Juan Driver (1924-2022)

22 de marzo de 2022  •  Lectura: 10 min.
Foto: Connie Bentson

Ante la noticia del fallecimiento de Juan Driver el 17 de marzo, reproduzco aquí (ligeramente revisado) lo que escribí para contribuir en su día al libro de homenaje editado por Milka Rindzinski y Juan Francisco Martínez: Comunidad y misión desde la periferia. Ensayos en celebración de la vida y ministerio de Juan Driver (Kairos Ediciones, Buenos Aires, 2006).

Aunque cursé varias asignaturas en el seminario menonita de Montevideo en 1966-1967, ninguno fue con Driver, que a la sazón enseñaba allí. Sin embargo tuve oportunidades, entonces y posteriores, de oírle exponer sus ideas y conocimientos. Hablaba con claridad y sencillez, a la vez que con profundidad para retar a la transformación personal. Pienso que la ocasión más influyente para mí fue en la Convención de la iglesia menonita argentina, tal vez de 1973, donde dio una serie de charlas que a la postre fueron publicadas con el título de Comunidad y compromiso.

En 1974 la Mennonite Board of Missions se disponía a enviar a España a Juan y Boni Driver. Fui invitado a sumarme a esa misión. En esas fechas acababa de conocer a mi futura esposa en Buenos Aires, así que decliné la invitación. Para cuando en 1981 la misión menonita consiguió traernos a Burgos, Juan y Boni residían en Barcelona, pero nos mantuvimos en contacto. Era evidente el prestigio que ya tenía Driver aquí como maestro de la fe y vida cristianas.

Nuestra familia jamás olvidará el acompañamiento entrañable de Juan y Boni cuando fallecieron primero mi padre, después mi madre, que vivían en un mismo complejo de jubilados con ellos en Indiana (EEUU). La amistad y el apoyo de Boni en los últimos años de la vida de mi madre no tienen precio. Y sospecho que es bastante típico del calor humano que recibían todos en el trato con este ejemplar matrimonio. (Boni falleció en Navidades de 2020.)

La Biblia y el pensamiento de Juan Driver

El pensamiento de Driver es típicamente menonita en que su fundamento es siempre la Biblia, y su visión del cristianismo se ciñe muy en particular a lo que la Biblia nos cuenta de la visión del fundador, Jesús. He querido aquí volver sobre dos de sus obras más tempranas, con la idea de observar cómo Driver emplea allí la Biblia y qué dice acerca de ella, su naturaleza y su forma de comunicarnos la verdad de Dios.

En el primer capítulo de Comunidad y compromiso, Driver nos ofrece las pautas hermenéuticas que sin duda operan en toda su obra posterior. Tras confesar la clara inspiración de su pensamiento en el movimiento anabautista del siglo XVI, nos ofrece en las páginas 16-21 cuatro puntos bajo el subtítulo de «¿Cómo leer e interpretar la Biblia?»:

  • Primero descarta como inadecuada una hermenéutica que se base exclusivamente en «la fe y prácticas tradicionales de la iglesia». Según Driver, «esta hermenéutica cierra la puerta ante cualquier posibilidad de una renovación y, más aún, de una reforma radical». Mientras que renovación y reforma sería precisamente lo que se pretende del estudio bíblico.
  • Después descarta como inadecuada otra manera de enfocar la lectura bíblica: la que solo acepta como normativa aquella enseñanza que pueda describirse como «practicable». Rechaza este criterio porque aunque muy común, «también es una forma conservadora de leer e interpretar la Biblia, pues aun leyéndola las cosas no cambian».
  • Ahora pasa a describir lo que él llama «la regla de Pablo» en 1 Cor 14,29. Según esta regla, los cristianos se reúnen en torno a la Escritura, sometiéndose a la guía del Espíritu Santo para discernir entre todos (aunque sin obviar el ejercicio de dones específicos como los de maestros, profetas y quien preside) qué es lo que Dios pretende para el grupo.

Este principio hermenéutico es el que obviamente Driver considera el adecuado o correcto. Lo considera «bíblico» y apostólico: «la regla de Pablo». Es curioso observar que aquí, partiendo desde su compromiso previo con la Reforma Radical anabautista y su deseo de participar en una continuación contemporánea de reforma radical basada en principios parecidos a los que inspiró aquella, Driver nos propone como hermenéutica un proceso hermenéutico, sin entretenerse en definiciones teóricas previas acerca de la naturaleza de este libro que estudiamos.

