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sabiduría
— Virtud por la que las personas pueden pensar y conducirse en todas las circunstancias, de una manera prudente y acertada, consonante con el objetivo de vivir con contentamiento y paz interior, relacionándose armoniosamente con Dios, con el prójimo y con el medioambiente.

En la colección de la Biblia Hebrea, a la que se ciñe la tradición evangélica, el exponente de sabiduría bíblica sería el libro de Proverbios. En la colección del Antiguo Testamento griego, que siguen los ortodoxos y católicos y algunos protestantes, se añaden también los libros de Sabiduría (de Salomón) y de Eclesiástico (Ben Sirá [Sirac]). Los libros de Job y Eclesiastés integran también la colección bíblica de sabiduría; el primero porque constituye una exploración sobre el problema del sufrimiento de los inocentes; y el segundo, porque predica la filosofía de carpe diem, disfrutar de la vida hoy porque no se sabe lo que traerá el mañana.

La cuestión de la sabiduría es, sin embargo, mucho más importante en la Biblia que lo que daría a entender este catálogo tan escueto de obras «sapienciales». Proverbios no duda en considerar que Sabiduría (Jocmá, Sofía) fue la primera y más esencial colaboradora con Dios en la creación del universo; y el arranque del evangelio de Juan nos lleva a entender que Jesús es la encarnación corporal de Sabiduría, esa colaboradora indispensable de Dios en todas sus obras.

No sería en absoluto descabellado entender la Biblia entera como una colección que desde el principio hasta el fin, desde Génesis hasta Apocalipsis, enseña conceptos de sabiduría. La Biblia entera enseña cómo vivir en armonía con el prójimo, con la naturaleza y por supuesto, con el propio Dios, que es el que da sentido a nuestra existencia. «El punto de arranque de la sabiduría es el temor al Señor. El conocimiento del Santísimo es inteligencia» (Pr 9,10). Esto vendría a sugerir que todos aquellos otros libros de la Biblia, donde se puede observar la actividad de Dios y conocer lo que él manda, es ante todo sabia instrucción, cuyo conocimiento nos hace sabios.

El Pentateuco, los primeros cinco libros de la Biblia, se conoce en hebreo como la Torá —es decir la Instrucción. Su función no es en primer lugar informarnos sobre cosas que sucedieron en un pasado remoto, ni servir como Ley o legislación divina, sino instruirnos en sabiduría, para que sepamos cómo quiere Dios que vivamos los seres humanos. Sus historias son hondamente aleccionadoras porque vemos las consecuencias que vienen de las diferentes actitudes que tienen las personas y las diferentes conductas que adoptan. Saber medir adecuadamente las consecuencias de nuestras acciones, es desde luego una de las mayores evidencias de sabiduría. «La sabiduría empieza por temer a Dios. Gran comprensión demuestran los que los cumplen» [es decir, que cumplen sus mandamientos] (Sal 111,10).

La Torá, por cierto, como toda la Biblia, también nos instruye sobre la otra cara de la realidad de Dios, que es su amor eterno, misericordia, perdón y gracia. Aunque Dios muchas veces nos abandona al infeliz desenlace de nuestras actitudes y acciones, otras muchas veces interviene para que los resultados no sean todo lo desastrosos que merecíamos. Es también sabio, por consiguiente, saber apelar a la gracia y el perdón de Dios.

Una función parecida a la de la Instrucción, es la que tienen los relatos de la historia de Israel, los Salmos, y las palabras de los profetas. Como así también son sabias las palabras y conducta que ejemplificó y enseñó Jesús en los evangelios, y las instrucciones para las iglesias en las cartas de los apóstoles; y lo que aprendemos del Apocalipsis sobre la victoria final del bien sobre el mal. Todo esto es de enorme sabiduría.

La sabiduría bíblica tiene cuatro aspectos, que están entrelazados entre sí y son inseparables:

En primer lugar tenemos la sabiduría en relación con Dios: la justa reverencia, adoración y humildad personal frente a nuestro Creador y Juez.

En segundo lugar tenemos la sabiduría en relación con el prójimo, las personas con quienes convivimos y que pueden alegrar nuestras vidas o amargárnoslas, según sepamos o no tratarlas como es debido.

Después tenemos la sabiduría en relación con el medioambiente en este planeta Tierra, de lo que depende no solamente nuestra supervivencia personal, sino la de la raza humana en general. De esto último también trata la Biblia, aunque la teología tradicional no se venía fijando en ello hasta últimamente, cuando empezamos a darnos cuenta lo importante que es.

Y por último está la sabiduría en relación con uno mismo: entender nuestras motivaciones y permitir que el Espíritu de Dios nos ayude a alcanzar la paz interior.

—D.B.