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  Nº 125
Septiembre 2013
 
  Camino

Los del Camino
por Julián Mellado

El primer nombre que recibieron los seguidores de Jesús fue «los del Camino». Un nombre realmente importante, por ser el que se dieron ellos mismos. «Cristianos» es como los llamaron otros, en primera instancia los paganos de Antioquía. Pasa como el nombre «protestante», que es lo que los católicos llamaron a los disidentes de la Iglesia Romana.

En cambio, los nombres dados por los componentes del mismo grupo son más interesantes pues reflejan cómo se veían a ellos mismos. Y se veían en camino.

Esta idea sugiere que la fe en Cristo no es algo adquirido —estático, pasivo— sino más bien algo dinámico, activo, en movimiento. Por supuesto que esta idea del «camino» está inspirada en el propio Maestro. Jesús recorrió la antigua Palestina haciendo bienes, al decir del libro de Hechos.

En su caminar se encontró con toda clase de personas necesitadas. Y él era el Caminante que se tomaba tiempo para atenderles. Las necesidades eran múltiples en una época de inmensa pobreza de la mayoría, la enorme riqueza de unos pocos y un poder opresor romano que condicionaba cada aspecto de la vida. Además el pueblo oía diferentes maneras de hablar de Dios, que en el fondo les apartaban de él. Muchos de esos pobres analfabetos no tenían tiempo para cumplir las minucias de las prescripciones religiosas. Por ello eran considerados «malditos». ¿Y los enfermos? ¿Y los desesperados? ¿Y los pecadores?

Cuando parecía que estaban abocados a su propia soledad, aparece de pronto el Caminante, que como diría Antonio Machado, fue haciendo camino. Camino de compasión, de dignidad, de encuentros con los marginados, de aceptación de los inaceptables, de perdón, del Dios de la vida.

Los seguidores del Maestro comprendieron que su vida era un llamado a seguirle por las rutas de Galilea, lugar de necesidades. Supieron que su vida era camino. ¿No lo dijo él? «Yo soy el camino». No pensaron que el mundo tuviera que venir a ellos. Al contrario, se sintieron llamados a ir al mundo como su Maestro —para hacer bienes.

Somos nosotros también «los del Camino»?

Porque es un caminar en pos de las huellas de Jesús, con esa actitud compasiva, con esa apertura a todos, en ese espíritu de derribar barreras de todo tipo. No olvidemos que ese «movimiento de seguidores de Jesús», al igual que él mismo, era peligroso para la religión estática, la dogmática, la que busca reconocerse al lado del poder político.

Caminar es la mejor manera que tiene uno para sentirse vivo. Y hacerlo en el espíritu de Jesús es la mejor manera de hacer que otros vivan también. ¡Qué hermoso sería si todavía nos llamásemos «los del Camino»!

 
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