bandera
PortadaQuién somosImprimirNúmeros anterioresSuscripciónDiccionarioContactarblank
  Nº 135
Julio-Agosto 2014
 
  Grupo

Grupos pequeños y creyentes nuevos [1]

¿Acaso no los guarda Dios?

Alguien quiso saber: «¿Por qué no podemos limitarnos a confiar que Dios ayudará a los creyentes nuevos a crecer?». Dios ha prometido guardar a los que creen, bien es cierto, y es verdad que Dios gurda. Sin embargo el poder de Dios para hacer madurar a los creyentes nuevos —igual que su poder para salvar— se vale de hombres y mujeres como instrumentos humanos para llevar a cabo la divina voluntad. Nuestra comprensión de cómo Dios salva almas ha progresado mucho desde aquellos días cuando un líder respetado en la iglesia aconsejó a William Carey: «¡Quédate quieto, joven! Cuando plazca al Señor convertir a los paganos, ya sabrá él hacerlo sin tu ayuda ni la mía». ¿Es acaso una dejación de responsabilidades menor que esa el dejar enteramente en las manos de Dios la maduración de las almas recién nacidas, sin averiguar cómo Dios quiere que colaboremos nosotros?

Lo que necesita todo creyente nuevo

[…] Todo creyente nuevo necesita ser recibido en un grupo, una «célula» del cuerpo de Cristo, para que reciba alimento que lo lleve a madurar. Aunque es verdad que algunos tipos de grupo pequeño no son ideales para cierta clase de evangelización, la vida de un grupo pequeño es tierra fértil para ayudar a los creyentes nuevos a crecer.

Kevin M. Thompson, en su manual para el ministerio de grupos pequeños, señala que en la Biblia tenemos instrucción de:

— abrir nuestras vidas unos a otros
— compartir unos con otros nuestras necesidades
— confesar unos  otros nuestras faltas
— perdonarnos unos a otros
— edificarnos unos a otros
— corregir, exhortar y amonestarnos unos a otros
— llevar las cargas unos de otros
— darnos unos a otros
— someternos unos a otros
— ministrarnos unos a otros con dones espirituales
— amarnos unos a otros fervientemente
— tener comunión unos con otros
— servirnos unos a otros

¿Cómo sería posible hacer ninguna de estas cosas sin que estableciéramos una relación importante, honda y de largo plazo unos con otros? Integrar a los creyentes nuevos en grupos pequeños potencia esta clase de relación. Los grupos pequeños brindan una comunidad de apoyo de amigos que nos conocen tal cual somos. Se desarrolla una relación de compromiso y confianza, conforme vamos compartiendo nuestras vidas y ministrando a las necesidades unos de los otros. En un grupo pequeño las personas descubren unas pocas personas con quienes se pueden identificar, compenetrar y relacionar coherentemente.

Los que ganamos para Cristo no deberían tener que afrontar solos los problemas que acompañan una vida nueva. Los niños aprenden hábitos, valoraciones y actitudes por su vida en una familia —no por recibir instrucción formal. Asimismo, como mejor aprende el cristiano nuevo las verdades de la vida cristiana y madura en ellas, es por compartir su vida con otros cristianos en la familia de Dios.

El crecimiento hacia la maduración no es puramente individual y personal. Es un proceso por el que nos unimos unos a otros en el cuerpo de Cristo para que, como dice Pablo, podamos construir «el cuerpo de Cristo hasta que todos alcancemos la unidad propia de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios; hasta que seamos personas cabales; hasta que alcancemos, en madurez y plenitud, la  talla de Cristo» (Ef 4,12-13). Para alcanzar esa meta hemos de trabajar a una, enriqueciéndonos mutuamente los creyentes nuevos y los cristianos más experimentados. […]

