Colección de lecturas
 

PDF Abajo es arriba

El reino al revés
por Donald B. Kraybill


The Upside-Down Kingdom
Copyright © 1878, 1990 Herald Press (Scottdale, EEUU)
Traducción: Marta J. de Mejía
Copyright © 1995 Ediciones SEMILLA (Guatemala)
Reproducido aquí con permiso.


1. Abajo es arriba

Montañas planas

Voz del que clama en el desierto:
preparad el camino del Señor;
enderezad sus sendas.
Todo valle se rellenará,
y se bajará todo monte y collado;
los caminos torcidos serán enderezados,
y los caminos ásperos allanados;
y verá toda la carne la salvación de Dios.

Lucas 3:4-6

Juan el Bautista citó estas palabras de Isaías para anunciar el advenimiento de Jesús. El pasaje anterior describe en forma dramática un nuevo reino revolucionario, totalmente diferente a todo lo conocido. El Bautista describe cuatro sorpresas del reino por venir: valles rellenados, montañas planas, curvas rectas y montículos allanados. En esta forma él anuncia el sacudimiento radical que acompañará al reino. Los antiguos caminos serán modificados a tal punto que quedarán irreconocibles. Juan nos advierte que el nuevo orden, El reino al revés, revolucionará el paisaje social predominante. Y durante esa fermentación dolorosa, toda carne verá la salvación de Dios.

El Magníficat de María, ese himno de exaltación que ella cantó en casa de Zacarías y Elisabet, manifiesta su esperanza en ese nuevo reino. Al igual que Juan el Bautista, ella espera que el advenimiento del Mesías dará inicio a ese reino trastornado, lleno de sorpresas para todos.

Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso;
santo es su nombre,
y su misericordia es de generación en generación a los que le temen.
Hizo proezas con su brazo;
esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
Quitó de los tronos a los poderosos
y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes,
y a los ricos envió vacíos.

Lucas 1:49-53 (énfasis añadido)

Cinco tipos de personas quedan sorprendidas y asombradas. En la visión de María, tambalean y caen los que están en la cúspide de la pirámide social: los soberbios, los poderosos, y los ricos. Son despojados de su prestigio, y son destronados, esparcidos y enviados vacíos. Mientras que los humildes y los hambrientos, los que están en la parte más baja de la escalera social, ascienden sorprendentemente a la cima. María canta palabras de esperanza y de juicio. Esperanza para los de humilde condición, entre los que se cuenta ella misma (Lucas 1:48). Juicio para los que estando en la cima, oprimen a los indefensos.

María, una humilde joven de Galilea, espera que el reino mesiánico ponga su mundo social al revés. Los ricos, poderosos y orgullosos de Jerusalén serán enviados vacíos; mientras que los pobre agricultores y pastores de la Galilea rural, serán exaltados y honrados. El anhelo y esperanza de María reflejan el anhelo judío por un Mesías que instauraría un reino que trastornaría a los demás reinos de la tierra.

Un reino invertido

El tema central del ministerio y enseñanzas de Jesús es el reino de Dios, o como lo llama Mateo, el reino de los cielos [1], Esta idea central es el vínculo que une todo el mensaje. El «reino de Dios» impregna todo el ministerio de Jesús, dándole una coherencia y claridad admirables. Es el núcleo, la misma esencia de su ministerio [2].

A lo largo de los siglos se ha debatido acerca de cómo conceptuaba Jesús el reino de Dios. En las páginas siguientes examinaremos este concepto: el reino de Dios apunta a un estilo de vida invertido u opuesto, contrastante con el predominante orden social. Podemos entender la idea de la inversión al pensar en dos escaleras, una al lado de la otra; una representa al reino de Dios, y la otra los reinos de este mundo. Una relación invertida entre las dos escaleras implica que lo que se valoriza en alto grado en una, está casi al fondo en la otra. Esta relación invertida se demuestra en el corito de un himno de la escuela dominical, en la que la lluvia y las aguas se mueven en direcciones opuestas:

La lluvia cayó, y las aguas subieron,
la lluvia cayó, y las aguas subieron.

Los evangelios presentan el reino de Dios como invertido o al revés en comparación, tanto con la forma de vida en la antigua Palestina, como en los tiempos modernos [3]. Sin embargo, los evangelios no ven el reino aislado, ni geográficamente ni socialmente, del resto de la sociedad. Jesús no demanda que el individuo se retraiga o separe de la sociedad; tampoco asume que el reino y el mundo estén nítidamente divididos en reinos separado. La acción del reino toma lugar en medio del parque de diversiones de la sociedad; pero juega bajo reglas diferentes. Los jugadores del reino obedecen reglas nuevas y escuchan a otro entrenador. Los valores del reino desafían los patrones de la vida social aceptados en la cultura moderna. Los hábitos del reino no se mezclan sutilmente con las tendencias culturales dominantes y hasta puede parecer absurdos.

