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  Nº 124
Julio-Agosto 2013
 
  Diccionario de términos bíblicos y teológicos


anticristo — Persona que niega que Jesús es «el Cristo», es decir, el ungido de Dios.

El término anticristo se desglosa fácilmente en dos componentes: Por un lado tenemos la palabra Cristo, que significa «ungido». Por otra parte tenemos el prefijo «anti», que tiene idéntico significado en griego que en castellano.

Esta palabra es rara en el Nuevo Testamento. Aparece en tres lugares en las cartas de Juan:

Nenes, ha llegado la última hora y tal como habéis aprendido que viene el anticristo, ahora también muchos se han vuelto anticristos —de donde sabemos que ha llegado la última hora. De nosotros han salido aunque no eran de los nuestros: porque si fuesen de los nuestros habrían permanecido entre nosotros; para que se vea que no son todos de los nuestros. Vosotros también tenéis unción del Consagrado y todo sabéis. No os he escrito porque no sepáis la verdad, sino porque la sabéis y porque no es cierto lo que es mentira. ¿Quién es el mentiroso, si no es el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo: el que niega al padre y al hijo. Cualquiera que niega al Hijo tampoco tiene al Padre; el que se reafirma en el Hijo también tiene al Padre (1 Jn 2,18-23).

Aunque Juan habla de «la última hora», está claro que no se refiere a un futuro lejano —a eventos que acompañan el fin del mundo— sino al presente: su presente de Juan y sus lectores, hace dos mil años. El «anticristo» no es que vendrá en el futuro, sino que en lugar de ser uno son muchos y ya están aquí. Concretamente, parecería que serían todos aquellos que habiendo empezado a seguir a Cristo, se han apartado de la comunidad cristiana y ahora sostienen que Jesús no es el Hijo del Padre. Anticristos de estos tenemos también en nuestra propia generación: siempre los ha habido y siempre los habrá. Porque nunca faltan los que pretenden «tener al Padre» —relacionarse directamente con Dios— sin tener al Hijo. Es decir, sin querer molestarse en aprender de Jesús, de sus enseñanzas y del ejemplo de su vida y su muerte a favor de sus enemigos (que éramos todos nosotros).

Aquello de «la última hora», por cierto, puede tener otros sentidos que no solamente el temporal. Puede significar «la hora más baja, la más triste, la menos deseada». Eso no queda tan claro en castellano como en griego. Tal vez habría que poner en nuestras traducciones «la hora extrema», expresión que podría entenderse en este otro sentido.

Amados, no creáis a todos los espíritus. Al contrario, juzgad los espíritus, si son de Dios, por cuanto han salido al mundo muchos profetas de mentiras. En esto reconocéis el Espíritu de Dios: cualquier espíritu que confirma que Jesucristo ha venido en carne, procede de Dios. Mientras que cualquier espíritu que niega a Jesús, no procede de Dios —y este es el anticristo. Ya teníais oído que viene. Y ahora ya está en el mundo. Vosotros, nenes, procedéis de Dios, y los habéis derrotado, porque es más fuerte el que está en vosotros que el que está en el mundo (1 Jn 4,1-4).

Aquí también, el «espíritu de anticristo» ya está presente entre la humanidad, desde la era apostólica y hasta hoy. No hay que temerlo, por cierto, por cuanto ya lo hemos derrotado al creer en Cristo y tener su Espíritu en nosotros. Quien —como nosotros— está en esa condición, no puede caer en la trampa de negar a Jesús. Es importante observar, una vez más, que el meollo del asunto no es negar a Cristo… sino a Jesús. ¿Y cuál es la diferencia? Jesús fue el hombre de carne y hueso, el hijo de María que pateó el polvo de los caminos de Galilea con sus discípulos. Ese hombre, sus palabras y parábolas, sus ejemplos y el ejemplo de su conducta, es lo que no podemos renunciar.

Muchos engañadores salieron al mundo, personas que niegan que Jesús es Cristo, habiendo venido en carne. Esta persona es el embustero y el anticristo. Atentos, no sea que echéis a perder lo conseguido en lugar de recibir la recompensa entera. Cualquiera que pretende ser guía pero no se ciñe a la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios. El que se ciñe a la enseñanza, ese tiene al Padre y al Hijo (2 Jn 7-9).

Una vez más vemos la importancia de que Jesús es el Cristo —el ungido de Dios. Una vez más vemos que lo que interesa en particular de Jesús es su enseñanza —es decir, sus parábolas y explicaciones acerca del gobierno de Dios y cómo hemos de vivir para agradar a Dios. Una vez más, no hay nada aquí sobre el futuro, sino muy cuerdas advertencias acerca de realidades presentes.

Resumiendo: Anticristos podríamos acabar siendo cualquiera de nosotros, si infravaloramos las enseñanzas de Jesús y sin embargo pretendemos estar en relación con el Padre.

 
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