Diccionario


Pentecostés
— 1. La festividad judía de shavuot, «semanas». Contando siete semanas desde la Pascua, los fieles de Israel estaban citados para una segunda peregrinación al santuario del Señor, en relación con la siega de cereales. 2. Festividad cristiana de Pentecostés. En el Nuevo Testamento, fue el día de esa festividad y peregrinación en Jerusalén, que los 120 hombres y mujeres que seguían fieles a Jesús, recibieron el derramamiento del Espíritu Santo.

1. El Antiguo Testamento indica tres festividades con peregrinación. Shavuot es una de ellas, que se describe también en diferentes textos como festividad de la siega, o de los primeros frutos. Viene al cabo de 49 días, contando desde el segundo día de la pascua judía. En la peregrinación, se presentaban al Señor los primeros frutos, el fruto de las plantas más precoces en madurar en cada parcela.

Aunque el texto bíblico no lo dice claramente, la tradición judía siempre asoció esta festividad con la recepción de la Torá, la Instrucción divina o Ley. Se supone que siete semanas sería lo que se tardó en llegar desde Egipto hasta el Monte  Sinaí. El ir contando las semanas a partir de la Pascua, refleja la emoción creciente en anticipación a la revelación del más grande de los dones divinos: el don de su Palabra y Guía para Israel, dada por medio de Moisés.

La colección de la Biblia Hebrea trae agrupados los cinco meguillot, o rollos, que vienen asociados a diferentes festividades judías. Uno de ellos es el de Rut, que se lee cuando la festividad de shavuot, por cuanto el grueso de lo que cuenta ocurre en relación con la siega.

2. El libro de Hechos da continuidad a la historia que recogen los evangelios. Lucas, el autor de Hechos, nos cuenta que después de resucitado, Jesús permaneció entre sus discípulos cuarenta días, al cabo de los cuales ascendió al cielo. Diez días más tarde, el día de la festividad de shavuot, acontecen los hechos que los cristianos conocemos como Pentecostés. La palabra deriva del griego pentékonta, «cincuenta» —que son los días que se cuentan desde el primer día de la Pascua. (Ya hemos dicho que las siete semanas —49 días— se cuentan a partir del segundo día.)

El ser un día de peregrinación explica la multitud de «espectadores» que acuden cuando la reunión de oración de los discípulos y discípulas de Jesús se ve interrumpida por distintas señales sobrenaturales. Deben de haber sido muchas personas, por cuanto Lucas informa que como consecuencia de la predicación de Pedro, tres mil personas se bautizaron.

Las señales que Pedro y los demás seguidores de Jesús interpretaron como un derramamiento del Espíritu Santo, son todas ellas bastante interesantes:

Se recordará el Aliento o Viento de Dios que soplaba sobre las aguas el primer día de la creación. Y el Viento de parte de Dios que divide las aguas del Mar Rojo para los esclavos fugados de Faraón, creando así la nación israelita. Ahora un rugido como de un gran viento indica idéntica situación de creación divina: Los cristianos entienden que ese día, ese mismo Espíritu Creador creó la Iglesia de Cristo.

Moisés había tenido un encuentro con un fuego inexplicable: la zarza que ardía y no se consumía. En diversas oportunidades el relato bíblico cuenta de una llamarada que baja desde el cielo y consume el sacrificio presentado al Señor, como señal de que el sacrificio es aceptado y Dios se complace. El profeta Elías fue arrebatado al cielo en un carro de fuego. El profeta Isaías vio serafines, es decir «seres de fuego», cuando su visión del Señor en el templo. Pero ahora ese fuego divino se reparte individualmente sobre todo el pueblo, hombres y mujeres, libres y esclavos, jóvenes y ancianos, sin acepción de personas. Como queriendo decir que lo que antes había sido excepcional, cosa de profetas muy señalados, ahora iba a estar al alcance de todos.

Cuando la Torre de Babel, Dios había creado confusión y falta de entendimiento entre la humanidad, dándonos idiomas incomprensibles entre sí. Ahora Dios hace que la gente pueda entender el mensaje de salvación en todos los idiomas del mundo. Bueno, no todos, no entonces; pero ya hoy, en nuestro propio día, el evangelio es anunciado en una multitud inimaginable de idiomas.

Fue la primera, pero no sería la última vez que cayó el Espíritu sobre los que anhelaban la cercanía y presencia de Dios. El propio libro de Hechos cuenta de algunas ocasiones más. Y la historia posterior nos multiplica en innumerables ocasiones, derramamientos del Espíritu Santo sobre quienes le buscan de todo corazón, reproduciendo así la experiencia maravillosa de un Pentecostés personal (aunque no es frecuente que venga acompañada de idénticas señales).

—D.B.