El reino de Dios no sólo va contra la corriente, también es la autoridad en nuestra situación [4]. Los valores del reino cubre tópicos y dilemas contemporáneos. La ética del reino, trasladada a nuestro contexto moderno, sugiere cómo «debemos» ordenar nuestras vidas. Indudablemente no encontraremos respuestas en las Escrituras para todo lo relacionado con la conducta. Los evangelios no ofrecen recetas que solucionen todos los dilemas éticos modernos; pero si proponen las interrogantes correctas que nos empujan hacia los grandes temas que dan significado y propósito a nuestra vida.

Un reino de relación

¿Qué es exactamente el reino de Dios? El término desafía a una definición exacta, pero tiene muchos significados. En esto radica su genio, en poder estimular nuestra imaginación una y otra vez.

La mayoría de eruditos bíblicos están de acuerdo en que el «reino de Dios» es el gobierno dinámico de Dios. No es un territorio en el sentido espacial. El reino no se ubica en un área particular de la tierra. No es estático. Es dinámico, siempre esparciéndose, siempre creciendo [5]. El reino no apunta al lugar donde está Dios, sino a las actividades gobernantes de Dios. El reino está presente en cualquier tiempo y lugar donde los hombres y mujeres sometan sus vidas a la autoridad de Dios.

¿Se manifiesta el reino cuando Dios gobierna en el corazón de las personas? Este concepto sugiere que el reino es primordialmente una experiencia interna de la mente; pero el mismo término reino implica un orden colectivo superior y más grande que la experiencia personal. Hablando en sentido literal, en un reino un rey gobierna sobre un pueblo. Las normas sociales y políticas del grupo ordenan la vida colectiva del reino. Existen acuerdos que establecen las obligaciones del pueblo hacia su Dios y entre los gobernados. La actividad administrativa del rey establece diferencias prácticas en las vidas y relaciones de sus súbditos. De acuerdo a las palabras de un erudito, «El reino es algo al que las personas entran, no algo que entra en las personas. Es un estado de cosas, no un estado mental» [6].

La vida del reino es fundamentalmente social. Implica membresía, ciudadanía, lealtad e identidad. La ciudadanía en un reino conlleva relaciones, políticas, obligaciones, fronteras y expectativas. Estas dimensiones de la vida del reino son superiores a la experiencia personal. La membresía en un reino significa responsabilidad del ciudadano hacia su rey, hacia otros ciudadanos y hacia otros reinos. Vivir en un reino significa compartir su historia y participar en moldear su futuro.
A pesar de que un reino es un orden social superior a cualquier persona, los individuos si ejercen su derecho de elección respecto a los reinos: Los aceptamos o los rechazamos. Los servimos o los despreciamos. Entramos y salimos de los reinos. Les somos leales o les damos la espalda.

La diferencia sociológica ente un conjunto y una colectividad aclara el concepto de reino. Un conjunto no constituye un grupo. Es simplemente un número de personas que casualmente están juntas en un determinado tiempo y espacio. No ejercen influencia unso en el otro. Las personas que esperan en una intersección que el semáforo cambie a verde, son un conjunto; aun cuando están de pie una al lado de la otra, usualmente no interactúan entre ellas.

En contraste, el comité ejecutivo de la asociación de padres-maestros de una colectividad, o sea un grupo cuyos miembros son interdependiente. Ejercen entre si influencia mutua, formulan metas comunes y unidos deciden como alcanzarlas. Los súbditos de un reino tienen una interdependencia colectiva basada en las politicas de su rey.

El reino de Dios es una colectividad, o sea una red de personas que han rendido sus corazones y relaciones al reino de Dios. El reino se manifiesta cuando Dios gobierna en sus corazones y en sus relaciones sociales. El reino no es meramente una serie de lineas de FAX espirituales independientes que unen al Rey con cada uno de sus súbditos.

¿Cómo podemos descubrir cómo es el reino de Dios? ¿Cómo es la política real? ¿Podemos traducir la sublime idea del reino de Dios a términos prácticos? La respuesta la encontramos en la encarnación. Jesús de Nazaret nos reveló a Dios. Comenzamos a entender el significado del reino a través de la vida y enseñanzas de Jesús. La vida de Jesús es la Palabra de Dios, final y definitiva. A través de la persona y el ministerio de Jesús la voz de Dios habló con absoluta claridad, en un lenguaje universal que todos pueden comprender.
El reino de Dios es el hilo común entretejido a lo largo de las enseñanzas y ministerio de Jesús. Frecuentemente Jesús narró parábolas para ejemplificar el reino. Los sermones del Monte y de la Planicie describen la vida del reino. El Padrenuestro da la bienvenida al advenimiento del reino. El vocabulario del reino está continuamente en los labios de Jesús.

