El Mensajero
Nº 102
Julio - Agosto 2011
Xativa

Nieves y Carmen

Guerra Civil española. Una ciudad es bombardeada, Játiva, en la provincia de Valencia. Dos niñas sobreviven a la barbarie. No se conocen. Están en el mismo lugar en la misma hora. Se llaman Nieves y Carmen. La primera es la madre de mi amigo José Luis Suárez, la otra es mi propia madre.

Más de setenta años después en una visita a José Luis, hablo con Nieves de 89 años. Y me cuenta una historia que yo ya había oído por boca de mi madre. El bombardeo de Játiva. Me cuentan lo mismo, los mismos detalles. De pronto me viene a la mente, que José Luis y yo existimos porque estas dos niñas sobrevivieron a la misma terrible experiencia. Cuando se lo cuento a mi madre se queda asombrada y yo profundamente emocionado. ¿Por qué sobrevivieron y en consecuencia existimos José Luis y yo? Podríamos decir que porque Dios lo quiso así. Pero entonces eso significaría que los que murieron y no tuvieron descendencia es porque Dios también lo quiso. Me parece una idea cruel, inhumana y arbitraria. En cambio, si Dos es origen y fundamento de la vida, entonces de una manera personal le doy gracias por la vida de estas dos niñas. Porque en su caso, la vida triunfó.

Eso no deja de interrogarme por el sentido de la existencia. La vida de cada persona es demasiado compleja como para definirla en unas pocas frases. Esas niñas crecieron en una España devastada. No sólo superaron una guerra sino que encontraron un coraje de vivir. Conocieron a nuestros padres y nos dieron un futuro a la vez que iban creando el suyo. Apostaron por la vida, conocieron la emigración, el sufrimiento, la desazón de llevar una familia para adelante. Puedo ver ese dinamismo creador de Dios en el rostro de estas, hoy ancianas, llenas de vida. Todavía hoy cuando hablo con ellas, se perfila entre sus ojos cansados una valentía y un triunfo.

No puedo dejar de pensar en nuestros mayores, expertos en lo vivido, que representan gran parte de lo que somos. Ya nadie les escucha, porque nos creemos más sabios. Pero en todo esto discierno una lección. Dios no aparece sólo cuando tomé la decisión de ir a su búsqueda. De una manera misteriosa y extraña, él está en los entresijos de las vidas personales. Nieves y Carmen son el símbolo del amor entregado a sus hijos. El legado de un compromiso. El desafío de hacer digno aquel recuerdo de dos niñas que no se conocieron pero que sobrevivieron, haciendo posible que sus hijos José Luis y Julián se encontrasen . Este mi reconocimiento y homenaje a Nieves y Carmen. Y junto a nuestros padres (de José Luis y mío) decirles: Gracias.

—Julián

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