rompo el silencio

Has cambiado mi lamento en baile (Salmo 30,12)
Rompo el silencio
por Lynn Kauffman

Hace poco la organización Save the Children lanzó la campaña Rompo el silencio con el fin de presentar la trágica realidad de abuso sexual de niños en España. Según dicha ONG internacional, que se dedica a promover los derechos de los niños, entre 10% y 20% de la población de España ha padecido algún tipo de abuso sexual durante la niñez. En marzo de 2018 en los Informativos 24 Horas, afirmaron: «El maltrato infantil se cuadruplica desde 2009: aumenta la frecuencia, la duración y la gravedad de las víctimas. […] Seis de cada diez agresiones son diarias y se prolongan durante más de un año».

Los resultados negativos de guardar silencio

A los adultos que han sido víctima de abusos sexuales en la niñez, les resulta difícil admitirlo. Persiste en ellos la sensación de vergüenza, humillación, suciedad personal, culpabilidad y miedos ante la perspectiva de sincerarse. En muchos casos siguen obedientes a la exigencia de sus vejadores a no contarle a nadie en toda la vida el abuso a que los han sometido.

Muchas víctimas prefieren no decir nada porque esa revelación suele venir acompañada de la necesidad de identificar al abusador. Esto es complicado cuando el abusador es un miembro de la familia o amigo de la familia. Denunciarlo es arriesgarse a sufrir represalias de parte del abusador o de otros miembros de la familia.

Pero los beneficios de contarlo son muchos. El proceso de sanación empieza cuando se rompe el silencio. La víctima pasa más allá de luchar con el hecho de haber sufrido abusos sexuales cuando niño, a empezar a sanarse de ello. Renuncia al estigma de vergüenza y culpa. La sensación emocional de seguir controlado por el abusador se rompe. Contarlo también crea espacio para que otras víctimas puedan dar el paso. Puede llevar también a confrontar al abusador, por si continuase abusando de niños.

¿Cómo puede responder la iglesia?

¿Cómo puede constituirse la iglesia local en una comunidad de sanación para adultos que siguen viviendo con secretos sexuales? No debería sorprendernos saber que muchos sobrevivientes, pero también abusadores, están presentes en nuestras congregaciones. ¿Cómo podemos responder con el amor y con los valores del Reino, ante los que sufren por haber sido víctimas de abuso sexual o por ser abusadores?

Es necesario un entorno seguro para que hablen los que han sufrido abuso

Revelar nuestros secretos más oscuros trae liberación. Reconocer lo que nos ha sucedido y luego confesar a Dios y a otra persona nuestras heridas, es el primer paso hacia una sanación emocional (Stg 5,16). Nace una sensación de alivio cuando una persona revela a otra las heridas sexuales más profundas de su vida. Pero para ello hace falta haber creado antes un entorno seguro donde todo el mundo siga un código estricto de confidencialidad que afirma: «Lo que se dice aquí no sale de aquí». Las víctimas tienen que saber también que no serán objeto de desprecio ni tampoco les van a sermonear ni dar presuntas respuestas religiosas simplistas. Necesitan que se les valore la disposición a contar sus secretos.

Se ha dicho que «Los que hieren a otros son personas con heridas». Como ya se ha afirmado, el abuso de niños y su desatención genera riesgos a largo plazo para la salud y problemas sociales cuando son adultos. Las víctimas muchas veces se hieren a sí mismos y hieren a otros a lo largo de la vida. Nuestra respuesta natural tiende a ser: «¡Pero qué te pasa!» «¿Qué tiene ese chico, esa chica? ¿Por qué se comporta así?» Tim Grove, director clínico en SaintA, un centro de atención de traumas en Milwaukee (EEUU) que trabaja con niños huérfanos, abandonados o abusados, cree que deberíamos preguntar algo muy diferente: «¿Qué te han hecho? Quiero que me lo cuentes». Según Grove, esta mirada al pasado «es sutil pero a la vez muy profunda en términos de cómo los chicos experimentan su interacción con el adulto que se acerca a ellos con esa perspectiva. Se sienten seguros». Creo que hay que preguntarle a la víctima adulta de antiguos abusos sexuales eso mismo, y que eso contribuirá a ablandar sus corazones para que puedan soltar sus secretos.

Es necesario un entorno seguro para que los abusadores se atrevan a confesar

El rey David fue un maltratador sexual, aunque es cierto que no hay historias bíblicas que digan que haya abusado sexualmente de sus hijos. Es posible describir a David como mujeriego, violador o adicto sexual, y hay quien lo describe así. Su forma de tratar a las mujeres y en particular a sus siete esposas, distó mucho del plan de Dios de cómo debe tratar el hombre a la mujer. Su conquista sexual de Betsabé fue un claro abuso de poder y autoridad. En ese caso, para colmo, mandó a su muerte al marido de ella para encubrir sus actos. Como ha escrito alguien: «En cuanto a cómo trató a las mujeres, David no es que no fuera un héroe; es que fue un villano».

Pero Dios se apiadó de él. Le reprendió por medio del profeta Natán y David respondió como es debido: reconociendo su culpa con arrepentimiento. David se atrevió a ello por fin, gracias al estímulo divino, y Dios lo redimió. El Salmo 51 refleja su corazón y su transformación vital.

Parece ser, entonces, que después de abusar de Betsabé, David experimentó sanación espiritual y emocional. Puede que su hijo Salomón estuviera pensando en su padre cuando escribió: «El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que confiesa y se aparta alcanzará misericordia» (Pr 28,13). Esto es «buenas noticias» para el abusador sexual que anhela cambiar. Dios puede hacer una obra en los peores delincuentes sexuales, siempre que hay un corazón que se vuelve hacia él.