Además de sus palabras, la actividad y el comportamiento de Jesús nos enseña acerca del reino. Jesús de Nazaret nos brinda el ejemplo más concreto, la más visible expresión del gobierno de Dios. Sus palabras y comportamiento ofrecen las mejores claves para resolver el acertijo del reino [7]. Pero en el análisis final, no es su reino, ni el nuestro, pues siempre y por sobre todas las cosas Jesús señala que es el reino de Dios.

¿Por qué al revés?

Si Jesús instauró el reino de Dios, es obvio que ese es el reino que está al derecho, con la cabeza hacia arriba. Indudablemente, si convenimos que el reinos nos presenta los planos de Dios para nuestras vidas, entonces debiéramos etiquetarlo como el reino al derecho; pero permítame retener la imagen de invertido, o al revés, para enfocar los siguientes tópicos.

1) La vida social tiene dimensiones verticales. La sociedad tiene una topografía muy irregular. En la geografía social hay montañas, valles, surcos y planos. Algunas personas se hallan en los picos sociales, mientras otras lloran en los valles. Los individuos y grupos en la escala social varían grandemente. El presidente de un comité ejerce más poder que el miembro promedio del comité. Los abogados tienen más prestigio e influencia que el dependiente de supermercado. No jugamos el «juego» de interacción social en un campo plano. La imagen «cabeza abajo» nos recuerda la dimensión vertical de la vida social.

2) Se nos olvida preguntar por qué las cosas son como son. El membrete de «cabeza abajo» nos anima a cuestionar por qué las cosas son como son. Los niños aprenden rápidamente los valores culturales comunes y los toman como un hecho establecido. Así, el cereal se convierte en el alimento «correcto» para el desayuno. La socialización —aprender cómo es nuestra cultura— moldea los cánones por los que vivimos. Damos por hecho nuestro estilo de vida. Asumimos que las cosas son como deben ser. Comer cereal para el desayuno, día tras día, parece incuestionablemente correcto. Aceptamos como intrínsecos los valores y normas que presenta la pantalla y la propaganda sencillamente porque «así es la vida». Si nuestro sistema económico establece un salario mínimo, lo aceptamos como justo sin pensarlo dos veces. Si alguien viola nuestra propiedad, felizmente entablamos juicio; después de todo, «para eso es la ley». Exigimos el ocho por ciento de comisión en cualquier transacción de ventas, porque «así se acostumbra».

Los valores, creencias y normas de nuestra sociedad penetran, tan profundamente en nuestra mente que ya no vemos las alternativas. A través de todos los evangelios, Jesús presenta el reino como un nuevo orden que rompe con las costumbres, valores, y proposiciones antiguas que gobiernan nuestras vidas. Como ciudadanos del reino, no podemos asumir que las cosas están bien solamente porque «así son». La perspectiva «de cabeza» enfoca los puntos de divergencia y conflicto ente el reino de Dios y los reinos del mundo.

3) El reino está lleno de sorpresas. Vez tras vez, Jesús nos desconcierta con sus parábolas, sermones y hechos. Frecuentemente en los evangelios, las cosas están de cabeza. Los buenos tipos, resultan ser los malos. Los que esperamos que reciban una recompensa, reciben azotes. Los que creen que van al cielo, terminan en el infierno. Las cosas están al revés. Las enseñanzas de Jesús están saturadas de paradojas, ironías y sorpresas; ponen de cabeza nuestras expectativas. Los más insignificantes, son los más grandes. El inmoral recibe perdón y bendición. Los adultos se vuelven como niños. Los religiosos se pierden el banquete celestial. Los piadosos reciben maldiciones. Las cosas no son como pensamos que debieran ser. Estamos frustrados y perplejos. Asombrados, damos un paso atrás. ¿Debiéramos reír o llorar? Una y otra vez, al poner nuestro mundo de cabeza, el reino nos sorprende.

Es absolutamente necesario extender un puente entre las interrogantes que nos presionan hoy y los registros bíblicos. Siglos de agua se arremolinan entre los peñascos en cada ribera. Vemos también algunos desvíos que impiden un fácil acceso. Antes de cruzar el puente hacia el ayer, debemos detenernos y ponderar cuatro desvíos que están marcados. Frecuentemente usamos estos desvíos para evadir el mensaje del reino y pasar por alto su importancia para el día de hoy.

