Camino de los Reyes
Unos olivares vistos desde la carretera que sigue el antiguo Camino de los Reyes en Jordania, que atraviesa la Moab bíblica. Noemí y su familia con toda seguridad habían seguido este camino cuando llegaron como refugiados económicos.

Un refugio para una antepasada de Jesús
por J. Nelson Kraybill

En los países de occidente hay una fiebre creciente de resistencia contra los inmigrantes. A mí me resulta, entonces, aleccionador dirigirme por la carretera que sigue el trazado del Camino de los Reyes hacia el antaño territorio de Moab, al este del Mar Muerto en Jordania. Aquí unos antepasados de David y Jesús hallaron refugio durante la era de los Jueces, cuando una sequía devastó Belén y su tierra natal (Rut 1,1-5).

Esos antepasados fueron Noemí, su esposo y dos hijos. Seguramente siguieron el Camino de los Reyes hacia Moab, porque era y sigue siendo hoy el único camino de norte a sur en la región.

La familia tiene que haberse encontrado en dificultades importantes para migrar hacia Moab, porque los israelitas detestaban a los moabitas. Según entendían los israelitas, el fundador de Moab había nacido del incesto (Gn 19,37). La Ley de Moisés decía que: «Ningún […] moabita entrará en la asamblea del Señor» (Dt 23,3) porque los moabitas habían sido hostiles cuando los israelitas pasaron por su territorio cuando se dirigían a Canaán después de salir de Egipto.

Entonces, ¿cómo recibieron a Noemí y a su familia? Parece ser que mejor que la recepción que se encuentran algunos inmigrantes en mi propio país; y la familia se asentó en Moab. Los hijos se hicieron adultos y se casaron con mujeres moabitas. Y entonces golpeó la tragedia. Primero falleció el esposo de Noemí, después sus dos hijos, dejando así tres viudas: la israelita Noemí y sus dos nueras moabitas.

Noemí decidió regresar a su Belén natal. Animó a las jóvenes a quedarse en su propia tierra de Moab. Pero la nuera Rut se aferró a Noemí y pronunció unas palabras que siempre se recordarán: «No me insistas que te deje y me aparte de ti; porque adonde tú vayas iré yo, y donde tú te alojes me alojaré yo. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios» (Rt 1,16).

Ahora tocó a los israelitas de Belén ser hospitalarios con una inmigrante. Bien es cierto que el libro de Deuteronomio dice cosas muy desagradables acerca de los moabitas, pero también instruye: «Cuando siegues la mies en tu campo y se te olvide alguna gavilla en el campo, no vuelvas para recogerla. Que sea para el extranjero, el huérfano y la viuda, y entonces el Señor tu Dios te bendecirá» (Dt 24,19).

Rut era extranjera en Belén, y Booz la dejó recoger lo que quedaba olvidado en las tierras de su propiedad. Floreció un romance y se acabaron casando; y así es como Rut la moabita vino a ser una antepasada del rey David y de Jesús (Mt 1).

En la época de Noemí y Rut no existían ni pasaportes ni visados, pero desde luego que los prejuicios sí existían. Noemí fue una refugiada económica cuando viajó por el Camino de los Reyes en dirección a Moab, y tuvo que sobreponerse a prejuicios. Si ella y su familia empobrecida hubieran tenido que esperar durante años enteros para que llegara —o no— un visado para entrar a Moab, es muy posible que se hubieran muerto de hambre mientras esperaban.

Las historias de estas antepasadas migrantes de Jesús me recuerda por qué es importante que los que seguimos a Jesús ayudemos a crear hoy día refugios para inmigrantes que huyen de gravísimas dificultades en sus países de origen, y esperan ojalá recibir de nosotros hospitalidad.


Traducido con permiso para El Mensajero, del blog del autor: Holy Land Peace Pilgrim.