bandera
PortadaQuién somosImprimirNúmeros anterioresSuscripciónDiccionarioContactarblank
  Nº 134
Junio 2014
 
  Jesús, ¿el mejor de los hombres?
Julián Mellado
Cristo de Dalí
  Salvador Dalí, 1951
Cristo de San Juan de la Cruz

Un buen amigo agnóstico me preguntaba si realmente yo pensaba que Jesús de Nazaret era el mejor de los hombres que hayan existido jamás. He intentado responder de la mejor manera, aunque de una forma breve. Comparto con vosotros mis razones.

Indudablemente no conozco a todos los seres humanos que han existido. Pero de los que tenemos «noticias», considero a Jesús realmente incomparable. Y tengo varias razones (aunque puede que sean válidas sólo para mí).

1. En primer lugar debemos situar a Jesús en la Palestina del siglo I. Conocer bien las condiciones sociales de aquella sociedad es imprescindible. Es una lástima que el hombre Jesús de Nazaret haya sido cubierto con todos los oropeles de la religión hasta quedar desfigurado. Hoy las investigaciones del «Jesús histórico» han avanzado enormemente y podemos hacernos una idea aproximada de quién fue este Maestro de Vida. Lo que descubrimos es asombroso y explica por qué luego los cristianos le acabaron atribuyendo todos esos títulos, en un intento de comprender el misterio que habitaba en él.

2. Jesús no dijo cosas totalmente nuevas, sino que las dijo de una manera nueva. Y se jugó la vida por ello. Lo que estaba arriba lo puso abajo y viceversa. Dio dignidad a los que se conocía como «pueblo de la tierra». Eran aquellos que ignoraban la Ley de Moisés y eran despreciados por los sabios de Israel. Llamó a una mujer enferma «hija de Abraham», título solo reservado para los hombres. Los niños no tenían derechos hasta los 12 años. Jesús dijo: «De tales es el reino de los cielos».

Derribó barreras étnicas. Se dejó enseñar por una mujer sirofenicia. Mujer y pagana. Dijo de un centurión politeísta, que nadie tenía más fe que él en todo Israel. Y todo porque buscó ayuda porque amaba a su siervo.

Dignificó a las prostitutas, diciendo que son las que van delante de los religiosos al reino de Dios. Dijo que el sábado no era sagrado sino que lo sagrado es el ser humano. Para él todos eran dignos, sin importar su religión, sexo o condición. Hizo de la compasión, la libertad y la justicia sus grandes principios. Encarnado en un siglo lleno de violencias y desprecios, se negó a emplear la violencia. Se ocupó de los leprosos, que eran considerados «malditos de Dios», y los tocó. (Eso, según la Ley, lo convertía a él en impuro.)

Les habló de un Dios diferente, que no estaba en un lugar sagrado sino en el corazón de los hombres. Y les dijo que ese Dios era «bueno», revelando la idea de que Dios no es una amenaza para el hombre sino su gran aliado. Sea lo que sea Dios, con Jesús aprendemos a identificarlo con lo bueno.

3. Leyendo el episodio de la mujer adúltera (Juan 8,1-11) vemos la esencia de lo que fue este hombre.

4. Además fue un fermento de una nueva manera de pensar. Los derechos de los pobres, de los sin voz, de las mujeres, de los niños, se originan con él a nivel social. Buda era compasivo, sin duda (le admiro mucho) pero propugnaba más bien un retiro de la sociedad, una salvación muy interior y personal. Jesús se enfrentó a lo que deshumanizaba a los seres humanos, jugándose la vida. Pudo huir cuando las cosas se ponían mal pero se mantuvo fiel a la verdad que proclamaba. Y lo hizo hasta el final. Con Jesús se inicia en el pensamiento la idea de la muerte del inocente. Los judíos pensaban que el que era fijado a una cruz, es que había sido maldecido por Dios. Pero con Jesús esto se derrumba. Cada vez iba creciendo la conciencia de que ese profeta, ese maestro, era realmente bueno y no podía ser maldecido por Dios. Recordaron cómo hablaba de su Abba bondadoso. Jesús creó una nueva conciencia.

Estas y otras razones me hacen ver que realmente con Jesús de Nazaret comenzaba algo nuevo. Los cristianos le han traicionado muchas veces. Aunque también hubo quienes le fueron fieles. Ahora bien, si nos ponemos hoy «a su escucha» o comprendemos lo que revela su historia, algo puede resurgir otra vez con fuerza. Es lo que él denominaba el Reino de Dios.

Nos toca a nosotros re-suscitarlo en nuestro contexto histórico, comprendiendo que aquellos principios por los cuales vivió y murió, siguen siendo esenciales para nuestro mundo hoy.

 

Otros artículos en este número:


Portada: Nº 134


imprimir Descargar para imprimir

Ver números anteriores de
El Mensajero


Suscripción (gratis)


EME 2014

Copyright © mayo 2014 - Anabautistas, Menonitas y Hermanos en Cristo - España