Desvío uno: Jesús está atado culturalmente

La primera señal nos advierte que es sumamente peligroso tratar de poner un puente el primer siglo y el siglo veintiuno. Los paisajes culturales son muy diferentes. Jesús vivió en una pequeña aldea rural, lejos de la industrialización, la urbanización, la tecnología, el holocausto nuclear y las corporaciones mundiales. De acuerdo a este desvío, la ética del reino podría funcionar en aldeas pequeñas donde Simón conoce a Marta. En una sociedad simple puede hablarse de amar a los enemigos y perdonar a los vecinos. El modelo del reino tiene sentido para bondadosos pastores y aldeanos ingenuos; pero no para nosotros. Las enseñanzas de Jesús están atrapadas por una cultura rural. No podemos transportarla por le puente de nuestra vida moderna en la que impera un complicado sistema mundial.

Según esta premisa, podemos estudiar las Escrituras para aprender acerca del ética bíblica en tiempos de Jesús. Podemos describir los «debes hacer esto» que se aplicaron en tiempos nuevo testamentarios; pero no debemos de tratar de que crucen el puente como «debes hacer esto» para hoy.

El letrero que señala este desvío nos insta a construir nuestra propia ética cristiana desde el principio, basada en el sentido común, ya que el fundamento bíblico antiguo no es aplicable ahora.

También advierte que es irresponsable brincar a ciegas desde textos bíblicos aislados a la era moderna. Pero si logramos identificar el significado de un texto bíblico dentro de su propio entorno cultural, entonces podremos transportar ese significado a través del puente al mundo moderno. Indudablemente debemos entender los valores, normas y relaciones de grupo de los tiempos antiguos para comprender el significado total de un texto. Debemos reconocer que la sociedad aldeana de Galilea era totalmente diferente de nuestra sociedad moderna.

No obstante, los mismos hábitos humanos persisten a ambos lados del abismo histórico: nacionalismo, racismo, opresión económica, codicia, violencia, abuso de poder, y arrogante individualismo. El mal acecha dentro de las estructuras sociales tanto de ayer como de hoy. Conforme develamos el significado de las historias de los evangelios dentro de sus entornos culturales, hallamos que en verdad, también abordan los candentes temas de nuestro tiempo.

La ubicación de los evangelios es el tiempo antiguo no constituye ningún obstáculo cuando nos tomamos el tiempo para interpretarlos en su contexto cultural; precisamente entonces es cuando las historias bíblicas adquieren relevancia. Al contrario del pensamiento típico, la importancia de Jesús sufriría menoscabo si su vida y ministerio se hubieran desarrollado por encima de la cultura. Su cimiento en una cultura particular incrementa su importancia para hoy. El arraigo cultura de Jesús clasifica, y no oculta, el mensaje del reino.

Desvío dos: Jesús se equivocó respecto al tiempo

El segundo desvío nos advierte que Jesús mismo se equivocó respecto al tiempo del advenimiento del reino. De acuerdo a este argumento, él se engañó pensando que el reino vendría durante su vida, por lo tanto, no podemos tomar muy en serio sus enseñanzas hoy, y ciertamente no puede decirnos cómo debemos vivir.

El tema del tiempo del reino presenta uno de los más candentes problemas en los estudios sinópticos. Ha provocado acalorados debates entre los eruditos [8]. ¿Cuándo vendrá el reino? ¿Será que ya vino, o todavía debemos esperarlo? ¿Está el pastel en el cielo, o ya está aquí?

Muchos eruditos piensan que Jesús esperaba que ocurriera la consumación final del reino durante su propia vida [9]. Por ejemplo en Mateo 10:23 Jesús dice a sus discípulos a quienes está enviando a predicar: «De cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre». En Lucas 9:27, después de instruirles acerca de la cruz, Jesús dice: «Pero yo os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios». Estos, y otros pasajes sugieren que Jesús mismo esperaba un advenimiento inmediato del reino.

Bajo esta luz, el carácter radical de la vida de Jesús tiene sentido. Esperando que el mundo terminara en unos cuantos años, él presentó sus enseñanzas éticas como guías temporales. Eran aplicables únicamente durante el breve ínterin entre su vida y el inminente advenimiento del reino. Si uno espera que el mundo termine y que el reino irrumpa en cualquier momento, tiene sentido amar a los enemigos y regalar el manto. De acuerdo a esta escuela de interpretación liberal, las enseñanzas de Jesús estaban diseñadas para este breve «ínterin» únicamente. Indudablemente no son razonables para relaciones sociales duraderas y a largo plazo.

En contraste, otros teólogos argumentan que Jesús creía que el reino ya estaba presente en su propio ministerio. Jesús dijo: «Se ha acercado a vosotros el reino de Dios» (Lucas 10:9), y «...el reino de Dios ha llegado a vosotros» (Lucas 11:20). Jesús debe haber comprendido que el reino ya estaba presente en su ministerio. Esta linea de interpretación enfatiza la presencia del reino en la encarnación y en el posterior crecimiento de la iglesia; sin embargo, niega una consumación futura [10].

