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  Nº 129
Enero 2014
 
  Belén
  La tradición de Belenes, que tanto fascina a niños y adultos, es muy bonita. Pero estas representaciones no guardan mucha relación con la realidad.

Una reflexión navideña
por Juan Ferreira

En estos días pasados, a nivel mundial se celebró un acto que cambió la historia de la humanidad en dos tiempos: el antes y el después de nacer Jesús. Los que estudiamos la palabra de Dios, sabemos  que ese nacimiento no fue en diciembre ni que tampoco tan solo días después aparecieron los «reyes magos». Fue mucho más tiempo.

Muy bien, mi pregunta es: ¿Cuántas personas lo saben? ¿Qué posición debe tomar un verdadero cristiano en torno a esta situación? ¿Podemos acusar a la gente por su ignorancia? Debemos rechazar las celebraciones navideñas en nuestras iglesias?

Indiscutiblemente que esto es sólo una reflexión de mi parte pero a mi juicio si decimos ser cristianos, debemos comportarnos como tales. ¿Y esto que significa? Pues imitar a nuestro señor Jesucristo. Veo en la palabra del Señor, cómo  él se acercaba a los que no tenían conocimiento en vez de a los entendidos (fariseos). Él mostró su verdadero amor al buscar a las personas.

Y en estas fechas, aunque sea por una vez, el mundo entero habla de Jesús con ternura, con gozo (y cómo no, tristemente, con excesos). Pero creo que nuestro deber como pueblo suyo, es aprovechar esa oportunidad para hablarles a las personas sobre ese ser maravilloso que cambió nuestras vidas —que puso baile donde antes había amargura— esforzándonos más en predicar su amor en vez de condenar.

Dice en Colosenses 2,16: «Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo». Entonces, ¿por qué nos empeñamos en juzgar a los que la celebran o a los que no? Desde que conocí al Señor, en mi mente sólo ha existido una meta: servirle a él, como él quiere y no como me convenga o como me lo indiquen los hombres. Por eso cuando veo alguna situación siempre me voy a la fuente, la Biblia, donde he conseguido todas mis respuestas. Como anabautista que soy, creo fielmente en su palabra. Y encontrar la frase «nadie te juzgue» me produce alegría.

Dios, me ha liberado. Nadie me puede juzgar. Soy libre. Pero lo más hermoso es que yo tampoco puedo juzgar a nadie. Y eso me impactó: por eso obedezco a la palabra del Señor y cumplo, sólo con informar a los que no conocen y a recordar a los que conocen, algo que encontré en el libro de Romanos 14,17: «Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu». Así que procuro ser justo, proclamar la paz, y demostrar el gozo que produce el estar lleno  del Espíritu santo.

[Juan Ferreira es pastor de la iglesia Hermanos en Cristo en Tenerife.]

 
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