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  Nº 121
Abril 2013
 
  Dios es paz
Dios es paz

Nueve pecados de ayer, de hoy y de mañana (XII)
por José Luis Suárez
Creados a imagen de Dios

Los nueve pecados capitales tratados en esta serie de estudios son nueve caminos erróneos, que no son nada más que trampas y pasiones que nos separan los unos de los otros, de la naturaleza, del Creador, así como de nuestra propia esencia. A estos pecados también se los llama las nueve pasiones del alma.

Estos pecados tienen su origen en el relato del libro de Génesis 3,1-6. Es aquí donde nos encontramos con el tema del pecado original, término que comunica mucho menos en el mundo de hoy que el de pecado arraigado y empleado a lo largo de la serie de estudios para referirse a la fuerza del mal que toda persona lleva también en su naturaleza y que es un poder destructivo que lesiona y daña a uno mismo y a los demás. Hablar del pecado arraigado hacia el cual estamos principalmente inclinados de forma natural, es hablar del lado oscuro de la naturaleza humana, de la fuerza de maldad que toma formas personales y colectivas a lo largo de la historia de la humanidad, donde descubrimos cómo el ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor.

La consecuencia de esta fuerza destructiva no sólo lleva al ser humano a perder contacto con la naturaleza divina sino que, hace que la vida pierda su razón de ser, que no es otra que reflejar la imagen de Dios, donde todo es amor, alegría, vida plena de salud y de bienestar en el sentido más amplio de la palabra. Encontrar esta plenitud no es otra cosa que volver al relato de la creación para recobrar la imagen de Dios con la que fuimos creados.

Cada ser humano puede reflejar la imagen divina cuando por el poder transformador de Dios dejamos en un acto de fe y confianza en Dios las fuerzas destructivas que nos dominan. Jesús, tanto con su enseñanza como con su forma de vivir, es la mejor foto de esa imagen que Dios quiere para el ser humano, por lo que a modo de conclusión a esta serie de estudios, nos acercaremos a Jesús para descubrir como él encara esos pecados arraigados para transformarlos y recrear de nuevo esa imagen divina en el ser humano.

Los nueve pecados capitales se pueden agrupar en tres fuerzas destructivas, las cuales cuando se convierten en tres fuerzas de vida, pueden transformar al ser humano y todo su entorno.

Primera fuerza o triada de la imagen de Dios

La imagen de Dios en el ser humano está distorsionada por la fuerza destructiva de los pecados de la lujuria, la ira y la pereza los cuales tienen en común la agresividad y la represión cuando los acontecimientos no se desarrollan como uno espera. Si la búsqueda de la perfección y la justicia no trae los resultados deseados aparecen la ira, la represión y hasta la destrucción del otro, puesto que la vida se plantea como una batalla en la que siempre hay que ganar. En muchos momentos se llega incluso a defender que es la forma de actuar de Dios ante el mal. La exigencia, la eliminación o la evasión ante la injusticia de esta triada, tienen como eje central de su acción el poder y el dominio sobre todo aquello con lo que la persona se relaciona.

La fuerza de esta triada tiene una motivación buena, ya que la búsqueda de la perfección y de la justicia es notable y deseada por todos los humanos, pero la forma de enfrentarse a ella se aleja de los fines que se propone.

Jesús vino a hablarnos del Padre. Dijo «EL Padre y yo somos uno» (Juan10,30), por lo que las palabras de Jesús son las palabras del Padre. El deseo del Padre es que esa imagen con la que fuimos creados se manifieste cada día en nuestra vida. La propuesta en este artículo son siete tesis que vemos reflejadas en la vida y palabras de Jesús, las cuales pueden servirnos de orientación en esta primera triada para que las fuerzas destructivas de estos tres pecados —lujuria, ira y pereza— puedan ser fuerza de vida y de esperanza en nosotros, así como en nuestro entorno.

El encuentro de Jesús con la mujer samaritana que encontramos en el evangelio de (Juan 4,1-26) nos servirá de modelo para descubrir como Jesús encara este tema.

1. Dios es paz

La palabra paz, shalom en hebreo, está vinculada a las tres religiones monoteístas —judaísmo, Islam y cristianismo— y apunta en su sentido original hacia la salud, el bienestar, la protección y el compartir que es todo lo contrario al pecado de la exigencia, la agresividad y la huida. Esta imagen de paz invita a la superación de la exigencia, de la agresividad y de la huida ante el mal, de forma que desaparezcan los prejuicios de unos contra otros y en su lugar nazcan actitudes de confianza mutua y sobre todo generar por medio del diálogo y la compasión prácticas solidarias de entendimiento y cooperación entre todos los seres humanos.