Una tercera posición, el punto de vista dispensacional, relega el reino a un reino futuro y literal de Cristo sobre la tierra. Bajo esta perspectiva, Israel rechazó el ofrecimiento del reino durante la primera venida de Cristo. Esto forzó a Dios a retrasar la actualización del reino hasta el retorno de Cristo. Este enfoque futurista y conservador diluye cualquier interés formal de aplicar las enseñanzas de Jesús a nuestras vidas hoy. Es interesante que tanto liberales como conservadores llegan a la misma conclusión: la ética del reino enseñada por Jesús no tiene significado para el día de hoy.

Hay otros eruditos que tienen una cuarta postura. Ellos argumentan que el reino de Dios en las enseñanzas de Jesús se integra tanto al presente como al futuro. Un erudito dice: «Hay un consenso creciente entre los eruditos estudiosos del Nuevo Testamento de que el reino de Dios, en cierto sentido, es tanto presente como futuro» [11]. Encontramos por lo menos cuatro significados del reino en los evangelios:

  1. Un significado abstracto del reino o gobierno de Dios.
  2. Un orden futuro apocalíptico al que entrarán los justos.
  3. La presencia del reino ya manifestándose sobre la tierra.
  4. Un reino al que están entrando las personas ahora [12].

Es útil pensar que el reino de Dios es un símbolo general, en vez de uno específico [13]. Los símbolos apuntan a algo que trasciende al mismo término. La palabra escrita «perro» es un símbolo que al leerla nos recuerda a cierta clase de animal.

Un símbolo especifico es un que sólo tiene una referencia, es decir, que nos recuerda solamente una cosa. Por ejemplo: Un cachorro de cocker spaniel, negro y hembra, nos señala una clase específica de perro.

En contraste, los símbolos generales tienen significados múltiples y muchas referencias. La palabra «animal», por ejemplo, sugiere muchas clases de criaturas.

Si pensamos en el reino de Dios como un símbolo especifico, nos limitamos a un solo significado. Si el reino es sólo un evento único, nos vemos forzados a preguntar si el acontecimiento ha ocurrido: sí o no. Sólo un hecho histórico único y concreto puede dar cumplimiento a un símbolo especifico.

Pero si conceptuamos el reino como un símbolo general, obtendremos muchas referencias con significados múltiples. Un símbolo general es elástico. Se extiende hacia adelante y hacia atrás, y cubre muchos significados, por lo tanto, en lugar de preguntar acerca del tiempo, preguntamos qué evoca o representa el reino. ¿Que representa? ¿A qué señala? Además, un símbolo general no se invalida sencillamente porque un acontecimiento especifico no ocurra. El reino es más que un evento antiguo o futuro. El ver el reino como un símbolo general nos capacita a apreciar las muchas formas en las que Dios es rey de nuestras vidas.

Este estudio tratará de cubrir los diversos significados del reino. La esperanza del Antiguo Testamento, su inauguración en el ministerio de Jesús, su poder en Pentecostés, su durabilidad en la vida de los creyentes a lo largo de los siglos y su futura consumación.

Las señales del reino irrumpen siempre que las personas sometan su voluntad y sus relaciones al camino de Dios. Para citar el título de un libro, el reino es La presencia del futuro entre nosotros [14]. El reino de Dios está presente ahora cuando el Espíritu de Dios gobierna las vidas de los creyentes. Los miembros del reino, aún ahora, son aquellos que obedecen al Señor del reino. Aquellos que siguen el camino de Jesús ya son parte del movimiento del reino. No, Jesús no se equivocó respecto al tiempo. El, sencillamente hablaba de un reino que trasciende nuestra comprensión humana del tiempo.

Desvío tres: Pondere el significado espiritual

El tercer desvío nos advierte que no debemos acarrear a través del puente instrucciones éticas prácticas de la antigua Palestina. Este desvío nos anima a suavizar, espiritualizando, las severas enseñanzas sociales de Jesús. Hay ciertas palabras en nuestro lenguaje que asumen significados sagrados. Sorteamos las palabras y las clasificamos como santa y profanas. Contrastamos lo caliente y lo frío, lo grande y lo pequeño, adentro y afuera. En los círculos religiosos el término «espiritual» está en la cima de la escalera sagrada, mientras que la palabra «social» con frecuencia parece estar en el fondo.

La lógica dice que las realidades espirituales provienen de Dios: son santas. Por otra parte, el esfuerzo humano es el que mueve los asuntos sociales; por lo tanto, estando ubicados lejos del corazón de Dios, las realidades sociales se vuelven sospechosas. Lo espiritual es mejor que lo social. Esperamos que cierta actividad de la iglesia no se convierta en «solamente un acontecimiento social», implicando que no tendría ningún significado espiritual. Esta desafortunada división entre lo espiritual y lo social con frecuencia nos desvía de la ética del reino.

