El Mensajero
Nº 107
Enero 2012
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La madurez cristiana (19 y fin)

Algunas conclusiones finales
por José Luis Suárez

Esta serie de artículos que hoy concluyo sobre la madurez cristiana  ha sido una reflexión sobre la persona que más ha marcado mi vida —Jesús— de tal forma que se ha convertido es una referencia en todo lo que pienso y vivo. Pero es también al tiempo, un testimonio sobre algunas cosas que he aprendido sobre el tema. Por eso quiero hacer mías las palabras del apóstol Pablo: «No quiero decir que haya logrado ese ideal o conseguido la perfección, pero me esfuerzo en conquistar aquello para lo que yo mismo he sido conquistado en Cristo Jesús» (Filipenses 3,12).

No he llegado al final de la madurez, pero sí afirmo que éste es el camino por donde quiero andar el resto de mi vida. Es por ello que más que una reflexión, esta serie de artículos ha sido el fruto de un aprendizaje personal que emana de mi propia vida.

No pretendo decir a mis lectores que la madurez se vive tal como yo la entiendo e intento vivirla, pero sí soy consciente que si he logrado transmitir mi propia experiencia con suficiente honradez, quizás pueda ser útil mi camino para otros.

I. Jesús modelo de madurez.

Para los cristianos, Jesús es siempre el modelo de referencia para vivir la fe. Las palabras y la vida de Jesús deben ser la luz que inspira el caminar diario de sus seguidores. Mi propuesta es que Jesús es el modelo perfecto de madurez. Es por ello que a lo largo de esta serie de estudios las referencias a Jesús han sido constantes.

Deseo como colofón final de esta serie enumerar tres (podrían ser más) elementos fundamentales que caracterizaron la vida de Jesús en relación al tema. Luego terminaremos con seis propuestas para nuestro caminar en la madurez, sin olvidar el «para ir más lejos» con lo que he concluido cada artículo de esta serie.

1. Jesús, modelo de autenticidad.

Jesús, a lo largo de su ministerio, supo conjugar dos realidades inseparables como son las palabras y los hechos. Esta apuesta de Jesús por unir hechos y palabras fue uno de los mayores desafíos a lo largo de su vida. No sólo habló del perdón —aunque dijo mucho a cerca de este tema— sino que fue capaz, en los momentos más duros de su vida, de poner en práctica aquello que había enseñado a sus seguidores. Cuando le estaban crucificando, pidió al Padre que les perdonara (Lucas 23,34). En esa oración no sólo pide al Padre que les perdone, sino que intenta excusar el mal que están haciendo: «Porque no saben lo que hacen».

Jesús no solo habló de amor —aunque los evangelios están llenos de frases en las que invita a sus seguidores a amar incluso al enemigo— sino que supo practicar el amor hasta el final de su vida. Es digna de citar la frase del Evangelio cuando nos dice de Jesús: «Sabiendo que su hora había llegado, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el final» (Juan 13,1). En el último tramo de su vida, el más amargo, duro e injusto ya que sería abandonado hasta por sus discípulos, decidió amar hasta el final.

El mismo evangelista nos narra, para terminar el libro, el encuentro de Jesús con Pedro. Juan 21,15-25. Este es un relato de amor tan conmovedor que nos sobrepasa. No sólo porque no critica a Pedro el haberlo abandonado en los momentos más duros de su vida, sino porque es capaz de ir al encuentro de Pedro para restaurarle y lo hace de una forma creativa y llena de amor.

Nietzsche afirmó: «Una cosa es mi persona y otra son mis escritos». Jesús dijo: «Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre» (Juan 149). Jesús apostó por decir «No» a una doble vida, fuera en el campo que fuera.

2. Las personas están por encima de todo lo demás.

Jesús a lo largo de su vida se enfrentó a posturas rígidas e intransigentes de los líderes religiosos de su tiempo. Su seguidores se las vieron en dificultades para entender su mensaje, que si bien las leyes y normas humanas son necesarias para la convivencia, el ser humano está por delante de todas ellas. Esta postura de Jesús se convirtió en una de las causas mayores que le llevarían a la cruz.

Las palabras de Jesús en Marcos 2,27: «Dios hizo el sábado por causa del ser humano, y no al ser humano por causa del sábado», es la declaración más potente de que el ser humano es sagrado. Es lo primero. Es la prioridad que hay que atender.

La apuesta de Jesús por el ser humano por encima de todo lo demás, le llevó a enfrentarse a situaciones límites. Tal el caso de la mujer adúltera en Juan 8. También los casos de curación en el día de reposo que nos narran los evangelios.

3. Una misión que cumplir.

Nada más empezar su ministerio, Jesús empezó a proclamar la llegada del Reino de Dios. La proclamación del nuevo Reino que ha llegado ya y que aún ha de llegar, significó para Jesús la dedicación de toda su vida a esta proclama.

Recomiendo la lectura del libro de Antonio González, Reinado de Dios e Imperio, que de forma magistral, en el capítulo sobre la estrategia del Mesías, explica con todos los detalles las características de este Reino.

Sugiero que estas tres características de Jesús deben convertirse en la forma de vivir de una persona madura en la fe. Sin unidad entre palabras y hechos, sin ser capaces de poner el ser humano como valor supremo por encima de todo lo demás, y sin haber descubierto cual es la tarea fundamental de la vida o el sentido de la vida en este mundo, no se puede afirmar que se está en el camino de la madurez. Y menos, que ya se ha llegado al final del camino.
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Cuadro de Giovanni Agostino da Lodi
[año 1500]

II. El caminar en la madurez.

Una vez que nos hemos acercado a la vida de Jesús, deseo enumerar seis características de los que caminan en la madurez. Estas características son indicativas pero no limitativas.

