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  Nº 127
Noviembre 2013
 
  Apartheid

Rescoldos de la primera iglesia cristiana
citas de Donald E. Wagner

En el Número 124 de El Mensajero, escribía un servidor (Dionisio Byler) sobre los errores teológicos de bulto, con consecuencias trágicas, del sionismo cristiano. Algunas semanas más tarde estuvo unos días con nosotros una mujer que acababa de pasar algún tiempo en Palestina, entre las iglesias cristianas del país, cuyos inicios cuenta el libro de los Hechos. Frente a la comparación que hacía yo en mi artículo con los «indios» y los colonizadores europeos en Norteamérica en el siglo XIX, ella prefería ver un paralelo esperanzador con lo sucedido en Sudáfrica hace dos décadas. Allí, en lugar de una paulatina eliminación de la población autóctona, se llegó a una fórmula democrática de gobierno donde todas las razas tienen igualdad de derechos.

Esta, por cierto, es la solución que desde siempre vienen promoviendo los cristianos palestinos. El desenlace no tiene por qué ser la eliminación del pueblo palestino. Desenlace que supondría el fin de la iglesia cristiana que viene sobreviviendo allí desde que recibieron el evangelio cuando oyeron a Jesús y a los apóstoles. Existe una alternativa más moral, más justa, más esperanzadora.

He encontrado en mi biblioteca un libro importante —tristemente, no me consta que nunca se haya traducido al castellano— de hace casi veinte años: Anxious for Armageddon por Donald E. Wagner (Scottdale/Waterloo: Herald Press, 1995). El libro entero es un llamamiento a las iglesias de Occidente a aliarse con los cristianos del Medio Oriente para procurar un desenlace de justicia y de paz para los conflictos de aquellas latitudes —en particular, para palestinos e israelíes.

He traducido, a continuación, estos párrafos de las páginas 178-179. Trágicamente, desde que Wagner escribió esto hace casi veinte años, poco parece haber cambiado en la sensibilidad moral de las iglesias de Occidente sobre este tema:

La caída del apartheid en Sudáfrica fue una empresa inmensa conseguida por la sangre y la perseverancia de los sudafricanos negros y los que los apoyaban en todo el mundo. A la postre muchos movimientos políticos, gubernamentales y religiosos realzaron el papel importante que tuvieron, y sin duda muchas de esas alegaciones son correctas. El cambio a un gobierno de mayoría negra en Sudáfrica tardó tres siglos; y las últimas dos décadas fueron especialmente violentas, por cuanto los vestigios del sistema de apartheid se resistían a cambiar.

Entre los grupos que tuvieron un papel importante se encuentran las iglesias de Sudáfrica y otras por todo el mundo. Las iglesias de todas las denominaciones y tradiciones, exceptuando algunos casos muy notorios, llegaron a la conclusión de que el apartheid era perverso, contrario a las enseñanzas de la Biblia, una violación de la dignidad del ser humano creado a imagen de Dios.

Un grupo eclesial que adoptó esta posición contra el racismo en los años 1960, cuando todavía resultaba controvertida, fue el Programa para Combatir el Racismo, del Concilio Mundial de Iglesias. Ese programa y sus líderes fueron objeto de duras críticas, presiones económicas y campañas de desprestigio por parte de cristianos y periodistas conservadores, así como del gobierno de Sudáfrica. Entre los críticos se encontraban varios de los líderes en Estados Unidos del sionismo, que temían que los mismos argumentos teológicos y políticos pudieran esgrimirse con respecto a Israel y el sionismo.

En el 25º aniversario del Programa para Combatir el Racismo, Desmond Tutu, Premio Nobel de la Paz y arzobispo de Sudáfrica, dijo al Comité Central del Concilio Mundial de Iglesias: «Si nos apuntamos una victoria contra el apartheid, esa victoria es vuestra». Este ejemplo de solidaridad y reafirmación cristiana es un aviso de inspiración para todos nosotros siempre que nos enfrentamos a sufrimiento sobrecogedor, limpieza étnica y odio racista, con guerras nuevas sobre fronteras étnicas y religiosas.

La iglesia universal tuvo su papel importante en la lucha contra el apartheid, valiéndose de estrategias como el diálogo teológico, boicots económicos, esfuerzos por iniciar la educación y la reconciliación con los portavoces del apartheid, brindar apoyo económico a los pobres, y hacer saber a las iglesias negras de Sudáfrica que no estaban solas. Relaciones fraternales de iglesia a iglesia, apoyo de oración, intercambio de misiones y brindar una plataforma donde los cristianos de Occidente pudieran oír de la situación real en Sudáfrica, se cuentan entre los numerosos actos espirituales y prácticos de solidaridad cristiana a lo largo de muchas décadas.

Una historia poco conocida es la del papel vital desempeñado por algunas iglesias cristianas evangélicas de Sudáfrica, en los cambios rápidos vividos en Sudáfrica en los años 1990. Muchas de estas mismas iglesias habían venido brindando una justificación religiosa del apartheid. Un líder del gobierno de Sudáfrica fue el que fuera Primer Ministro F. W. de Klerk. Además de las presiones políticas y económicas que aislaban a Sudáfrica de la comunidad de naciones, sobre de Klerk influyó una convicción creciente de que a la luz de la Biblia, el apartheid era perverso. Como primer ministro, de Klerk acabó por ser un promotor de cambio en su propio partido y entre sus compañeros en el gobierno. Junto con Nelson Mandela, de Klerk pasó a ser una fuerza política simbólica y real, por un cambio hacia un orden social más justo.

La lucha por una paz justa en el Medio Oriente será más difícil, posiblemente más sangrienta y desde luego más lenta. Sin embargo, la Iglesia y las organizaciones cristianas de todo el mundo podemos aprender de la experiencia de Sudáfrica. La iglesia palestina puede que no sea fuerte en números, como lo es en Sudáfrica, pero ha adquirido una credibilidad importante entre los musulmanes palestinos y dentro de la OLP. Las iglesias palestinas habrán de seguir siendo un factor de peso; pero ahora necesitan que las iglesias de Occidente les prestemos un apoyo indispensable.

 
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