Las realidades espirituales implican grandes verdades metafísicas; incluyen nuestras creencias acerca de Dios, de la salvación y de la misteriosa acción del Espíritu de Dios en nuestras vidas. Las realidades sociales, por otra parte, apuntan a los asuntos terrenales y mundanos: albergue, compañerismo, salario, recreación y nuestra necesidad de aprobación, amor, creatividad y relaciones satisfactorias.

Esta falsa división ente lo espiritual y lo social nos conduce a una lectura deformada de las Escrituras. Nos impulsa a convertir las palabras severas de Jesús en un jarabe dulce y espiritualizado. Esto diluye sus enseñanzas, y las convierte en inofensivas. Nos maravillamos ante la muerte expiatoria de Jesús, pero olvidamos que él también nos demostró una nueva forma de vivir.

Cualquier evangelio que no sea social, no es evangelio. El amor de dios por el mundo produce una acción social, ya que Dios no sólo se sentó en una gran mecedora teológica a meditar acerca de su amor por el mundo. Dios actuó. Dios irrumpió en los asuntos sociales, en forma humana. Por medio de Jesús, Dios vivió e interactuó en un medio social real. Jesús, en esencia, reveló los hábitos sociales de Dios; en la encarnación, lo espiritual se volvió social.

Poniéndolo en otra forma, este definitivo acto social fue una palabra espiritual que nos comunicó los misterios de Dios en forma social práctica. Palabra y hecho se convirtieron en una sola realidad en la encarnación. En estos últimos días Dios nos ha hablado, no en griego o inglés, sino a través de su Hijo, o sea un acontecimiento social (Hebreos 1:2). Lo genial de la encarnación es que el mundo espiritual y social se encontraron y se fundieron en Jesucristo; separarlos es negar la encarnación. Lo social y lo espiritual están firmemente entretejidos en el relato de la vida de Jesús presentado en los evangelios.

Un erudito argumenta que el arrepentimiento «es puramente una acción ética ... un acto que involucra únicamente al individuo y a Dios, sin ninguna consideración hacia otros seres humanos o el mundo» [15]. Este enfoque erróneamente asume que el arrepentimiento es solamente una experiencia espiritual personal sin ninguna implicación social. Si esto fuera así, ¿por qué Jesús le concede tanta importancia al arrepentimiento, a no ser por razones éticas? Tal división representa mal al evangelio. No existen dos evangelios. No hay un evangelio espiritual y un evangelio social, una salvación y un evangelio de hambre. Tenemos un solo evangelio integrado del reino y este evangelio funde en una la realidad social y espiritual.

Jesús vincula lo espiritual y lo social en un todo inseparable. Por una parte afirma que la verdadera fe está anclada en el corazón, no en los diezmos, sacrificios, lavamientos y otros rituales externos. En este sentido él espiritualiza la fe religiosa.

Por otra parte, Jesús argumenta que la fe en Dios siempre se expresa en actos sociales tangibles de amor por el prójimo. En otras palabras, elimina nuestras diferencias entre lo social y lo espiritual. Desde el punto de vista de Jesús, lo espiritual y lo social son inseparables, como un tela sin costura.

En cierta ocasión un pastor espiritualizó la historia de Zaqueo. Dijo a la congregación que Jesús puede ayudarnos a bajar de nuestros arboles espirituales. Si estamos «atrapados» espiritualmente a nuestro propio árbol, Jesús puede liberarnos. El sermón pasó por alto las profundas dimensiones económicas de la historia. El impacto social del encuentro lo convirtió en algo trivial con trilladas aplicaciones espirituales. Una lectura realista del texto descubre a un colector de impuestos codicioso que se encuentra con Jesús, se arrepiente e inmediatamente corrige sus malversaciones económicas. El arrepentimiento espiritual y la retribución social forman una sola, historia que Jesús describe como una «visitación de la salvación».

Al investigar las implicaciones sociales del evangelio, no se menosprecian o descuidan sus proyecciones espirituales; sino más bien se afirma que estas proyecciones espirituales siempre tienen ramificaciones sociales. La integración de lo social y lo espiritual en un todo no es un forma humanística de teologizar desde abajo; por el contrario, afirma una encarnación que se movió del lugar santísimo al templo de Jerusalén a la realidad social de la sociedad de Palestina.

Al espiritualizar los textos bíblicos, los sacamos fuera de la experiencia práctica humana; diluimos su significado social. Por otra parte, cuando exploramos el contexto de un texto bíblico, su significado se convierte en algo pertinente para nuestra situación actual.

Desvío cuatro: Solamente cambie su carácter

La siguiente barricada nos dice que el reino solamente afecta nuestro carácter personal. En otras palabras, las enseñanzas de Jesús sirven para edificar el carácter privado y personal, pero no la conducta social. Un erudito llega a la conclusión que el deseo primordial de Jesús es el desarrollo de un carácter justo. La conducta, observa, debiera ser una manifestación de tal carácter justo; pero «por supuesto es cierto que hay muy poca enseñanza explícita en los evangelios sobre una conducta, o ética, social» [16].

