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  Nº 115
Octubre 2012
 
  beso

La tragedia de un traidor
por Julián Mellado

Hoy diríamos que Judas Iscariote tiene mala prensa. Su nombre parece estar maldito. Se utiliza como insulto. Nadie llama Judas a un niño recién nacido. Dante lo sitúa en lo más profundo del infierno. Tenemos algunos indicios de la vida de este hombre que ha pasado a la posteridad como lo peor del género humano. ¿Pero es justo tanto desprecio? ¿Y si se nos hubiera pasado por alto algún matiz de su historia que atenuase esa imagen de vil traidor?

La información sobre Judas nos viene principalmente de los evangelios. Pero quizás la imagen más terrible de este discípulo de Jesús la encontramos en el evangelio según San Juan. Este evangelio escrito a finales del siglo I, nos presenta al Iscariote como una persona perversa mucho antes de su famosa traición. En una ocasión, seis días antes de la Pascua, encontrándose  Jesús y sus discípulos en casa de Lázaro, una mujer derramó un perfume caro sobre los pies del Maestro y los secó con sus cabellos. Un gesto de afecto, de devoción y de gratitud que llenó la casa de una dulce fragancia. Entonces Judas reacciona, contra esa mujer, por el inmenso coste del perfume que se podría haber empleado en ayudar a los pobres. Pero el autor escribiendo al final del siglo I nos desvela que: En realidad, a él los pobres lo traían sin cuidado; dijo esto porque era ladrón y, como tenía a su cargo la bolsa del dinero, robaba de lo que depositaran en ella ( Jn 12,6).

Pero nadie se percató entonces, ya que en la misma última Cena, al parecer al ver que Judas se iba, todos pensaban que iba a hacer alguna donación a los pobres como era costumbre en tiempos de Pascua.

La «demonización» había comenzado. Todo el mundo sabía que era quien había «entregado» a Jesús, ahora se desvelaba que había sido siempre un ladrón y faltaba algo que representara el «mal absoluto»: Judas es la única persona de la que se dice que fue poseído por Satanás mismo. En esa Cena, Jesús dio un bocado de pan al Iscariote : Y tras el bocado, Satanás entró en él (Jn 13, 27).

Mayor perversidad no es posible. ¿Ocurrieron así las cosas? O estamos asistiendo a un desarrollo de la imagen de Judas cada vez en un sentido más negativo, que pudiera tener otras implicaciones, ya que este evangelio se escribió en una época de ruptura entre la Sinagoga y la Iglesia?

Sería interesante observar qué es lo que dicen de este personaje los otros tres evangelios. No hay duda que hablan de él como aquel que «entregó» a Jesús. No hay nada en cuanto a que era ladrón, ni que Satanás lo poseyera.

La fuente primaria sería el evangelio según Marcos, que es muy escueto, dando poca información adicional al margen de la llamada traición. Pero Mateo que toma como referencia este evangelio añade unos matices muy interesantes que podrían atenuar algo la imagen de Judas. No le quita la responsabilidad de haber entregado al Maestro a las autoridades religiosas de Jerusalén. Pero hay algo inquietante en lo que dice.

En Mateo 26, 14-16, vemos a Judas negociando la entrega de Jesús. A cambio de su colaboración, le entregan 30 monedas de plata que era el precio que se daba a un testigo o colaborador por «entregar a alguien». Estas palabras no siempre tenían un significado negativo.

Como sea, el Iscariote participa en ese extraño «negocio». ¿Por qué lo haría?

Algunos eruditos piensan que Judas se decepcionó con Jesús, ya que pensaba que sería un mesías que liberaría Israel del yugo romano. El nombre de «Iscariote» se referiría en este caso al puñal que empleaban algunos de los rebeldes en la lucha. Judas sería una especie de «zelote» que depositó en Jesús sus esperanza de conseguir un reino judío independiente. Pero Jesús iba por otro lado. Su reino era diferente. Y sobre todo era no violento. Quizás Judas se sintiera profundamente herido cuando vio a su Maestro alabar la fe de un centurión romano.

Lo que está claro es que pensó actuar al margen de Jesús, a sus espaldas, y revelar el lugar de reunión del grupo del Nazareno. La historia es conocida, y otro gesto de Judas ha pasado a la memoria colectiva: su beso en el huerto de Getsemaní.

Pero el autor de este evangelio nos da un detalle que revela algo más.

Entre tanto, Judas, el que lo había entregado, al ver que habían condenado a Jesús, se llenó de remordimientos y fue a devolver las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos diciendo: ¡He pecado entregando a un inocente! (Mt 27,3-4).

Reacciona cuando ve que «condenan» a Jesús. ¿Pero no era para eso que lo entregaba? Pues parece que no. Le toma por sorpresa.

Y se da cuenta del horror que acaba de hacer. ¿Qué quería Judas entregando al Maestro? No lo sabemos. Pero su reacción sorprende, porque no es la reacción de un ladrón, poseído por Satanás, que ha planeado la destrucción de Jesús. Más bien parece alguien que tomó una iniciativa errónea que acabó fuera de su control. ¿Sirvió a los intereses ocultos de los sacerdotes? ¿Fue a su vez manipulado?

No lo sabremos. Pero lo cierto es que sintió un profundo dolor por lo que acababa de hacerle a Jesús. El texto prosigue:

Judas arrojó entonces el dinero en el Templo. Luego fue y se ahorcó (Mt 27,5). ¿Es ésta la reacción de alguien sumamente malvado?

De alguna manera «se arrepintió», pero entonces es cuando se desvela la tragedia del traidor.

Porque lo trágico de Judas Iscariote es que a pesar de haber estado tres años cerca de Jesús, no llegó a conocerle. Aunque vio a su Maestro encarnar la compasión, no llegó a comprenderlo. Si lo hubiera hecho, habría sabido que Jesús le habría perdonado al ver sus reacción. Pero él mismo se acusó, se juzgó y se ejecutó. No había aprendido del Maestro que no hay nada irreversible. Que el Dios que anunciaba era el del perdón incondicional. No el del autosacrificio para autocastigarse. Sino el del amor que acoge, renueva, reinventa la vida. La tragedia del traidor fue esa. Cuando entregaba a Jesús de Nazaret, por el motivo que fuera, mostraba su desconocimiento de quién era en realidad ese Hombre. Y una vez que reacciona a su traición, sigue sin saber que la misericordia era el núcleo del mensaje del Galileo.

Todo esto no disculpa la acción de Judas, pero aporta un matiz importante. Quizás al principio de todo, era un pobre hombre que no supo entender a Jesús. Que actuó mal, y se le fueron de las manos los acontecimientos. Que no supo gestionar su dolor y desesperación.

Sí, siempre será «el traidor», pero a lo mejor, desde el espíritu de Jesús, podamos aportar una mirada compasiva, que nos recuerde la tragedia del traidor.

 
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El beso de Judas
Cuadro de Giotto [1266-1337 d.C.]