Damasco
Doug y Naomi Enns en la Calle Derecha, donde se alojó el apóstol Pablo después de caer ciego cuando iba llegando a Damasco.

Cinco días en Siria
por Doug y Naomi Enns: Comité Central Menonita

Beirut, 10 de mayo — Doug y Naomi Enns han servido como representantes para el Líbano y Siria, del Comité Central Menonita (MCC, por sus siglas en inglés) desde 2014 hasta abril de 2017. Visitaron Siria entre el 29 de marzo y el 3 de abril, siendo los primeros obreros de MCC ahí en más de cinco años. Por motivos de seguridad, no se dan los nombres de los participantes en los projectos de MCC ni del personal asociado a MCC dentro del país.

Durante los últimos cuatro años, la crisis siria y los socios y proyectos que apoyamos dentro de Siria han sido una parte diaria de nuestro trabajo y nuestras oraciones. Pero por los peligros de la guerra, no hemos podido viajar ahí.

Hemos podido encontrarnos con nuestros socios cuando han visitado Beirut. Hemos enviado y recibido mensajes de texto continuamente, aprendiendo a reimaginar el fuego de morteros y los bombardeos como conciertos de música al aire libre. Hemos recibido fotos de Alepo bombardeada… y también de bebés recién nacidos del personal asociado con nosotros.

Una y otra vez nuestros socios nos han invitado a visitarlos dentro de Siria, para ver con nuestros propios ojos lo que es su vida de cada día.
Esta primavera, después de calibrar cuidadosamente la opinión de nuestros socios de que había mejorado sensiblemente la seguridad por el momento, tuvimos cinco días preciosos para hacer eso mismo. Aquí compartimos algunos de los puntos sobresalientes de ese viaje.

Damasco: Vida y destrucción

Uno de nuestros socios es la Iglesia Ortodoxa Siria. Nuestra primera noche en Damasco, el patriarca de la iglesia nos llevó a su azotea para contemplar la antigua ciudad.

A la luz de la luna podíamos observar que algunas partes de Damasco están a oscuras porque han sufrido bombardeo. En otras partes, los generadores todavía funcionan. El patriarca se disculpó de que tantas partes de la ciudad carecían de luz. Pero nosotros podíamos ver que las estrellas brillan sobre la ciudad de Damasco.

Parecía irreal el hecho de que la vida sigue en medio de la guerra, una sensación extraña que no nos abandonó a lo largo de toda la visita.

En Damasco visitamos el taller Al Mina, un proyecto para personas con discapacidad, que MCC viene apoyando desde 1998. Fue gratificante ver participantes hacer trabajos de bordado y otras manualidades con papel reciclado.

El taller ha conseguido mantenerse abierto a lo largo de la guerra y sigue trayendo a los participantes en bus, a pesar de los muchos puestos de control. Sin embargo con la guerra todo es ahora mucho más caro, y el personal del programa se las ha visto y deseado para conseguir todo lo que necesitan para mantener operativo el centro.

A principios de este año, un socio de MCC con un proyecto de educación en Irak, devolvió a MCC cierta suma indicando que habían hallado otra fuente de financiación y preferían que se destinara a otras personas con mayor necesidad. Íbamos a poder destinar esos fondos adicionales a uno de nuestros proyectos. Llamamos a la directora del taller Al Mina para discapacitados en Damasco, y nos confesó:

—Nuestro generador de electricidad acaba de averiarse. Nos han dicho que tenemos que comprar uno nuevo.

La cantidad de dinero que teníamos cubría casi exactamente lo que costó el generador nuevo, dejando un pequeño remanente para apoyar a los monitores del proyecto. Nosotros y Al Mina lo vivimos como un milagro. Era febrero, no tenían calefacción desde la avería del generador, y estaban tratando de encontrar la forma de comprar uno nuevo aunque sin fondos.

Socorro para miles

Desde el principio hemos dicho a nuestros socios que somos un canal, un eslabón entre la obra que están realizando ellos, y todos aquellos que donan a MCC para hacer posible esa obra.

El viernes pudimos sentir eso muy agudamente. Una persona de nuestro socio el Concilio de Iglesias del Oriente Medio (MECC, por sus siglas en inglés) nos llevó a sus despachos,  a un kilómetro del territorio controlado por el grupo rebelde Frente Al Nusra. Era una mañana tranquila, solamente se oía combatir muy a la distancia, como sonido de fondo. Pero hubo semanas cuando el personal de MECC guardó las distancias por los bombardeos y cañoneos.
Gracias a MCC, MECC está prestando auxilio a unas 55.000 familias. ¡Aproximadamente 300.000 personas! Y este es solamente uno de los socios de MCC en Siria.

