cielo

Los últimos pasos
por Félix Ángel Palacios

En el número anterior:
1. Las señales objetivas
2. La palabra de confirmación

3. La mirada hacia atrás

He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe (2 Timoteo 4,7).

Tan importante es para el hijo de Dios entender las señales y oír la voz del Señor en el corazón como escudriñar el camino andado y hacer balance de su vida. Esta mirada hacia atrás surge de dos necesidades que son a la vez dos objetivos:

Por un lado, arreglar las cosas que quedaron pendientes, encauzar las que requieren su máxima atención antes de partir con el Señor (asuntos administrativos, herencias, etc.), pedir perdón por los errores cometidos, o soltar las palabras que se debieron haber dicho pero que quedaron presas de la timidez o la cobardía, por ejemplo.

Por otro lado, necesitamos contemplar en qué medida nuestro camino ha quedado sembrado de fruto, de fidelidad a Dios y a las personas que nos han acompañado, de fe y esperanza aun en medio de las luchas y las tormentas por las que hemos atravesado, etc. La experiencia en ambos casos nos resultará extraordinariamente vívida y de una altísima intensidad existencial y espiritual, en la que quienes nos rodean también participarán con todo el derecho para decir, hacer y sentir lo que consideren oportuno.

Nada hay más gratificante para el creyente que echar la vista atrás y ser plenamente consciente de la mucha benignidad que ha recibido del Señor cada día, del amor y la misericordia con que ha sido tratado durante todo el recorrido, de la luz divina que le ha iluminado y, además, de haber sido un instrumento en las manos de Dios para extender esto mismo a su alrededor.

Es en esos cruciales momentos cuando más se necesita sentir la paz que da comprobar que el camino ha quedado suficientemente arreglado y sembrado, saber que se ha cumplido con lo que Dios esperaba en cada una de las sucesivas etapas por las que se ha pasado (la de hijos, la de estudiantes, la de padres, la de compañeros, la de hermanos en Cristo, la de ministros de la iglesia, etc.), la mejor ocasión para conmoverse al escuchar las palabras más deseadas por el siervo de Dios:

Bien, buen siervo y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor (Mateo 25,21.23).

4. La provisión oportuna

Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice: No temas, yo te ayudo (Isaías 41,13).

Me tomaste de la mano derecha (Salmo 73,23).

Los últimos pasos del hijo de Dios en su andadura por este mundo se acompañan siempre de una pregunta: «¿Estará preparada la provisión que necesitaré en todos los sentidos para culminar este tramo de la vida con la dignidad que requiere?». Es entonces cuando dará gracias por haber vivido bajo la generosidad de Dios toda la vida, orará por esta última provisión y esperará en ella, siempre, claro está, que haya entendido y aceptado previamente en qué etapa de la vida se encuentra. También los allegados harán lo mismo, descartando animar al enfermo con esas «mentiras piadosas» tan habituales sobre su pronta recuperación y cosas así (que no engañan tanto como se cree), y dirigiendo sus oraciones de manera más efectiva hacia lo que de verdad interesa en esos momentos.

Necesitamos saber que el Señor nos hará llegar más que nunca su benignidad en esos cruciales momentos, bien por medio de los médicos y el personal sanitario, de la familia, los hermanos en Cristo, etc. La convicción de que Dios nos mantendrá cogidos de la mano derecha hasta el final del camino se convierte entonces en motivo de profunda alabanza y gratitud. Recordemos que la expresión tomar de la mano derecha significaba para los hebreos esa forma especial de hacerse cargo de quien necesita ser guiado y ayudado.

Como dice una de las estrofas de la canción «Quédate, Señor, ya se hace tarde»: Las sombras de la noche se aproximan y en ella el Tentador acechará; no me dejes solo en el camino, ayúdame, ayúdame hasta llegar.

5. El final es el principio

Teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor (Filipenses 1,23).

Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia (2 Pedro 3,13).

Como vemos, la etapa final de la vida no es momento para ignorar lo que de verdad nos interesa ni de distraerse de lo fundamental. Al igual que con las demás, hemos de prepararnos para atravesarla y concluirla de la forma más adecuada y hermosa posible, pero también para entrar en la siguiente, para ese asombro perpetuo e indescriptible que nos espera al encontrarnos con Señor, con todos sus ángeles y sus santos, y contemplar su gloria. Será entonces cuando nos daremos cuenta de que toda lágrima, todo dolor y toda penuria durante el camino, no son comparables con la grandeza de la experiencia que nos aguarda (Romanos 8,18).

De modo que los últimos pasos serán también días de intensa emoción para el hijo-siervo de Dios ante lo que le espera ahí delante, una expectación que cada cual vivirá a su manera en función de cómo entiende y se imagina estas cosas, pero que en cualquier caso adquiere suma importancia para él en esos culminantes momentos. A la petición del salmista a Dios, enséñanos de tal modo a contar nuestros días que traigamos al corazón sabiduría (Salmo 90,12), podríamos añadir incluidos los últimos.

Nos viene muy a propósito para concluir este tema la canción de esperanza y gratitud «10.000 razones», que con frecuencia entonamos en la iglesia:

Todo lo que soy alabe al Señor de todo corazón,
Una nueva canción, oh, Señor, mi alma te cantará.

Sale el sol, es un nuevo día, es hora de alabarte a Ti,
Pase lo que pase, lo que traiga el día, Te alabaré en el anochecer.

Amor sin fin y misericordia es lo que he recibido de Ti,
Por todo lo que has hecho yo sigo cantando,
Diez mil razones he encontrado en Ti.

En ese día cuando esté sin fuerzas y a los ojos te pueda mirar,
Mi alma cantará tus alabanzas en diez mil años y en la eternidad.

¡Amén!

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?, exclamaba el apóstol Pablo (1 Corintios 15,55). No se puede expresar mejor.

Que Dios os bendiga.