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  Nº 117
Diciembre 2012
 
  Malala

Talita cumi, Malala
por Julián Mellado

Malala es la niña de 14 años que recibió dos disparos en la cabeza de parte de los talibanes. Su «delito» era, que a pesar de su corta edad, Malala era una activista que reivindicaba el derecho a la educación de las mujeres. Desafiaba la intolerancia religiosa llevada al extremo, que prohíbe a las mujeres tener acceso no sólo a la escuela, sino que tampoco pueden ir al médico. Los talibanes quieren que los musulmanes vivan en una sociedad medieval, donde los derechos humanos no existían. Malala se debate entre la vida y la muerte. Si sobrevive a ese infame atentado, no sabemos qué secuelas tendrá. Ese atentado ha puesto de manifiesto la crueldad de una interpretación del Islam. No todos los musulmanes son talibanes, hay que decirlo.

Pero Malala ha triunfado, porque la grandeza de la dignidad humana está en ella. Los que le dispararon, sólo manifestaron su miseria personal. ¿Cómo hay que ser para pegarle dos tiros a una niña? ¿O a cualquier ser humano? Ella percibió siendo tan joven que debía luchar por su dignidad, porque nadie lo haría por ella. Malala hizo dos cosas que los talibanes no soportan. La primera era que se puso a luchar por los derechos de otras niñas. El segundo, insoportable para los integristas, es que no les tenía miedo. O si lo tenía, su coraje era mayor, su compromiso más fuerte, su amor a sus hermanas más profundo. ¿Qué tiene Malala, para que una niña de 14 años nos muestre tanta grandeza humana?

Malala representa esa actitud noble de no aceptar las tiranías bajo ningún precio. Ella es el gran NO a esos talibanes que se creen los custodios de Dios. Una niña adolescente ha vencido a tantos hombres deshumanizados. Nadie podrá borrar esa victoria.

Ahora está herida, terriblemente herida. La han derribado pero no la han vencido. Desde ahora Mala habitará en los corazones de muchas personas (incluido el mío) más allá de las fronteras de su país. Aunque lo que queremos es que viva, simplemente. Que recupere la consciencia, que supere la tragedia. Que la vida triunfe sobre los mensajeros de la muerte.

Cuando veo a nuestras adolescentes por las calles, con sus libros, caminando hacia el Instituto, me pongo a pensar en Malala. No puedo evitar las lágrimas. Ese gesto tan cotidiano que vemos en nuestra sociedad, no es algo que ocurra en otras partes del mundo. Porque hay niñas esclavizadas, otras son prostituidas desde los 7 años, (o antes), otras vendidas, otras casadas en la infancia, otras tiroteadas cuando han querido estudiar...

Malala, ¿qué puedo decirte? Me gustaría decirte,talita cumi —¡Levántate! Son las palabras de Jesús, aquel que luchó por la dignidad de las mujeres, que devolvió la vida a una niña muerta, aquel que derribó las barreras de los talibanes de su época. Levántate, Malala, y nos levantaremos contigo. Para luchar por un mundo mejor, más justo, donde haya más dignidad, más libertad. Por un mundo donde ninguna ideología política, ni ninguna religión, esté por encima de los seres humanos. Levántate, porque necesitamos tus fuerzas, tu coraje, tus palabras. Levántate, porque queremos amarte, oírte, apoyarte.

Me siento impotente, pero sigo pensando en la fuerza de esas palabras: Talita cumi, Malala.

 
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