En el encuentro con la mujer samaritana, Jesús rompe con los prejuicios de esta mujer con el ruego «Dame de beber». Los prejuicios de la superioridad del hombre sobre la mujer y los prejuicios de nacionalismos desaparecen con la vulnerabilidad de Jesús.

Cuando un ser humano se hace vulnerable hacia el otro aparece el milagro de la paz que permite empezar un camino nuevo entre dos personas, dos grupos, dos pueblo, realidad que no se logra con la exigencia, la agresividad y la huida.

2. Dios es misericordia

Si hay algo que Dios no quiere, es el sufrimiento gratuito y la opresión del ser humano. La exigencia, la agresividad y la huida, crean sufrimiento tanto en aquel que lo ejerce como en aquellos que lo padecen. La liberación del sufrimiento humano se consigue cuando aparece la confianza —realidad que no se logra con la exigencia, la agresividad y la huida.

En el encuentro con la mujer samaritana, Jesús propone a esta mujer el agua que le permitirá no tener más sed. Jesús se compadece de la sequedad de la vida de esta mujer, de una vida vacía, de una vida en constante búsqueda de autenticidad; y la invita a una liberación total de su vida. Jesús hace a la mujer una propuesta valiente exenta de exigencias, de agresividad y de escapismo.

3. Dios es tolerante y dialogante

Dios desea comunicarse con el ser humano y no imponerle su voluntad. La exigencia, la agresividad y la huida no facilitan el acercamiento al otro; pero sí la escucha, el diálogo y la compresión. En el encuentro con la mujer samaritana Jesús le propone una adoración en espíritu y en verdad. No vemos ni por casualidad en Jesús, el deseo de convencer a la mujer samaritana de su equivocación sobre el tema de la adoración. Jesús propone a la mujer entrar en el interior de ella misma para encontrar el verdadero lugar de adoración. La exigencia, la agresividad o el silencio como forma de huida, no permiten al otro el cambio en su manera de entender una nueva realidad; pero sí la escucha, la tolerancia y el diálogo.

 4. Dios es verdad

La verdad no se logra por medio de la exigencia, de la agresividad y la huida. La verdad aparece cuando hay encuentro con el otro, cuando con el otro se busca la forma de una convivencia que permita a todos vivir abiertos a aquello que uno solo no es capaz de ver.

En el encuentro con la mujer samaritana Jesús la confronta con su verdadero problema «Vete a tu casa, llama a tu marido y ven acá». Jesús con estas palabras toca la herida profunda de esta mujer al hacerle ver su inestabilidad relacional. Las palabras de Jesús no suenan ni a reproche ni a rechazo, sino que invitan a la mujer a reflexionar acerca de la vida vacía en la que estaba viviendo.

5. Dios es reconciliación

La reconciliación entre los seres humanos no se logra por medio de la exigencia, de la agresividad y la huida. La reconciliación es el resultado del esfuerzo realizado por medio de la fragilidad de los humanos que reconocen sus equivocaciones y su disposición a cambiar aquello que ha sido el motivo de las discrepancias. Después de la conversación con Jesús la mujer samaritana no solo está dispuesta a cambiar, sino que invita a la gente de su pueblo a conocer a Jesús.

6. Dios es diversidad

La diversidad en ningún momento implica una mirada única hacia todas las cosas que acontecen, ni hacia todo aquello que cada ser humano vive de forma diferente. No se exige al otro ser igual que uno mismo, no se agrede al otro para que cambie y deje de ser como es, no se huye del otro para no enfrentar la diversidad. La diversidad debe ser entendida y vivida como un enriquecimiento, como un regalo divino que nos permite descubrir las maravillas de toda la creación, eso que uno solo es incapaz de ver sin los demás.

7. Dios es esperanza

La esperanza es una de las fuerzas más poderosas que el ser humano tiene a su disposición en los momentos de mayor oscuridad en su vida. La esperanza no se consigue por medio de la exigencia, la agresividad o la huida. Con las palabras «Dame de esa agua», la mujer samaritana está dispuesta a tomar un nuevo rumbo en su vida, un camino diferente lleno de esperanza que le permita llenar el vacío existencial de su vida.

 
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