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  Nº 117
Diciembre 2012
 
  Nueve pecados de ayer, de hoy y de mañana (VIII)
por José Luis Suárez
6º - El pecado de la lujuria
 
 

perdonen1. ¿Qué es la lujuria?

La lujuria la identificamos con la  pasión sexual y con el deseo de comida. Es usualmente considerada como el pecado producido por los pensamientos y acciones excesivas de naturaleza sexual, pero la lujuria es mucho más que eso: Es un excesivo deseo y búsqueda de más intensidad, es un derroche de energía en todo, tanto en el mundo de los estímulos sensoriales como en la acción. Este pecado es una actitud, una orientación emocional hacia la vida. En definitiva, es una manera de ser.

  La lujuria es una voracidad apasionada que no tiene límites. Es la búsqueda constante de todo tipo de estímulos: la alta velocidad, la música a todo volumen, la atracción por la violencia, el riesgo, los desafíos sin límites. Es un constante deseo de dominio y expansión y poder.

Las palabras que mejor definen este pecado son posesión y control. «Tengo que tenerlo, esto es mío y tengo que tener todo controlado». Conseguir con la posesión y el control el dominio sobre los demás, es el primer objetivo de este pecado.

2. Las consecuencias de la lujuria

Las personas dominadas por este pecado tienden a ver la vida como un campo de batalla en el que el control y el poder es su gran obsesión y en muchos casos hasta el sentido de su existencia. Es por esta razón que centran toda su energía en el poder.

Estas personas se ven a sí mismas como protectores de los más débiles. Esta protección consiste en tener a los que protegen bajo sus alas, procurando que vivan fuera de peligro. Pero esta protección tiene un precio: El control de todos sus  actos. Nadie que esté protegido por ellas puede escapar de su control. Se comprometen a defender a las personas débiles, a condición de que estas no interfieran en su poder, que consiste en mantener el dominio y control de su territorio y de las personas que les pertenecen.

Se resisten ante cualquier intento de controlar su comportamiento. Se irritan y se rebelan cuando no pueden controlar la situación. Su mirada a los demás no es otra que: ¿Eres amigo o enemigo?  ¿Estás conmigo o contra mi? Dado que su vida consiste en todo o nada, el mundo se divide entre amigos y enemigos.

La mayoría de las personas dominadas por este pecado no tienen conciencia de su posesividad,  intolerancia y agresividad, por lo que atropellan a los demás constantemente. Les  importa muy poco lo que piensen de ellos cuando agreden a otros. Infringir las reglas de la sociedad y el no respeto de las leyes —incluso las divinas— hace parte de su manera de vivir.

Para muchas personas es difícil olvidar el paso de personas con el pecado de la lujuria por sus vidas, ya que dejan heridas muy profundas y complicadas de curar. No se puede salir ganador con este tipo de personas, porque sus armas de ataque siempre son mucho más fuertes que las de cualquier otra persona. La única alternativa es salir corriendo cuando uno se siente atacado.

Les cuesta mucho reconocer que necesitan ser ayudados y sobre todo, encontrar alguien en quien confiar —porque eso implica hacerse vulnerables y mostrar sus debilidades.

3. Patrones  sociales y bíblicos de la lujuria

La mayor parte de movimientos revolucionarios en la historia de la humanidad podríamos incluirlos como prototipo de la lujuria. Sin entrar en detalles podemos citar en primer lugar el movimiento político-nacionalista de los celotes en tiempo de Jesús. La intención de los celotes era derrocar el imperio romano por la fuerza. Suyo es el concepto de «violencia justa», que siglos más tarde la iglesia vino a santificar.

Muchos movimientos terroristas a lo largo de la historia se han inspirado de los celotes.

La teología de la liberación, aunque habría que hacer algunos matices, es en gran parte el pecado de la lujuria. La acción de tomar partido por los pobres es buena y necesaria, pero no el uso de la violencia contra los poderes establecidos.

 
caperucitaLas figuras bíblicas que encontramos en La Biblia y que en muchos momentos de su vida manifiestan este tipo de pecado son, entre muchas otras, Sansón y Saúl. Veamos a continuación y de forma breve, una característica de cada uno de ellos relacionada con el pecado de la lujuria.  
  El legendario juez Sansón es el prototipo del héroe que rebosa de fuerza y poder, que desafía a todo el que se pone en su camino y que no es capaz de reconocer su debilidad, lo que le conduce a su tragedia.

Saúl, primer rey de Israel, no permite en ningún momento que David le haga sombra y todo su reinado está caracterizado por el constante esfuerzo por matarlo.

4. Respuesta divina a la lujuria

La persona dominada por el pecado de la lujuria no se puede entregar a la debilidad ni a la ternura, porque  ha escondido su necesidad primordial, que no es otra que dejarse amar. Necesitaría oír una y otra vez las palabras de Jesús: «La verdad os hará libres» (Juan 8,32).  Descubrir el engaño que se causa es la tarea primordial para ser liberada de este pecado.

«La verdad os hará libres» es la fuerza que permite a la persona dominada por la lujuria llegar a la convicción de que el mundo y las personas no les pertenecen y no están a su disposición. Es dejar el afán de poseer las personas  y confiar en que es Dios quien hace las cosas y no su propia fuerza.

El segundo paso en el proceso de sanación será la restauración de relaciones rotas. Reconocer las muchas heridas, el dolor causado a los demás, asumir las responsabilidades de estas heridas y pedir perdón por los excesos y explotación de los demás. La consecuencia de este cambio no puede ser otra que restaurar en la medida de lo posible los daños causados.

Cuando este tipo de personas entran en el camino de la sanación, si tiene dones de liderazgo, pueden ser grandes líderes que cuidan de las necesidades ajenas de forma que encarnan los grandes líderes del pueblo de Dios que  encontramos a lo largo de la historia de la humanidad. Porque  cuando se comprometen con una causa, tienen grandes energías para poder llevarla a cabo.

Moisés puede ser el mejor espejo para las personas dominadas por el pecado de la lujuria. El texto bíblico nos narra cómo para defender a uno de sus hermanos hebreos, Moisés mató a un egipcio (Éxodo 2,11-12). Y sin embargo muchos años más tarde se nos dice en  Números 12,3: «Moisés era un hombre muy humilde, más que cualquier hombre sobre la faz de la tierra».

Otro ejemplo más contemporáneo puede ser Martin Luther King, quien puso sus capacidades de liderazgo al servicio tanto de la justicia como del amor, instigando una revolución de amor. King aprendió la lección de Jesús de abandonar voluntariamente el dominio por la fuerza, y convertirse simultáneamente en maestro y siervo. Ser débil, vulnerable y tierno, es el acto más heroico que una persona de este tipo puede conseguir.

5. Para poder ir más lejos

Expresar a las personas más cercanas la vulnerabilidad y la necesidad de afecto y ternura. Esta será  una poderosa señal de la liberación del pecado de la lujuria.

Pensar: ¿Cómo quiero que me recuerden? ¿Prefiero ser querido o ser temido? Aquí puede aparecer el detonante de la toma de conciencia de la oscuridad en la que vive la persona.

El contacto con los niños será clave para crear hábitos de ternura, vulnerabilidad y afecto.

Poned mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón (Mateo 11,29).

 
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