1. No temas cometer errores en este caminar.

A los niños nos les intimida cometer errores. De hecho, es así como aprenden las mayores lecciones de la vida. El equivocarse es parte de la realidad humana. No por equivocarse una persona es un fracasado. Lo importante es saber rectificar y aprender de las equivocaciones.

2. Acepta el mundo tal como es.

La persona en el camino de la madurez intenta cada día mejorar su vida. Pero proponerse cambiar el mundo de los demás y enfadarse cuando no es tan bueno y perfecto como a uno le gustaría, solo conduce  al sufrimiento, el enojo y la soledad.

Una conocida oración dice: «Señor, dame fuerzas para cambiar lo que pueda cambiarse, paciencia para aceptar lo que no se puede cambiar y sabiduría para distinguir entre una cosa y la otra».

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3. Sé espontáneo.

La espontaneidad nos habla de ser aventurero, de dejarse llevar por lo que el corazón nos dice en lugar de tener todo controlado, planeado y organizado por adelantado. El planificar la vida es bueno y necesario, pero muchas veces es bueno y necesario no dejarse llevar por las rígidas exigencias de la planificación.

4. Confía en tus señales internas.

Aquí hablamos de la guía del Espíritu Divino. Esta actitud no excluye la escucha de los demás y el sentido común, pero a veces es necesario ir contra corriente. En la vida hay caminos misteriosos por los que Dios quiere guiarnos y que nada tienen que ver ni con la lógica ni con el sentido común ni con la razón. Un ejemplo bíblico muy interesante a este respecto lo encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles 8,26-40. En Samaria estaba ocurriendo un gran avivamiento y Felipe —que era evangelista— recibe el mensaje de un ángel para ir al desierto. ¡Qué mensaje contra sentido! Felipe debe ir a un lugar donde no hay gente y dejar la tarea evangelista que estaba realizando. Pero a continuación el relato nos hace ver la importancia que tuvo este contrasentido, ya que así encontró al etíope, que se convirtió con la lectura que hacía Felipe de la Escritura. Los historiadores nos indican que fue por medio de este etíope que el evangelio entró en Etiopía.

5. Deja que las fantasías vuelvan aparecer en tu vida.

Todos consideramos que es necesario tener normas o reglas sobre lo que puede y no puede ocurrir, sobre como funciona la vida en este mundo. Pero a los niños les encanta soñar, crear historias, utilizar la imaginación… La persona que camina en la madurez se permite el lujo de soñar hasta con los imposibles. A aquellos que aceptan este desafió hasta les ocurre que algunos de sus sueños, que se iniciaron como pura fantasía, acaban convirtiéndose en realidad.

Hacer realidades mis fantasías me ha inspirado más de una vez para conseguir cosas que nunca podría haber imaginado. Sé que de no haberme permitido aquellas fantasías —yo diría que infantiles— nunca habría podido hacer realidad tantos sueños.

Ya dijo Jesús más de una vez y de formas diversas: «Todo es posible para aquel que cree».

La persona que camina en la madurez se permite de vez en cuando ser un poco loco. No hablo del tipo de locura donde la persona pierde por completo el control de su vida, pero sí del tipo de locura que puede permitirse una conducta fuera de la lógica y del sentido común.

6. Vive con las paradojas de la vida.

Disfrutar de la vida mientras se camina es todo un arte que pocos logran. Es maravilloso observar cómo un niño crece: Aprende disfrutando de lo que está haciendo. No está preocupado por el resultado final del juego ni por lo que ocurrirá después. Sólo el disfrute es suficiente en ese momento. Nosotros pensamos: «Cuando tenga esto o aquello seré feliz. Cuando compre el piso seré feliz. Cuando me jubile viviré bien...» Y nos olvidamos de disfrutar de las cosas más sencillas de la vida.

Mientras se disfruta de la vida también aparecen los problemas, que son la sal de la vida. La persona madura les da la bienvenida cuando llegan, sabiendo que algo bueno saldrá cuando desaparezcan.

El camino de la madurez es personal. Es autónomo al tiempo que se depende de los demás.

Se vive en el presente, en el ahora. Esto no significa negarse a planear el futuro, pero no se pone el corazón en el futuro como en el cuento de la lechera.

Se vive en el presente, sabiendo que de vez en cuando el pasado nos juega alguna que otra mala pasada. Cultivar el arte del vivir en el ahora no es nada fácil, pero es posible cuando se camina por el sendero de la madurez.

Para poder ir más lejos.

Las respuestas sinceras a las preguntas siguientes nos ayudan a conocer el grado de madurez en la que nos encontramos:

1. ¿Qué imágenes se suscitan en ti cuando piensas en un fruto maduro?

2. ¿Conoces a personas maduras con quienes te encuentras a gusto? Cuáles son sus características y rasgos por los que las reconoces?

3. ¿Cuál sería el cambio más importante de mi vida si supiera que sólo me quedan seis meses de vida?  Los cambios podrían significar lo que ya ahora debería vivir y que apuntan hacia la plenitud o la madurez de la vida.

4. ¿Mi compromiso con todo lo que realizo en la vida se basa en el amor por las personas y la satisfacción por lo que estoy haciendo? ¿O bien en la obligación?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

1. No temas cometer errores.

2. Acepta el mundo tal como es.

3. Sé espontáneo.

4. Confía en tus señales internas.

5. Deja que las fantasías vuelvan a aparecer.

6. Vive con las paradojas.