El Mensajero
Nº 103
Septiembre 2011
CésarGarcía

César García, Secretario General electo, habla de su trayectoria personal y su visión

Desde una «segunda conversión»,
hasta el timón del CMM

por Kathy Heinrich Wiest — Dep. de Prensa CMM, 1 agosto 2011

Como suele indicar un historiador menonita aficionado, el único apellido auténticamente menonita fue el de Menno Simons.  Todos los demás «apellidos menonitas» se han ido añadiendo con el paso del tiempo.  Después de secretarios del Congreso Mundial Menonita con apellidos como Dyck (1961-73), Kraybill (1973-90) y Miller (1990-2011), el apellido García sobresale como de vinculación reciente a la familia anabaptista.

La historia personal de César García en relación con la familia menonita comienza en Bogotá, Colombia, cuando su madre lo llevó, junto con su hermana, a varias iglesias para que decidieran a cuál asistirían.  César, a la sazón de once años, optó por la Iglesia Hermanos Menonitas Dios es Amor.  Esa elección fue el primer paso de una trayectoria personal para García, que ha llegado a valorar altamente la teología e historia de los anabaptistas y ha entregado su vida a la investigación y la misión y a dar forma a la iglesia desde una perspectiva anabaptista.

El impulso por llegar a comprender la Escritura hasta tener una fe razonada, ha sido característico de la forma de conducirse García desde lo que él llama su «primera conversión» a los 19 años de edad.  Después de unos años de adolescencia cuando rechazaba a Dios y la Iglesia, García se halló deprimido e insatisfecho por el existencialismo y demás filosofías que seguía.  «El sentimiento de vacío era enorme» —recuerda.  Presionado por su madre para que volviera a la iglesia, García asistió a una reunión de jóvenes de Dios es Amor, donde le tocó la afirmación del predicador:  «Dios no nos ve como un problema sino como un potencial en sus manos».  Medio pensando que en realidad sólo «hablaba a las paredes», García le dijo a Dios que quería sentir esa esperanza.

«El día siguiente mi vida fue diferente», recuerda.  «Decidí leer la Biblia, volver a la iglesia y empezar a buscar respuestas a mis cuestionamientos ateos».  Insatisfecho con la experiencia puramente sentimental, también se entregó a una vocación vitalicia de estudio teológico, misión e ministerio en la iglesia.

El gusto de aprender le hizo entrar en contacto con muchas tradiciones teológicas.  Como niño que asistía a un colegio privado católico, ya traía lo que aprendía a debatir con sus profesores.  «Naturalmente, salia perdiendo en todos los debates —dice, sonriendo—, pero eso me hizo ahondar en mis convicciones».

García trabajó durante seis años en una radio cristiana donde interactuaba con líderes cristianos de denominaciones carismáticas, evangélicas y tradicionales.  «Fue un tiempo de crecimiento teológico» —cuenta de aquellos años cuando enseñaba y aconsejaba mediante su ministerio por la radio a la vez que servía como pastor de juventud y anciano de la iglesia Dios es Amor.

Tras más educación formal en el Seminario Bíblico de Colombia, escuela interdenominacional en Medellín, obtuvo un Bachillerato en Teología y Biblia con un énfasis en misionología, aprendiendo las herramientas para el estudio bíblico.  Conocedor de la teología protestante, García se hallaba al borde de su «segunda conversión» —al anabaptismo.  Juan Martínez, a la sazón presidente de SEMILLA, un seminario anabaptista en Guatemala, retó a García a completar su educación con el estudio del anabaptismo.  Cuando García y su esposa, Sandra Báez, rolvieron a Bogotá para un ministerio pastoral, abordó ese reto, empezando con el libro de Juan Driver, Eclesiología Radical.  «Fue asombroso» —cuenta.  «Como caramelo para un niño».

Un año más tarde, él y Sandra fueron comisionados para empezar una congregación nueva en Bogotá, valiéndose de la oportunidad para integrar su teología recientemente descubierta, a cada aspecto de la Iglesia Hermanos Menonitas Torre Fuerte.  «Me emocionaba participar en una disciplina comunitaria y participativa, un liderazgo servicial, una hermenéutica de comunidad.  Tenía muy claro que quería esa clase de valores para nuestra iglesia nueva».  El espíritu comunitario atrajo creyentes nuevos y la iglesia empezó a medrar.

García atribuye a maestros de visita, el ayudar a los pastores colombianos obtener una comprensión más profunda de la teología anabaptista.  Uno de ellos, Mark Maker, cuenta cómo García aplicó esa teología en su nueva responsabilidad de presidente de la Conferencia HM de Colombia.  En un voto de los delegados sobre un punto muy debatido, durante una convención nacional, apenas se obtuvo el 80 por ciento exigido.  García no se dio por satisfecho con el espíritu del debate ni con la estrechez del margen de aprobación.  Invitó a los delegados que habían votado en contra, a expresar sus inquietudes con los líderes de la conferencia, y animo a todos a reflexionar, orar y disponerse a volver a votar el día siguiente.  El resultado fue un voto a favor del 94 por ciento, y además una confianza mutua renovada entre los delegados.