Es un número que conocemos. Pero nos parece auténticamente asombroso encontrarnos con estos socios que están distribuyendo artículos de primera necesidad y calibrando lo que hace falta a pesar de la violencia que los rodea. Les preguntamos por qué quieren mantenerse activos en estos esfuerzos a pesar de las dificultades y el estrés.

—Nuestro trabajo ha de reflejar nuestro amor a Jesús —respondió el responsable de campo.

Nos presentaron una tarta hermosa con el logotipo de MCC, como agradecimiento por la financiación que ayuda a tantas personas, y por interesarnos en sus vidas y atender a su dolor.

En otra reunión organizada por el patriarca de la Iglesia Ortodoxa Siria, nos encontramos con un hombre de unos 50 años cuyas dos hijas fueron raptadas por el Daesh, y que recibe una ayuda mensual. Nos tomó de las manos, con llanto, diciendo ¡Gracias!, y nos contó que la ayuda de MCC lo está manteniendo con vida.

Eso es algo que oímos una y otra vez. Nos decían que están tan agradecidos por lo que hemos hecho para ayudarles a sobrevivir, pero también porque les ayudamos a vivir. Vivir supone tener esperanza, mientras que sobrevivir solamente supone ver pasar un día más. La ayuda mensual que recibe esta gente les ayuda a pensar más allá de la supervivencia del día a día. Pueden calibrar sus deudas y prever algunos de sus gastos. Saben que recibirán 50 dólares. Eso ayuda a reducir, aunque sea un poquito, la ansiedad.



El arzobispo Selwanos Boutros Al Nemeh, de la Iglesia Ortodoxa Siria, conduce por la devastada ciudad de Homs.


Al valle de Qalamun

El día siguiente salimos de Damasco hacia el norte. Vimos algunas de las zonas donde se ha combatido. Hay muchos edificios bombardeados. Los obispos se cuidaron mucho de llevarnos por ciertas carreteras específicas, por nuestra seguridad. Según avanzábamos decían: «Antes solíamos ir por ese camino, pero ahora no es seguro». No parecían darle importancia y seguíamos de largo.

Llegamos a Deir Attieh. Este es uno de los lugares donde MCC ha tenido como socios durante seis años, al Forum for Development, Culture and Dialogue (FDCD) y el Canadian Foodgrains Bank, para almientar unas 6.000 familias. Es una asociación de verdad, ya que FDCD trabaja por medio de otras organizaciones más pequeñas y locales, para la distribución del alimento.

Esta población ha doblado de tamaño por los que llegan huyendo de otras partes de Siria, como Raqqa, Deir Ezzor y Alepo. Hay personas desplazadas que viven en edificios inacabados sin ventanas ni puertas. Aquí la población es una mezcla de cristianos y musulmanes, y nos cuentan que se están conociendo mejor y trabando amistad por la obra que apoya aquí MCC.

Nos llevaron a esta iglesia. Hace más o menos un año llegó a esta región el Daesh, y dañaron mucho el exterior de la iglesia cuando atacaron la población. Algunos miembros de la comunidad musulmana local, entre ellos algunos voluntarios con el proyecto que apoya MCC y personas que reciben alimentos gracias a ese proyecto, se plantaron delante de la iglesia, diciendo que cualquiera que quiera destruir la iglesia tendría que matarlos a ellos primero.

Nos encontramos con algunas personas que han venido a Beirut muchas veces para formarse. Estar con ellos en su población, en su espacio, ver los depósitos donde guardan los víveres, conocer la obra social islámica con que colabora FDCD, ver trabajar juntos a musulmanes y cristianos en esta bonita población fue realmente emocionante.

Los cristianos de Homs

Durante días habíamos hablado con personas que han sufrido por la guerra y oíamos el tronar del combate a la distancia, pero solo habíamos visto pequeñas muestras de la destrucción. Todo eso cambió cuando el arzobispo Selwanos Boutros Al Nemeh, de la Iglesia Ortodoxa Siria, nos llevó a Homs. MCC tiene socios ahí desde hace mucho,en la educación y otros proyectos.

Mirábamos hacia un lado y el otro y todo lo que veíamos era edificios vaciados por bombas o aplastados al colapsarse los pisos unos sobre otros. Y entonces, al final de la calle, como un faro de esperanza, estaba la reconstruida iglesia ortodoxa siria.

MCC apoya un orfanato que funciona en la propiedad. En enero de 2012 huyeron todos, mientras grupos armados de oposición, detrás de la iglesia, intercambiaban fuego con las fuerzas gubernamentales, delante de la misma. Durante el combate el fondo de la iglesia, después el tejado, las aulas de escuela dominical, y también el orfanato, quedaron totalmente destruidos.