La diferencia entre la conducta personal y la social es considerablemente, pero también resulta problemática. Sugiere que las decisiones y acciones personales no tienen consecuencias sociales. Asume que los individuos operan en un ambiente sin ninguna implicación social, separados totalmente de las fuerzas sociales.

Según este enfoque, a Jesús le preocupaban únicamente los aspectos privados de la vida interior, tales como el carácter, las actitudes, las motivaciones, las emociones y los rasgos de personalidad. Por lo tanto, la ética de Jesús se aplica únicamente a los sentimientos internos que tienen muy poco impacto en los demás. Lo que Jesús aborda es nuestra perspectiva emocional, nuestra esperanza y paz interna.

El problema de una división entre lo personal y lo social es que, virtualmente, todo comportamiento es social. ¿Existen algunas acciones que sean puramente «personales»? Tal vez rascarse una pierna podría pasar este examen; pero aun esta simple acción puede provocar problemas. La forma correcta de rascarse la pierna se aprende en el contexto social. Las normas culturales determinan el tiempo y el método para rascarse. ¡Ay del líder nacional que se rasque durante una conferencia de prensa!

Aun las ideas, valores y rasgos de carácter tienen un origen social. No caen del cielo simplemente. Han sido aprendidas en un contexto social: las discusiones con amigos, leer un libro, escuchar grabaciones, han sido aprendidas cuando los hijos observan a su padres a lo largo de muchos años. Esto no significa que el individuo no contribuya con su propia originalidad o creatividad. Tampoco significa que los individuos sean robots programados por la cultura. Nuestra mente es el crisol en donde una variedad de influencias se procesan y se mezclan. Cada persona mezcla estas influencias sociales en su propia manera hermosa y única.

Los sentimientos y motivaciones internas no sólo tienen raíces sociales, sino también ramificaciones sociales. Los sentimientos dirigidos a otras personas. Odiar a alguien en el corazón es equivalente a asesinarlo; la lujuria sexual es igual que el adulterio.
Nuestros sentimiento y emociones internas no están selladas a los demás. Emergen de acuerdo a la experiencia social y se dirigen hacia los demás. Es difícil pensar en cualquier rasgo de carácter, aislado del contexto social. Alguien varado en una isla desierta puede ponderar el significado de la integridad, de la honestidad y de la mansedumbre, pero resultaría una experiencia frustrante y vacía sin otras personas. Si a Jesús le hubiera preocupado únicamente el carácter interno, habría pasado todo su tiempo en el desierto predicando a las piedras acerca de las virtudes de la armonía interior.

El hecho que las ideas y los sentimientos tengan orígenes y consecuencias sociales no niega el papel del Espíritu Santo. Dios nos creó como entes sociales y su Espíritu usa a otras personas para ministrar a nuestras necesidades y promover nuestro cuidado por las necesidades ajenas. Las creencias y pensamientos pueden ser productos sociales con implicaciones sociales, pero eso no significa que nuestra vida interior no tenga importancia; todo lo contrario, pues cuando nos percatamos de su vinculación con otros a nuestro alrededor comprendemos cuán importante es. Los pensamientos influencian y determinan nuestro comportamiento. Jesús enfatizó la necesidad de una genuina justicia interior en contraste con los rituales hipócritas. Él también sabía que la vida interior rinde un fruto social.

La ética social del reino, como fue enseñada y vivida por Jesús, puede ser transportada sobre el puente que une el primer siglo con el siglo veinte. Este libro resiste el concepto de que Jesús debería regresar a su propio tiempo, puesto que «el no brinda una ética valedera para hoy» [17]. En contraste, las páginas siguientes hacen eco de la preocupación de otros eruditos de que la ética social cristiana está firmemente unida al reino de Dios [18]. Los evangelios no ofrecen un sistema de ética formal que cubra toda situación concebible. No me uno a una mentalidad sentimentalista de sencillamente «seguir sus pasos». Sin embargo, los evangelios sí nos brindan episodios, historias y cuadros pletóricos de enseñanzas aplicables a nuestra situación moderna [19]. Los cuadros de lo bueno y lo correcto que aparecen en los relatos del reino no son posibilidades imposibles o ideales románticos; más bien están estrechamente vinculados con los escabrosos problemas de la existencia humana de hoy.

La visión del reino delineada en los evangelios no presenta un programa específico de ética social o acción política; sin embargo, la visión del Nuevo Testamento nos indica claramente lo que no es el reino. También nos introduce a los principios básicos de lo correcto y lo bueno que son fundamentos del reino. Las aplicaciones específicas, desde luego, son obra de la iglesia a lo largo de los siglos, según la dirección del Espíritu Santo.