Lealtad

Es fácil construir un tipo de lealtad al ideal hermoso de una iglesia invisible, conforme al lenguaje figurado del Nuevo Testamento: [Templo de Dios del que somos piedras vivas; cuerpo del que Cristo es la cabeza y nosotros los miembros; rebaño de Dios; familia de nuestro Padre Dios, con Cristo como hermano mayor; esposa de Cristo, pámpanos de la Vid, sal de la tierra, luz del mundo.] La iglesia invisible es la iglesia universal; todos los creyentes en todas partes, que no cabe entre cuatro paredes, en una lista de miembros ni en determinada geografía. La lealtad verdadera, sin embargo, incluye ser leales con determinadas personas en particular: la congregación local, la iglesia visible con todas sus imperfecciones. Los que maduran en Cristo gracias a la comunión de los grupos pequeños de la iglesia, se adiestran para la lealtad a la congregación. […]

Unidad

La vida juntos en la comunión de amor cristiano también prepara a los cristianos nuevos a esperar y valorar diferencias de opinión entre los creyentes. En el grupo pequeño pueden oír cómo los cristianos comparten sus ideas diferentes, siguen en desacuerdo pero con mistad, y aprenden los unos de los otros. En el compañerismo del grupo pequeño pueden aprender por el ejemplo, que la mejor forma de estudiar la Biblia es con la mente abierta y dispuestos a que el Espíritu nos enseñe por medio de los demás. Palpan la unidad espiritual verdadera de aquellos que están decididos a conocer y obedecer la voluntad de Dios aunque su interpretación de lo que Dios exige no sea siempre idéntica.

Con esta experiencia de unidad en el grupo pequeño, los creyentes nuvos no esperarán que la unidad sea lo mismo que la uniformidad. El Nuevo Testamento reconoce que hay diversidad de dones, actuaciones y operaciones, aunque controlada por un único Señor, en un cuerpo y en un mismo Espíritu.

Responsabilidad

Conforme van creciendo los cristianos nuevos en relación con otros creyentes y en lealtad a la iglesia, hemos de procurar ayudarles a oír el llamamiento a aportar su parte a la obra de la iglesia. A no ser que los ayudemos a aprender, pocos convertidos nuevos comprenderán que cada uno de los creyentes está llamado a ocupar un lugar de responsabilidad, que solamente él o ella puede ocupar.

Esto no se puede hacer de cualquier manera —esperando que cada persona sea capaz de enseñar en la escuela dominical o regañando a la iglesia en general porque no se suman al equipo de evangelización. Ayudar a la gente a descubrir sus dones espirituales es la base sobre la que ha de funcionar en la iglesia el reclutamiento para ministerios y la asignación de tareas.

Procurando hallar formas para ayudar a la gente a descubrir sus dones espirituales, C. Peter Wagner leyó 48 libros sobre el tema, pero descubrió que había lugar para uno más. Sigue habiendo una ignorancia trágica entre los creyentes acerca de cuál es su lugar en el cuerpo de Cristo y qué es lo que pueden contribuir. En su libro Sus dones espirituales pueden ayudar a crecer a su iglesia (CLIE, 1989), Wagner afirma: «No todos tienen dones espirituales [como él los define]. Los que no son creyentes no los tienen. Pero toda persona cristiana que está comprometida con Jesús y es de verdad un miembro de su cuerpo, tiene por lo menos un don, tal vez más».

Como no entienden esto, muchos cristianos se quedan inactivos. Nuestra tarea es ayudar a los creyentes nuevos a reconocer que la iglesia no existe para reconfortarles y mimarles, sino para realizar la obra de Dios en el mundo; y que como miembros de la iglesia, cada uno tiene algo que contribuir.

Un estudio de los dones espirituales y una identificación sistemática de estos dones en el contexto de grupos pequeños donde cada persona es bien conocida, es una de las mejores maneras de ayudar a las personas a asumir cuál es su responsabilidad apropiada dentro de la iglesia.


1. Párrafos traducidos de Witness. Empowering the Church, por A. Grace Wenger, Dave & Neta Jackson (Scottdale y Kitchener: Herald, 1989), pp. 129-130, 134-136.

 

Otros artículos en este número:


Portada Nº 135


imprimir

Descargar para imprimir


Ver números anteriores de
El Mensajero


Suscripción (gratis)


EME 2014

Copyright © junio 2014 - Anabautistas, Menonitas y Hermanos en Cristo - España