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  Nº 127
Noviembre 2013
 
  Hazor
  Excavación arqueológica en la ciudad cananea de Hazor. Naturalmente, no hay nada aquí que pueda indicar si esta gente pensaba que los israelitas de su época eran diferentes a ellos.
Evolución de Israel y de la fe popular de Israel
a lo largo del Antiguo Testamento
por Dionisio Byler
1ª Parte, de 2

Existe una tendencia a imaginar que todas las generaciones de Israel en la Biblia tenían unas mismas ideas y creencias religiosas. Con una lectura atenta de los textos bíblicos descubrimos que esto no es así. Como resulta natural si nos detenemos a pensar en ello, las costumbres, convicciones e ideas de estas gentes tuvieron que evolucionar con el paso de los siglos, como sucede siempre en todos los pueblos de la humanidad.

He hallado los párrafos a continuación entre mis apuntes para mi clase de Introducción al Antiguo Testamento en la Facultad de Teología SEUT. He decidido adaptarlo para El Mensajero, pensando que podría resultar de interés para cualquier creyente evangélico, lector asiduo de la Biblia.

Resumen general de la relación entre Israel y los cananeos

Según la arqueología, es imposible distinguirlos. Tenían una misma cultura material. En el siglo XIX existía un firme convencimiento de que las excavaciones arqueológicas en la tierra de Palestina, confirmarían prácticamente hasta el detalle lo que cuentan las narraciones bíblicas. Sin embargo al cabo de dos siglos de excavaciones, hay que admitir que la arqueología es incapaz de distinguir entre lo que fue un asentamiento israelita y uno cananeo. Ambos pueblos poseían las mismas cosas y sus casas eran iguales.

Tal vez esto no debiera sorprendernos. Los relatos de los patriarcas en Génesis nos indican que hablaban el mismo idioma que los cananeos, que tenían relaciones amigables ―incluso alianzas― con ellos, y que estaban estrechamente emparentados. Se atribuye a Abraham o Lot la paternidad de varios de los reinos conquistados por David. Y según Génesis 38, las madres antepasadas de los judíos fueron cananeas.

• Hay una tendencia entre algunos estudiosos de aquella era y lugar, a estimar que Israel nace en tierra de Canaán y que sus antecedentes inmediatos son cananeos. Esas antiguas tribus israelitas descendidas de la población cananea se habrían convertido (imperfectamente) al Señor por influencia de un grupo de inmigrantes que, huyendo de la esclavitud en Egipto, habían pasado experiencias extraordinarias de provisión divina en el desierto y tenían una relación de pacto o alianza con el Señor.

La diferencia esencial entre israelitas y cananeos habría sido entonces ideológica. Los dioses cananeos garantizaban el orden monárquico. Cada rey gobernaba una ciudad más o menos pequeña y los territorios alrededor. Los reyes cananeos eran sacerdotes y eran considerados hijos de los dioses. La función de la religión era asegurar la lealtad y sumisión de la población bajo esos reyes. Los israelitas, en cambio, adoraban a un Dios distinto, que establecía y garantizaba una sociedad distinta. Todos los israelitas eran iguales, todos eran hermanos. Ninguna situación de esclavitud, endeudamiento o enajenación de sus tierras podía prolongarse más allá de ciertos límites establecidos. El Señor era celoso y no admitía la adoración de otros dioses, porque la vida institucional monárquica y feudal que garantizaban los demás dioses, era contraria a la libertad e igualdad que establecía su alianza con Israel.

• Con el auge de los filisteos a preeminencia en el sur de Canaán, la sociedad y religión israelitas se ven amenazadas por primera vez por un proyecto de consolidación política más allá de pequeñas ciudades rivales. Se trata de un auténtico proyecto de construcción nacional, bajo un sistema militar centralizado. Tras varias generaciones de rivalidad, Israel adopta el modelo filisteo de Estado centralizado y militarizado, con el objetivo de vencer a los filisteos. Con las conquistas de David, Israel pasa a entenderse como entidad geográfica y ya no sólo como identidad ideológica definida por su lealtad al Señor. Esta Tierra de Israel abarca ahora poblaciones israelitas, pero también amplios sectores de población cananea.