Driver no ha sentido, entonces, que fuese necesario ofrecer aquí una declaración clara (y típicamente conservadora o fundamentalista) acerca de (1) la inspiración e infalibilidad o inerrancia de la Biblia; y (2) la objetividad de la Verdad como algo superior al ser humano, más allá de los procesos psicológicos, sociales y culturales (todos ellos obviamente subjetivos y relativos) por los que cada ser humano llega a lo que él  o ella puede reconocer como cierto.

En lugar de ello, Driver nos ofrece un procedimiento comunitario en el que no se sabe nada al empezar, aparte de que (1) el Espíritu nos ha convocado como asamblea, ekklesía, iglesia de Cristo; (2) estamos comprometidos con los cambios que de antemano damos por supuesto que Dios querrá traer a nuestra vida personal y social, comprometidos a obedecer a Dios, sea lo que sea que él nos vaya a revelar; y (3) es por medio de la lectura y estudio de este libro, la Biblia, que Dios nos guiará hacia ese futuro del que lo único seguro es que será distinto a lo que antes del estudio podíamos imaginar.

Bien se podría describir esta hermenéutica como (1) carismática, en el sentido de que es un don, una evidencia de la gracia de Dios, dependiendo total y absolutamente del Espíritu Santo, y (2) subjetiva, en el sentido de que la verdad no existe en un vacío como Verdad Absoluta en abstracto, sino que es dinámica, cambiante, viva, que depende de las circunstancias e identidad de quienes la buscan. La revelación de la Biblia no puede ser hallada de una vez por todas, sino que ha de ser hallada cada vez que se emprende el estudio bíblico, que actúa como guía activa de un Dios que espera ser obedecido mediante cambios radicales en su pueblo.

  • El cuarto punto viene a ser una reiteración de las mismas ideas, que Driver ahora pasa a llamar «la regla de Cristo» porque en los evangelios (Mr 16,19; 18,18-20; Jn 20,22-23) Jesús promete estar presente precisamente para un proceso de discernimiento comunitario de estas características. Aunque los textos que cita en este apartado no hablan concretamente de un «estudio bíblico» ni de «interpretación de la Biblia», Driver da por sobreentendido que aquella comunidad que se reúne con la autoridad que le confiere la presencia sobrenatural de su Señor, para solucionar los problemas concretos de obediencia y desobediencia en su seno, buscará precisamente en la Biblia las orientaciones y los conceptos de que se servirá el Espíritu para revelar la verdad necesaria para ese momento. Esto es tan importante que viene a determinar para Driver la legitimidad de la iglesia como tal: «La iglesia existe allí donde los hermanos leen e interpretan la Biblia, a fin de ser verdaderamente discípulos de Jesús y reconciliarse continuamente unos con otros en Cristo».

En la sección 1 (pp. 17-45) de Militantes para un mundo nuevo, tras situar el sermón dentro de su contexto literario en el evangelio de Mateo, Driver nos vuelve a describir una serie de avenidas hermenéuticas que él considera inadecuadas:

  • Literalismo dualista, donde la obediencia a la enseñanza de Jesús solo atañe a unos pocos cristianos heroicos, cuyo propósito es estimular a los demás cristianos a superarse dentro de lo que sea posible en la práctica.
  • Ética de intención, donde la obediencia a la enseñanza de Jesús no viene a cuento salvo en un sentido psicológico: uno desea hacer el bien, y con eso ya basta.
  • Interpretación pedagógica, donde el propósito de la enseñanza de Jesús es subrayar lo imposible que es agradar a Dios, para que reconozcamos que es necesario depender de la gracia y no de las buenas obras.
  • Ética interina, donde se parte del supuesto de que Jesús pensó (equivocadamente) que se acercaba ya entonces el fin del mundo y propugnó una enseñanza imposible de mantener a largo plazo.
  • Ética futurista, donde la obediencia queda relegada a una «dispensación» futura, ajena al presente histórico en que se encuentran los cristianos entre tanto.
  • Ética para una sociedad sencilla, donde la enseñanza de Jesús tal vez fuera práctica en sus propios tiempos, pero hoy día ya no es practicable.

Rechazadas todas estas opciones, Driver sugiere que el Sermón del Monte mismo, internamente, nos ofrece las perspectivas necesarias para su interpretación correcta. Se trata de:

  • Una ética de arrepentimiento.
  • Una ética para discípulos.
  • Una ética comunitaria.
  • Un ética de testimonio.
  • Una ética de cumplimiento.
  • Una ética de amor.
  • Una ética de exceso (donde se exige una conducta superior a la que sería normalmente esperada por la sociedad y la religión).
  • Una ética de reconciliación.