Por mucho que valore los ideales y principios del anabaptismo, García también aprecia su relación con la comunidad mundial anbaptista.  Algunos de los líderes en Portugal y Venezuela se encuentran ahora entre sus amigos más estrechos, gracias a su trabajo conjuntamente en la Comunidad Internacional de los Hermanos Menonitas.

Otras amistades se han ido forjando con líderes de los Hermanos Menonitas, Hermanos en Cristo y Menonitas en Colombia.  Duespués de algunos períodos de escasa interacción ni cooperación entre las tres denominaciones, «El Comité Central Menonita nos ayudó a darnos cuenta que nuestra realidad no era tan diferente y que muchos de nuestros recelos mutuos carecían de fundamento».

«Me siento llamado a eliminar suspicacias y expresar mi aprecio y respeto por las diferencias —añade—.  Existen diferencias, sí, pero eso no quiere decir que tengamos que fragmentarnos.  El cuerpo de Cristo es un organismo vivo que exige diversidad aunque también exige amor y unidad».

Uno de los puentes que García tiene claro fortalecer, es el que existe entre aquellos con un notable abolengo menonita y otros que acaban de llegar mucho mas recientemente a la fe anabaptista.  A la vez, conoce bien por experiencia propia lo que vale llegar a la fe anabaptista por convicciones y no por herencia.  «Brinda la oportunidad de sentir auténtica pasión, enamorarse de esta tradición».

«Tenemos que aprender a valorar este anabaptismo por convicción pero sin desmerecer nuestra tradición histórica.  Aprender que ambas cosas están emparentadas; no son contrarias —afirma—.  Tenemos sed de identidad.  En el anabaptismo hallamos un cuerpo que nos ofrece eso.  No sólo teológicamente sino que también históricamente».

García también quiere fortalecer la capacidad de cada cuerpo nacional de CMM para hallar y compartir su propia expresión cultural del anabaptismo.  «CMM es relevante en la medida que las iglesias de cada etnia traigan su propia identidad y teología contextualizada, en lugar de sencillamente copiar los modelos occidentales —explica—.  Cuando cada iglesia aporta lo que tiene de valor, el resultado es enriquecedor».

Preguntado sobre los valores propios de CMM, García se detuvo unos instantes, tomando nota con satisfacción de las caras que le rodeaban en la mesa donde estaban reunidos.  «Valoro a las personas que somos.  Cada uno es como un tesoro —dijo—.  Aporta formas nuevas de abordar las cosas desde sus contextos; dones diferentes, formas diferentes de entender la vida y la iglesia».

Hace un año y medio, el presidente del Comité de Búsqueda Bert Lobe llevó a García aparte después de una reunión de iglesia y le preguntó si estaría dispuesto a ser postulado como uno de los candidatos para Secretario General del CMM.  Con la humildad que le caracteriza, García pensó que había entendido mal la pregunta.  En cuanto se dio cuenta que la pregunta era real, se avino al proceso de discernimiento, hablándolo y conversándolo con Sandar y haciéndose con un grupo de discernimiento que le ayudase a determinar la dirección de Dios.  Aceptó con humildad la candidatura que resultó en su selección como el primer Secretario General que viene del hemisferio sur.

Aparte de él mismo, pocos de los que conocen a García se sorprenden.  Reconociendo sus dones de sapiencia y liderazgo, muchos han invertido en su formación y preparación para el ministerio.  Desde la congregación Dios es Amor, donde empezó dando clases de escuela dominical y liderando los jóvenes desde los quince años, hasta MB Mission (la agencia misionera de los Hermano Menonitas) y otros que le apoyaron con la economía durante su formación teológica en Colombia y EE.UU., hasta la conferencia de HM de Colombia, que hace dos años lo envió para que completara su maestría en Fresno Pacific Seminario, de California, todos, en todas partes, han reconocido su potencial para el liderazgo.

Tal vez la menos sorprendida sería Evelia, la madre de García.  Ella tenía 45 años cuando se quedó embarazada con su hijo.  El médico le dijo que por su edad avanzada, era fácil que algo saliera mal.  Ella pidió a Dios un hijo sano y como Ana con Samuel, lo dedicó a Dios para el ministerio.  García recuerda sonriendo lo aburrido que era oír a su madre contar esa historia durante sus años juveniles de rebeldía.  Pero hoy le reconforta: un recuerdo de que los dones y las bendiciones de Dios están sobre él desde su nacimiento.  Y con ese llamamiento al ministerio viene el Espíritu de Dios para guiar y dar fuerza para la labor por delante.

César García y Sandra Báez tienen dos hijas, María y Paula.  Hace poco han completado dos años de estudio en Fresno Pacific University, de los Hermanos Menonitas, California.  César obtuvo la Maestría en Teología, mientras que Sandra la Maestría en Paz y Estudios de Conflicto.  La familia reside ahora en Bogotá.

[tr. por D.B. Para El Mensajero]

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FOTO DE CABECERA (arriba izda.)

César García saluda la congregación menonita de Sung-Chiang en Taipei, Taiwan, en mayo.  A su derecha, el anterior Secretario General de CMM Larry Miller, y Joshua Chang, pastor de Sung-Chiang y antiguo delegado al Concilio General de CMM.

Foto: Byron Rempel-Burkholder