Creo que Dios muestra la misma misericordia con cualquiera que haya cometido abusos sexuales de algún niño, siempre que permita que su Creador se siente en el trono de su vida. Sí, está claro que ha de «pagar su deuda con la sociedad» en cuanto a la legislación civil que ha violado. Pero si se ha dado cuenta del mal que ha cometido y desea poner bien las cosas con Dios y con aquellos que ha abusado, debemos reconocer la virtud de ese cambio.

En cuanto seguidores de Jesús, no debemos imaginar que la sociedad compuesta por quienes no han nacido de nuevo, sepa tratar a los depredadores sexuales con misericordia. Incluso aquellos depredadores que fueron en su día también víctimas de abusos sexuales en la niñez, no deben sorprenderse del desprecio generalizado con que los ve todo el mundo. Creo que la pregunta que les hará la sociedad en general va a ser siempre: «¿Por qué eres tan vil?», que no:  «¿Qué fue lo que te pasó?» Es por esto mismo que muchos abusadores siguen con su secreto sin confesar.

Sin embargo la iglesia local puede seguir otras pautas. Puede ayudar a los que hayan cometido abusos sexuales a que reciban sanación. Pero antes es esencial  experimentar un cambio sobre cómo es que entiende la naturaleza de Dios. Siento que  en algunos sectores de la iglesia —especialmente donde más se enfatiza la naturaleza de Dios como juez y condenador en lugar de enfatizar que es un Padre amante lleno de comprensión— la condenación del abusador tiende a ser la actitud preferida, antes que ninguna acción que manifieste misericordia. Bien es cierto que esos dos aspectos de Dios han de tenerse en un sano equilibrio teológico; pero cuando se retrata reiteradamente a Dios como un ser airado y legalista, los que han cometido crímenes sexuales es poco probable que revelen sus secretos y procuren recibir ayuda para restablecer su salud emocional, sexual y relacional.

vergüenza

Es necesario proclamar amor, esperanza, perdón y sanidad

Trabajo a tiempo parcial como capellán en un hospital importante de nuestra zona. Parte de mi ministerio de capellanía me lleva a la unidad de salud de conductas. La mayoría de mis pacientes que piden ver al capellán en esa unidad, están hospitalizados por tendencias suicidas. Muchos me cuentan que han sido víctimas de abuso sexual en la niñez. Me corazón se compadece de ellos.

Casi siempre les hablo del amor de Dios por ellos. Les digo que el Padre les tiene mucho cariño. Les digo que para el Padre, ellos tienen un valor increíble. Que son seres irrepetibles. No tiene por qué definir su identidad real lo que les pasó en una habitación a oscuras, o lo que hicieron a alguien en una habitación a oscuras. No son personas sucias, sin ningún valor. Esta es una palabra necesaria, especialmente para los que sienten que Dios los abandonó cuando sufrían abuso, o creen que de alguna manera provocaron ellos su abuso.

Su cara y su actitud cambia muchas veces a mejor, cuando oyen tales palabras. Recuerdo haber visitado a una cristiana de 40 años, que nada más verme, me espetó: «No me fío de usted». Ante mi sorpresa, para cuando terminó mi visita en la que le hablé más que nada de cómo Dios la quiere y valora, se levantó con una sonrisa y me dijo: «¿Me permite darle un abrazo?»

También suelo recordarles que hay esperanza. Hay siempre un nuevo comenzar para los que han padecido abuso y para los que lo han cometido; una realidad que poco a poco empieza a tomar forma para los que eligen encomendar a Dios su sanación emocional, espiritual y sexual. Nadie necesita permanecer encadenado a las heridas del pasado ni a los pecados del presente. Podemos salir adelante. ¡Dios mismo lo ha dicho!

También suelo recordarles del perdón de Dios, en particular por aquellos que por motivo de haber padecido abuso en la niñez, a la postre han expresado su herida de formas perjudiciales, incluso hasta el colmo de convertirse también en abusadores. Es también una palabra buena para los que a partir de haber sufrido abusos, han adoptado estilos de vida de sexualidad diferente, o han caído en la adicción a la pornografía, o han expresado su sexualidad en cualquiera de la multitud de formas deshumanizantes que existen. A veces una palabra de perdón es la llave que abrirá los secretos del corazón.

Pero Dios no quiere solamente perdonarnos nuestros pecados. También quiere liberarnos de nuestros pecados. En última instancia lo que desea es traer sanidad a los quebrantados en su sexualidad. Andar con Jesús es mucho más que «salvarse», asistir ahora a la iglesia, e ir más adelante al cielo. Tiene que ver con una vida abundante hoy. Y para alcanzarla, Jesús nos invita a experimentar liberación de todo pecado y toda perversión en el ámbito sexual.

Mary y yo hemos acabado por conocer algunos hombres y mujeres excepcionales que hubieron sufrido abuso sexual en la niñez, pero que han escogido seguir a su Creador y Sanador. Estoy pensando en dos hermanas en Jesús, en particular. Sé que sus corazones y mentes estaban siendo atormentadas por las acciones perversas cometidas contra ellas. Las dos sufrieron hondamente. Pero las dos han escogido sacar a la luz los secretos de sus corazones. Las dos hablan ahora libremente del amor, la esperanza y el perdón de Dios, porque lo han experimentado. Las dos están experimentando la sanación de los abusos sexuales sufridos en la niñez. Las dos han perdonado a sus abusadores. Las dos viven en el gozo de Jesús. Las dos son hondamente respetadas por otros creyentes cristianos. Las dos están impactando a los que no creen, atrayéndolos hacia el Reino de Dios. Las dos viven vidas victoriosas.

Es exactamente lo que tiene pensado Dios para todo quebrantado en su sexualidad.