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  Nº 119
Febrero 2013
 
  Nueve pecados de ayer, de hoy y de mañana (X)
por José Luis Suárez
8º - El pecado de la pereza
 
 

pereza Es llamativo que la pereza no sea reconocida como un pecado en el seno del cristianismo. A lo largo de la preparación de esta serie de estudios he venido consultando diferentes diccionarios teológicos sobre cada uno de los pecados tratados y de todos ellos he encontrado comentarios, pero me ha llamado la  atención que en ninguno de los consultados he encontrado la palabra pereza.
Ni siquiera la he encontrado en dos diccionarios de psicología. Esto nos puede
llevar a pensar que la pereza no es un pecado, ni tan siquiera un trastorno de comportamiento.

  Solo a modo de introducción presento dos parábolas de Jesús que nos muestran de forma inequívoca el pecado de la pereza. Las diez vírgenes insensatas (Mateo 25,1-13) y el hombre que recibió un talento (Mateo 25,14-30). El reproche que reciben  por su pereza es de una magnitud dantesca. Las diez vírgenes insensatas —y perezosas— no se preocuparon de llenar sus lámparas de aceite, previendo que el novio podía volver en cualquier momento. El servidor que recibió un talento consideró que era tan poco lo que había recibido que no valía la pena negociar con el talento y lo enterró.

¿Que es la pereza?

La pereza consiste en no querer saber lo que pasa alrededor de uno mismo, no querer ver la realidad, tener una actitud resignada hacia la vida y hacia todo aquello que a uno le ocurre. Es la falta de pasión hacia la vida. Pero no solo es no querer saber lo que ocurre, sino tomar  la actitud del avestruz ante el peligro: esconderse y desaparecer de lo que está ocurriendo. «Ojos que no ven, corazón que no siente». Es ir medio dormido por la vida, es un carácter desapasionado y flemático. Es la resignación, la pasividad y el conformismo ante todo lo que ocurre. En muchos momentos es hasta olvidarse de sus propias necesidades. Es la desconexión con uno mismo, el no molestar a nadie, la renuncia al éxito, a logros y quedarse en segundo plano. Es conformarse en la vida con poco y nadar a favor de la corriente. Es no tener valor para enfrentarse a los problemas que aparecen. Es la inercia, la desidia, la pasividad, los despistes, la falta de atención y la carencia de interés. Es la pasividad total.

El pecado de la pereza o la indolencia es la falta de motivación, estar en todas partes y al tiempo en ninguna, aplazar las tareas importantes y eludir todo aquello que cuesta demasiadas energías. No es holgazanería, es mas bien el deseo de no dejarse afectar por lo que ocurre.

Hablar del pecado de la pereza es hablar de apatía y dejadez. En muchos momentos la actitud hacia la vida es: Esto no merece tanta energía o molestia. El lema de este pecado es ¡Tranquilízate y descansa! Cuando la vida exige compromiso, el perezoso se aparta. Ante situaciones en las que se requiere una acción, el perezoso se desentiende. Es una estrechez de intereses.

Muy raramente a la persona dominada por este pecado se le ocurre dar un primer paso. Es la tibieza, la bella durmiente en un estado de sueño continuo. El refugio del sueño es la gran tentación del perezoso que sueña que las dificultades se resolverán por si solas. Si no sucede nada alrededor suyo, puede quedarse dormido de repente incluso a plena luz del día.

2. Las consecuencias de la pereza

El perezoso llega a convencerse de que las situaciones difíciles acabarán resolviéndose de forma milagrosa, lo cual  le conduce a la desconexión de la realidad porque se engaña creyendo que todo se solucionará.

En situaciones en las que hay que actuar, decidir y comprometerse, el perezoso tiende a la comodidad y eludir lo que ocurre. No hace mucho una persona me decía: «En mi trabajo, me paso meses sin expresar ni una sola queja. Aguanto agresiones de todo tipo e invasión de mi espacio personal por parte de una compañera de trabajo del mismo grado de profesionalidad que yo misma».

A pesar de su gran capacidad de adaptación y de conexión, la persona perezosa reprime agresividad por miedo al conflicto. Como no es capaz de enfrentarse al mundo exterior, opta por una resistencia pasiva, un silencio agobiante que irrita  y confunde a las personas que están a su lado.

La tendencia del perezoso es retirarse del campo de batalla. No le interesa la lucha ni el enfrentamiento. Debido a que  tiene dificultades para emprender iniciativas y le cuesta comprometerse, evita situaciones difíciles y conflictivas. Duda, vacila, aplaza todo para más tarde. Es una tarea difícil para este tipo de personas llevar a término los proyectos empezados.