Fue una pérdida tremenda. Esta iglesia existe desde el año 59 d.C., en uso continuo excepto durante episodios de asedio. Incluso ahora, en medio de la guerra, los líderes de la iglesia y la propia congregación estaban empecinados en mantener el culto. Empezaron a reconstruir poco a poco, trabajando para restaurar el lugar de culto. Mantener el culto cristiano en este lugar tan emblemático era muy importante, por cuanto se constituía en un mensaje a la comunidad, de que los cristianos siempre han estado aquí y tienen toda la intención de quedarse.

El día siguiente, un domingo, tuvimos el honor de participar en el culto de esta iglesia histórica, fundada por el apóstol Pedro. Los obispos y sacerdotes elevan oraciones en siríaco, un idioma antiguo muy parecido al arameo que hablaba Jesús. El arzobispo Selwanos predicó ese día sobre el ciego curado por Jesús. Invitó a la congregación, cuyos miembros viven en medio de tan masiva destrucción, a ver con ojos nuevos, mientras se abren generosamente a recibir a las multitudes de desplazados de guerra que están llegando a la región.

Al ir al frente para recibir la comunión pasaban por donde estábamos nosotros en el primer banco y extendían las manos hacia nosotros en expresión de agradecimiento. Salimos con la procesión al final, y algunas ancianitas nos estrujaban las manos y nos abrazaban.

Es impresionante ver esta iglesia tan terriblemente asolada, disponerse a brindar esperanza y cuidados al prójimo. Estas son personas que a pesar de su propio dolor y duelo, se están sumando a los esfuerzos de la iglesia por prestar auxilio a los que van llegando desde otras partes de Siria. Son estos voluntarios y líderes los que están brindando el apoyo en el propio lugar, que hace posible que MCC pueda repartir ayudas mensuales, estufas, combustible y otros artículos de necesidad aquí.


Reunión
Los fieles en el culto cristiano en la iglesia histórica reconstruida en Homs.

Como una pesadilla

Esa tarde dimos un paseo por las manzanas derruidas de la ciudad histórica.

Era como una pesadilla apocalíptica. Manzana tras manzana de la más absoluta devastación. Todo destruido. Hay algunos que siguen viviendo entre los escombros, aunque los pisos superiores están en ruinas y todo alrededor está destrozado. Vimos una mujer que empujaba un cochecito de bebé por el medio de la calle. La contradicción resultaba increíble; los ojos de la mujer carecían absolutamente de expresión.

—Tenemos un refrán nuevo —observó el arzobispo Selwanos—. Nuestros cuerpos siguen andando, pero el espíritu ya no está.

Dejó escapar un suspiro muy lento y añadió:

—Lo único que podemos hacer ahora es dar esperanza.

Asegura que recibir apoyo y solidaridad de personas de fuera del país ayuda mucho a mantener viva esa esperanza. Pero sus ojos delatan cansancio y nosotros sentimos una honda sensación de desolación y vacío al regresar de nuestro paseo.

Un regreso a la vida

Fue un regreso a la vida, sin embargo. Nos esperaban los niños del orfanato para recibirnos con bailes en uno de los edificios restaurados que usa la iglesia para actividades sociales.

Después de Homs regresamos a Damasco, donde esa misma noche hubo un cañoneo bastante intenso. Mientras desayunábamos por la mañana, el vidrio de las ventanas retemblaba. Y sin embargo los niños salían alegremente para la escuela y el tráfico estaba colapsado al salir de Damasco. La vida seguía. Para nosotros es todo un milagro que en este país de guerra siga habiendo personas llenas de esperanza, que siga habiendo personas que anhelan la paz y trabajan activamente por la paz en su país.

Cuando salíamos a cenar en Damasco un día vimos una pintada en inglés que ponía: «Morir no es nada. Lo espantoso es no vivir». Esto es lo que experimentamos una y otra vez con nuestros socios sirios, especialmente los adultos jóvenes. No piensan malgastar ni un solo momento de la vida. Van a entregarse enteramente a vivir lo mejor que puedan y están dedicados a la visión de reconstruir Siria.

Fuimos a Siria para ser testigos y dar testimonio de esta determinación y esta fe. Y para compartir el pan y la sal que según un proverbio árabe es lo que nos hace una familia. Fuimos para recibir con humildad las muestras de gratitud por la obra de MCC, para poder trasmitírsela a todos los que apoyan esta obra.

Y por medio de nuestros socios, vimos la esperanza con ojos nuevos. Vimos que la vida no solo sigue presente en Siria; con un poco de ayuda, volverá a florecer.

Mennonite Central Committee (MCC) acepta donaciones por medio de tarjeta de crédito y PayPal. Las donaciones son en dólares de Canadá o EEUU (cuyo valor es inferior al euro) pero tanto las tarjetas como PayPal se encargan de calcular el cambio para cobrarnos en euros. MCC tiene obra solidaria «en el nombre de Cristo» en multitud de países del mundo. Si tiene interés en colaborar, vaya a la web mcc.org.