Privilegio y odio

13 de abril de 2020  •  Lectura: 4 min.
José vende trigo en Egipto (detalle), lienzo de Pieter Lastman (1612)

Hace unos días terminé mi lectura del libro de Génesis, en el ciclo por el que leo la Biblia entera una y otra vez.

El libro de Génesis empieza con la creación del mundo, pero termina centrando la atención en el patriarca José.

Me llama la atención el desarrollo casi se diría que novelesco de la historia de José. Es un hijo menor, aunque el primero de la esposa favorita de su padre. Su padre no disimula el marcado favoritismo que siente por él, lo cual provoca un hondo odio entre sus hermanos. Algunos de ellos son hijos de concubinas (esclavas sexuales) de su padre, aunque reconocidos por él; otros son hijos de su primera esposa, nunca amada como la segunda. Todos ellos odian a José por sus sueños de superioridad y porque saben que los espía para informar a su padre sobre ellos.

El odio de los hermanos los lleva a venderlo a esclavitud en Egipto. Sin embargo la vida de José sigue siendo privilegiada. Adquirido por un noble de la corte de Faraón, no tarda en destacar entre los esclavos hasta hacerse con la gestión de la casa y de las posesiones y toda la servidumbre de su amo.

La esposa de su amo quiere usarlo como esclavo sexual. José no solo consigue eludir esa humillación sino que su amo lo destina ahora a la real prisión de Faraón, donde rápidamente se hace con la gestión. Si antes era técnicamente esclavo pero en realidad no obedecía ni a su ama, ahora está técnicamente recluido pero en realidad manda él.

Faraón, como todos los déspotas de regímenes autoritarios, trata a sus ministros como esclavos. Un día gozan de real privilegio y otro día acaban en las mazmorras reales, tratando entonces con José. Así José se codea con la élite de Egipto y hace «contactos» que más adelante le vendrán bien.

Según el relato de Génesis, nada de esto es casualidad. Dios mismo venía privilegiando a José. Entre otras cosas, Dios dota a José de una capacidad sobrenatural para interpretar los sueños de los poderosos. Es así como al fin interpreta unos sueños del mismísimo Faraón y acaba por proponerle un programa de gobierno para catorce años.

Faraón adopta las políticas que le propone José y además lo nombra Primer Ministro para formar un gobierno que siga esas políticas. Faraón, como el anterior amo de José, se dedica a los placeres de la corte y se desentiende de la gestión. Impulsado por Dios, le parece perfecto dejar que el poder real esté en manos de José.

Al cabo de algunos años, toda la parentela de José emigra a Egipto, y Faraón (pero el poder real lo ostenta José) les da tierras donde instalarse ellos y todo su ganado. Faraón los hace además funcionarios de la corte, encomendándoles la real ganadería. Lo que ni tan siquiera merece mencionar, es la gente que hubo que desplazar para instalar en esas tierras a la parentela de José. Ni tampoco merece mención saber qué fue de los que hasta entonces venían atendiendo la real ganadería.

Gobierna José (aunque en el nombre de Faraón). ¿Qué habrá pensado de eso toda la élite de gobierno que venía mandando antes en Egipto?

José gobierna, además, con mano tan dura que en pocos años todo el campesinado de Egipto tiene que escoger entre la muerte y la esclavitud. Escogen, como se comprenderá, vivir. Génesis cuenta esto como un favor que les hace José; que si no fuera por él, se habrían muerto. El esclavismo siempre ve a los amos como benefactores, con esa misma lógica de que había que elegir entre esclavitud y muerte.

¡Con qué ligereza y regocijo se pueden describir privilegios enormes como si a nadie afectan, a nadie desplazan, a nadie perjudican, en nadie han de generar odio!

Inmediatamente a continuación, al abrir el libro de Éxodo, nos enteramos que después de José ha habido un cambio de régimen. Ha habido una revolución. La antigua dinastía que promocionó a José ha sido derrocada. Ahora los que mandan han reducido a esclavitud a las tribus de la parentela de José. Éxodo describe esto como una especie de tragedia inexplicable, como sin querer darse cuenta que todo tiene su natural explicación en los odios generados por tan extraordinarios privilegios.

Pero no, el relato bíblico no es tan ingenuo como superficialmente aparenta. Ya hemos visto que el privilegio inicial de José entre sus hermanos había generado odios asesinos que al final culminaron en venderlo a esclavitud. Los autores de estos relatos saben bien cómo funciona esto, y parecen querer aleccionarnos al respecto:

El privilegio extraordinario es traicionero. Incluso cuando ese privilegio se pretenda inspirado en los propósitos de Dios, hay que desconfiar. Porque el privilegio extraordinario provoca siempre, inevitablemente, odio extraordinario.

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