A pesar de que con este tipo de personas la mayoría de los humanos  nos  encontramos muy a gusto, son grandes sufridoras ya que suelen estar disponibles las 24 horas del día para todo aquel que las busca. En la vida de matrimonio esta disponibilidad y atención para que el otro se encuentre bien, puede muy fácilmente identificarse con una Geisha (joven japonesa entrenada para entretener a los hombres con su conversación, su música y su danza).

La actitud de agradar al otro y no manifestar  lo que se siente puede llegar a tal  límite, que si se le ofende o se le ataca, se disculpa y además da un beso a la persona que le ha tratado mal.

La persona dominada por este pecado aguanta todo lo que sea, hasta puede sonreír y afirmar que no pasa nada. Lo peor de esta actitud, es que es sincera y se cree que de verdad no pasa nada.

Vivir a través de las necesidades de los demás y muy a menudo no manifestar su malestar ante situaciones conflictivas, a lo largo de la vida pasa factura. La agresividad pasiva se va durmiendo, se reprime la rabia y el enojo se almacena en las profundidades de su ser para evitar el sufrimiento. El sufrimiento puede continuar vivo durante mucho tiempo y explotar cuando menos lo imagine la persona y además de forma inoportuna y sin causa aparente.

 
  mansedumbreEs una evidencia que a muchas personas el pecado de la pereza les parece un pecado tan leve que incluso llegan a convencerse de que la pereza es hasta una virtud ya que se puede considerar un antídoto para un mundo obsesionado por la competitividad, por la codicia y por la rapidez, un mundo donde reina el estrés.  Si se llega a tal extremo de considerar la pereza una virtud, las consecuencias serán la
claudicación, la sumisión, el desinterés a todo lo que  acontece y la pérdida de
sentido de la vida.
 

3. Patrón bíblico de la pereza

El patrón bíblico más significativo lo encontramos en el profeta Jonás, el hombre que se convierte en profeta en contra de su voluntad. Jonás recibe la misión de Dios de anunciar el castigo divino a la ciudad de Nínive. Jonás quiere eludir esta  misión y se embarca en dirección opuesta a donde debía ir. Más tarde una gran tormenta azota el abarco mientras Jonás duerme en lo más profundo del mismo. Todo el libro de Jonás es la historia fascinante de un hombre que lucha contra su propio destino. Jonás, un hombre con grandes dones proféticos, pero al que la pereza y el poco interés por otro pueblo que no sea el suyo, lo lleva a vivir situaciones límites y de gran sufrimiento.

El psicólogo Abraham Maslow hablaba de aquellas personas que eluden los compromisos que se les presentan en la vida.  Denominaba esta actitud «El síndrome de Jonás».

4. Respuesta divina a la pereza

«El que quiera salvar su vida, la perderá», dijo Jesús (Mateo 10,39). El proceso de cambio de la persona perezosa y carente de energía es necesario para tener una vida plena, satisfactoria y llena de sentido.

La respuesta divina al pecado de la pereza es la entrega incondicional y la necesidad de descubrir una causa para vivir. Es usar los dones que Dios le ha dado para cumplir su misión en esta vida. Si bien es verdad que todo ser humano tiene una misión que cumplir, la persona perezosa es la que más consciente debe estar de esta misión para poder vivir una vida en plenitud. Si esto ocurre, es capaz  de amar de forma incondicional a cualquier tipo de persona, ya que su don de amabilidad y de aceptación de los demás sin prejuicios le facilita esta misión.

La liberación del pecado de la pereza  permite a estas personas comprometerse con la paz en el mundo y la armonía entre los seres humanos. La persona que ha salido de la espiral de la pereza se convierte en excelente mediadora y pacificadora. Es un don que busca un mundo de paz y armonía. Su aura pacífica desarma al más pintado porque despierta confianza, seguridad y una fuente inagotable de serenidad y esperanza.

5. Para poder ir más lejos con esta reflexión

¿Qué puede hacer una persona dominada por el pecado de la pereza?

  1. Leer los evangelios y anotar los pasajes en los que Jesús transfiere tareas por cumplir a las personas que le escuchan y le siguen.
  2. Redactar en un proyecto la declaración de misión para dejar claro donde uno se dirige y por qué.
  3. El concepto romántico de vivir la vida sin metas es una falsa promesa para un perezoso.

O este hombre está muerto, o a mí se me ha parado el reloj (Groucho Marx).

Tras la cosecha el perezoso no ara, luego busca en tiempo de siega y no hay nada (Proverbios 20,4).

El perezoso dice: «Afuera hay un león, me matará en medio de la calle» (Proverbios 22,13).

 
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