritu para que aunque soy débil en mí mismo, sea fuerte en ti y pueda prevalecer ante todos los ataques del diablo, para que él no triunfe en victoria sobre mí: para que yo alabe tu victoria y misericordia que nunca abandona a los que en ti confían, tú que vives y reinas para siempre con Dios el Padre y con el Espíritu Santo.

Amén.

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