Getsemaní
Jesús ora en Getsemaní.

Ahora entiendo el evangelio (14/24)
Por fe y para fe
por Antonio González

En el capítulo anterior hemos mostrado que la justicia de Dios, de acuerdo con las Escrituras, no consiste en retribución. También hemos comenzado a considerar por qué Pablo afirma que la justicia de Dios se revela en el evangelio. Y es que, para entrar en el pacto con Dios no se necesita cumplir la Ley de Israel, sino que basta con adherirse al Rey y Mesías de Israel. Es decir, es suficiente con creer que Dios estaba en Jesús, reconciliando el mundo consigo, y reconocer de corazón que Jesús es el Mesías, y el Señor.

Según Pablo, en el evangelio se revela la justicia de Dios, y se revela «por fe» y «para fe» (Ro 1,17). ¿Qué quiere decir esto?

1. Justicia por fe

En primer lugar la justicia «por fe». La palabra griega para fe (pístis) también puede traducirse como «fidelidad». Además, la expresión que se traduce como «por» se podría traducir también como «desde» o «a partir de». Podríamos entonces decir que la justicia de Dios se revela «desde la fidelidad» (ek písteos). Pablo posiblemente está hablando de la fidelidad de Dios. La justicia de Dios se revela a partir de la fidelidad de Dios.

Dios ha mantenido la fidelidad a sus promesas, y a su pacto, a pesar del rechazo de la humanidad hacia él. Dios ha sido paciente, no para terminar descargando su ira sobre Jesús, tal como a veces se piensa. Esto no lo dice la Escritura en ninguna parte. Dios ha sido paciente para finalmente manifestar su justicia en Jesús (Ro 3,25-26). La justicia es fidelidad de Dios al pacto, y en base a su fidelidad al pacto, Dios ha manifestado en Jesús su justicia.

Ahora bien, ¿cómo se manifiesta la fidelidad de Dios? Lo maravilloso es que la fidelidad de Dios se muestra precisamente en la fidelidad de Jesús. De hecho, éste sería el sentido de la expresión «fe de Jesús» o «fe del Mesías» (pístis toû Khristoû), que nos encontramos repetidamente en los escritos de Pablo (Ro 3,22.26; Gal 2,16; 2,20; 3,22; Flp 3,9; Ef 3,12 y 1 Tm 3,13). A veces, estos textos se han traducido como «fe en Cristo». Pero en principio estos textos hablan más bien de la fe o fidelidad de Jesús.

Evidentemente, Jesús fue creyente, y esperó contra toda esperanza, hasta la muerte y muerte de cruz. Y, al hacerlo, Jesús representó a Israel, y a la humanidad entera, siendo fiel donde otros habían fallado. Al mismo tiempo, en la cruz, Jesús mostró la fidelidad de Dios a sus promesas para Israel, y para la humanidad entera. Dios no rechazó a quienes le rechazaban hasta el extremo de matar a Jesús. En Jesús, el ser humano, representado por Jesús, fue fiel a Dios; y al mismo tiempo, en Jesús, Dios fue fiel a la humanidad.

2. Justicia para fe

En segundo lugar, en el evangelio la justicia de Dios se muestra también «para fe». Es decir, para la fe de los creyentes, discípulos de Jesús. Cuando los cristianos creen que Dios estaba en el Mesías, reconciliando el mundo consigo, quedan liberados de la vana pretensión de justificarse a sí mismos mediante los resultados de sus propias acciones. Como vimos, la lógica retributiva fue anulada por Dios en Jesús.

Además, al creer en Jesús, los creyentes lo reconocen como resucitado, y como sentado a la derecha de Dios. De este modo, los creyentes reconocen a Jesús como Señor. Y, al reconocerlo como Señor, quedan puestos bajo su soberanía real. Es decir, al reconocer que Jesús es el Mesías, nos hacemos sus súbitos, y pasamos a formar parte de su pueblo. Dicho en otras palabras: entramos en el pacto. Y al entrar en el pacto, somos hechos justos. La justicia es, como hemos visto, fidelidad al pacto. Por eso, ser justificado significa ser admitido en el pacto. Precisamente por eso somos «justificados por la fe». Esto es precisamente lo que nos dice Pablo concisamente:

Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesús el Mesías, nosotros también hemos creído en Jesús el Mesías, para que fuésemos justificados por la fe del Mesías, y no por las obras de la ley; por cuanto por las obras de la ley ninguna carne será justificada (Gal 2,16).

3. Para nuestra justificación

Ahora podemos ver de nuevo la importancia de la resurrección de Jesús para que se pueda hablar de evangelio. El evangelio llega por la fe, porque la fe en el Mesías es la adhesión a una persona viva. Al adherirnos al Mesías, pasamos a formar parte de su pueblo. Entramos en su pueblo, no por cumplir con la Ley, sino por nuestra vinculación al Mesías.

Entrar a formar parte del pueblo del Mesías es lo mismo que entrar en el pacto de Dios con su pueblo. Ahora bien, insistamos una vez más, la justicia consiste precisamente en fidelidad al pacto. Dicho en otros términos: entramos en el pacto de Dios con su pueblo, somos fieles al pacto, cuando creemos en el Mesías, cuando nos adherimos a Jesús como nuestro Señor.

Por eso mismo, no es suficiente con que Jesús haya muerto por nuestros pecados. En algunas presentaciones del evangelio solamente es importante decir que Jesús murió. Sin embargo, la justificación requiere la entrada en el pacto de Dios con su pueblo, y esta entrada solamente es posible, para quienes no son judíos, mediante la adhesión a Jesús como nuestro Mesías. Por eso dice la Escritura que Jesús, nuestro Señor…

… fue entregado por nuestras transgresiones y fue resucitado por nuestra justificación (Ro 4,25).

Dicho en otros términos: sin resurrección no hay Mesías, y sin Mesías no hay rey a quien adherirse, y sin rey a quien adherirse no hay entrada en el pacto para los que no son judíos, y sin entrada en el pacto no hay justicia. ¡Sin la resurrección no hay justificación por la fe!

4. Para la reflexión

  • Lee Gálatas 3,1-14.
  • Pablo dice que, si la justificación fuera por la ley, Jesús sería maldito.
  • Desde el punto de vista de la lógica retributiva, toda persona fracasada se merece su destino. ¿Qué dice la lógica retributiva sobre Jesús crucificado?
  • ¿Qué nos introduce en el pacto con Dios? ¿La fe o las obras de la ley?