David y Goliat
David derrota a Goliat. Talla de Lorenzo Ghiberti, iglesia de San Juan, Florencia

David y Salomón gobiernan entonces como israelitas, pero con una organización militar filistea. David conquista y gobierna los pequeños reinos vecinos de los territorios tradicionales de Israel. David y Salomón parecen haberse limitado a explotar económicamente a sus nuevos súbditos paganos, sin procurar integrarlos a las tribus israelitas.

La división del reino en doce territorios administrativos con los nombres de las doce tribus de Israel no esconde la realidad de que cada persona tenía su propia identidad. En unos casos será la identidad de los campesinos libres de Israel, adoradores del Señor; en otros casos, se sabían ser la antigua nobleza cananea o filistea, ahora vasallos del rey en Jerusalén; en otros casos su identidad era la del antiguo campesinado explotado por los reyes cananeos, explotados ahora por el rey de Jerusalén.

Las conquistas de David fueron exclusivamente militares. No hay ningún indicio de un programa de conversión o instrucción religiosa de la población cananea y filistea.

• Dividido el reino, pareciera que Omrí y Acab (padre e hijo) establecen dos capitales para Israel: Samaría es una ciudad cananea, que hará de capital para la población cananea y con un templo de culto a Baal patrocinado por la corona de Israel. Jezreel es, en cambio, una ciudad israelita con un segundo palacio real, y hará de capital política de los israelitas.

El culto Israelita al Señor venía siendo patrocinado por la corona desde los tiempos de Jeroboam I, con sendos altares en Dan y Bet-El. Naturalmente, desde Jerusalén estos santuarios al Señor se veían como apostasía religiosa a la vez que política, pero a todo Israel, incluso profetas como Elías y Eliseo, les pareció perfectamente aceptable adorar al Señor en los altares de Dan y Bet-El.

Lo que no le pareció aceptable a Elías, fue que Acab pretendiera patrocinar el culto a Baal a la vez que el culto al Señor. Ni tampoco que su reina fenicia, Jezabel, se saltara por alto —en Jezreel, nada menos— las tradiciones ancestrales israelitas sobre la propiedad hereditaria de las tierras de cada familia dentro de su tribu.

• La idolatría y las mezclas religiosas que denuncian los profetas en Israel no son una novedad o apostasía con respecto una pureza religiosa anterior, sino que son remanentes vivos de la religiosidad popular de siempre, de una población sólo muy imperfectamente convertida al Señor, ya desde los tiempos de Moisés y de Josué. Empezando con Jueces, todos los relatos bíblicos coinciden en que la religión popular —y a la postre también la religión en la corte— era más bien politeísta, tendiendo a mezclar cultos y supersticiones de diferentes fuentes, con ideas poco claras acerca de la necesidad de observar un monoteísmo riguroso.

Hoy día, por ejemplo, existe un debate entre los historiadores, sobre si Astarté fue comúnmente adorada en Jerusalén como diosa consorte del Señor.

Conquistada Israel-Samaria por los Asirios, hicieron un trasvase de elites gobernantes con otros pueblos derrotados. (Así los asirios se servían de la capacidad de gestión de los gobernantes derrotados, pero poniéndolos a gobernar pueblos que sólo podían verlos como agentes asirios, sin inspirar ninguna otra lealtad, separatista.) Continúa así el proceso de mezcla racial, cultural y religiosa que siempre había sido característico en Israel.

• Mientras tanto, en Judá-Jerusalén, aunque la población es más homogénea, la adopción de un modelo de monarquía dinástica con su propia alianza con el Señor, que garantiza la estabilidad de la corona, supone también un importante acomodo ideológico a los modelos cananeos, de fusión y coincidencia entre los intereses de los reyes y los de los dioses. Durante todo el período de la monarquía, los profetas de Judá lucharon por encontrar una manera de compaginar esos dos pactos tan contradictorios —uno con todos los campesinos libres de Israel, el otro con la corona en Jerusalén— en su manera de entender cómo se manifiesta la voluntad de Dios para su pueblo.

Es sólo con la desaparición de la monarquía, que los planteamientos hechos inicialmente por los grandes profetas como Amós y Oseas en Israel, Miqueas, Isaías, Jeremías y Ezequiel en Judá, se abren paso para encontrar una nueva síntesis religiosa que ya no depende de ese segundo pacto entre el Señor y la dinastía de David.

En el próximo número:
2ª Parte y fin • El exilio babilónico y el cambio de signo de los conflictos religiosos • Jesús y la mujer cananea • La reconciliación, en Jesús, de todas las familias de la tierra •

 
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