Por último (y desarrollándolo con un subtítulo aparte), Driver sitúa la enseñanza de Jesús dentro de un contexto mesiánico, del Reino de Dios ya presente entre los hombres, donde lo «imposible» se hace «posible» por el Espíritu de Dios.

Aquí una vez más, como habíamos visto ya en Comunidad y compromiso, las pautas hermenéuticas que interesan a Driver son todas prácticas, éticas: tienen que ver con la respuesta de obediencia que exige el texto bíblico.

El pensamiento de Driver es sumamente cuidadoso y detallado para impedir que quien ya de antemano otorga autoridad al texto bíblico pueda escurrir el bulto de una obediencia radical y transformadora, a la conducta exigida por la enseñanza de Jesús en el evangelio. Lo que no tenemos aquí, entonces, nuevamente, es un interés en explicar cómo es que el texto del Sermón del Monte que trae el Evangelio de Mateo viene a gozar de esa fiabilidad (como presuntas palabras de Jesús mismo) y autoridad (como mandamiento para todas las generaciones posteriores de cristianos), como para exigir que la intención de obediencia que al parecer las inspira, sea tenida en cuenta. Driver prefiere dejar eso como la presuposición de una convicción en común que comparten él y sus lectores: si el Evangelio de Mateo pone que Jesús subió a un monte rodeado por sus discípulos y demás multitud de oyentes y pronunció precisamente estas palabras, entonces eso es lo que sucedió y esas (y no otras, parecidas ni distintas) fueron las palabras que Jesús pronunció.

Tal vez esto es especialmente fácil porque se trata de palabras atribuidas a Jesús mismo. El caso es que yo suelo dar a entender exactamente las mismas presuposiciones cuando escribo sobre casi todo el Nuevo Testamento y concretamente sobre las enseñanzas de Jesús que vienen en los evangelios. Como no me cabe duda que sucede con Driver mismo, estoy al tanto de la multitud de cuestiones que atañen a la tradición oral y la redacción, recopilación, copia, edición, etc., de los documentos que conforman nuestro Nuevo Testamento cristiano. Pero frecuentemente prefiero ignorar estas cuestiones por exactamente el mismo motivo que sospecho que inspira a Driver a ignorarlas: el deseo de no distraer ante el imperativo a la obediencia que exige un proyecto de transformación radical para el individuo y para la sociedad humana, que parece haber inspirado a Jesús y a sus seguidores.

Para Driver, entonces, en Militantes aunque en otros escritos también, el reto es la divulgación de los insights —las ideas brillantes, los razonamientos profundos— que los menonitas norteamericanos a mediados del siglo XX descubrieron en el estudio del movimiento anabautista europeo del siglo XVI. Se trata esencialmente del redescubrimiento del radicalismo emocionante, a veces perturbador e inquietante, que se esconde en la enseñanza del Maestro —Jesús de Nazaret— y en todo el Nuevo Testamento.

El reto hoy día, me parece a mí, es el mismo. Con la dificultad añadida de que la sociedad en general —y a veces me temo que los cristianos en particular— no están muy seguros de que la enseñanza de Jesús interese. La sociedad moderna lo ha relativizado todo, hasta el punto que Jesús es meramente uno más en medio de una larga lista de personajes religiosos, filosóficos, políticos y embaucadores en el transcurso de la historia, que dicen ofrecer una solución para la humanidad. Mientras que en la iglesia se adora frecuentemente a Jesús como Señor y Salvador, pero se sustituye un sentimentalismo religioso allí donde correspondería un compromiso a seguir en los pasos del Maestro.

A estos últimos, los que adoran a Jesús sin seguirle, muchas veces sus dogmas tradicionales les resultan más un estorbo que una ayuda. Concretamente la seguridad con que se refugian en la inerrancia plena de la Biblia les brinda Escrituras de sobra con que rebatir el pensamiento de Jesús. De ahí la necesidad —o así lo veo yo— de moverles un poco el suelo, provocarles con el deber de reexaminar esos textos bíblicos a la luz de la Revelación perfecta del Padre que tenemos en la figura del Mesías Jesús. Aquí la cuestión no es poner en duda la inspiración de las Escrituras, sino ciertos excesos de literalismo en su interpretación, que pueden conducir a rebajar el radicalismo del mensaje de Jesús.

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