Lo sorprendente de nuestros esfuerzos por comprender el reino es la forma en que lo separamos al azar en categorías. Nuestras interrogantes y categorías fragmentan el reino en pedacitos. Preguntamos: ¿Es el reino presente o futuro? ¿Personal o social? ¿Abstracto o concreto? ¿Terrenal o celestial? ¿Espiritual o político? ¿Atado a la iglesia o circunscrito al mundo? ¿Un don de Dios, o decretado por nosotros?

Nuestra propensión humana de dividir el reino en categorías lógicas y manejables atenta contra su integridad. El reino de Dios debiera sacudir nuestras débiles categorías humanas, pues abarca todo lo anterior. Recordemos que ¡es el reino de Dios, no nuestro reino!

Queremos comprenderlo, examinarlo, analizarlo; pero Dios nos invita a entrar en él. Dios nos ha invitado a dar la espalda a los reinos de este mundo y a abrazar el reino de cabeza. En el fondo de todas las enseñanzas de Jesús acerca del reino hay un llamado a responder [20]. El no nos invita a estudiarlo, sino a unirnos a él; no a examinarlo en detalle, sino a entrar. ¿Como responderemos?

Preguntas para discusión

  1. ¿Qué nos dicen las profecías de Juan el Bautista y María acerca de la naturaleza del reino?
  2. Además de la escalera y el juego de pelota, ¿qué otras imágenes podrían ayudarnos a visualizar y a simbolizar el reino de cabeza?
  3. ¿Qué diferencia hay entre ver el reino de Dios como un conjunto o como una colectividad?
  4. ¿Que desvíos fáciles obstaculizan la enseñanza bíblica?
  5. ¿Qué otras señales de desvíos nos impiden aplicar la ética bíblica hoy?
  6. Brinde otros ejemplos de «espiritualización» que debilite el concreto significado social del evangelio.

 


1. Jeremias (1971:97) señala que los términos reino de Dios y reino de los cielos tienen un significado idéntico.

2. Los eruditos del Nuevo Testamento generalmente están de acuerdo en la centralidad e importancia del tema del reino en las enseñanzas de Jesús. Borg (1987:198-199) es casi excelente introducción de la visión de Jesús, resta importancia al tema del reino. En un provocativo estudio, Sheehan (1986) propone que la esencia del reino fue distorsionada cuando la iglesia primitiva transformó el reino en otra religión: el cristianismo.

3. Verhey (1984) explora el tema de «La Gran Reserva» en un excelente estudio sobre la ética y el Nuevo Testamento. Su interpretación de la inversión social en los evangelios, aunque desarrollada independientemente de mi trabajo, coincide en muchas formas con mi perspectiva.

4. Esta es esencialmente la posición tomada y mas ampliamente desarrollada por Yoder (1972:23).

5. Jeremias (1971:98). Excelente discusión de la historia del conocimiento relativo al reino de Dios puede encontrarse en Chilton (1984:1-26), Chilton y McDonald (1987), Riches (1982:87-111) y Sanders (1985:123-244).

6. Verhey (1984:13)

7. Los evangelios brindan diferentes capas o estratos del material histórico: las palabras de Jesús, el punto de vista de los redactores, las tradiciones orales y las influencias de las comunidades cristianas primitivas. Los respectivos editores de los evangelios, por supuesto, ofrecen diferentes sesgos, o enfoques de Jesús. Aunque estoy consciente de la multitud de intereses que dan forma al texto histórico, mi atención principal radica en los puntos de vista sinópticos o genéricos de Jesús, tal como nos han sido entregados. Este enfoque homogéneo es menos sensible a las tonalidades de los editores particulares, pero ofrece un enfoque más plenario de Jesús como nos ha sido transmitido. Y este enfoque total, aunque no puede ser verificado históricamente, sin embargo captura en forma confiable la esencia del Jesús esencial.

8. Las discusiones acerca del tiempo del reino y su carácter escatológico han sido revisadas por numerosos eruditos. Chilton y McDonald (1987), Hiers (1970, 1973), Ladd (1974a, 1974b), Pannenberg (1969), Perrin (1963, 1976), Sanders (1985).

9. Schweitzer (1922) en su propio estudio clásico The Quest of the Historical Jesus (La Búsqueda del Jesús Histórico) publicado en 1906, argumenta que la visión apocalíptica de Jesús moldeó su enseñanza ética. Más recientes partidarios de la interpretación apocalíptica de las enseñanzas de Jesús de Schwitzer, incluyen a Hiers (1970, 1973) y a Sanders (1975).

10. El teólogo británico Dodd (1936), fue uno de los primeros proponentes de este enfoque, con frecuencia llamado «escatología realizada».

11. Ladd (1974b:3). El consenso de los estudiosos claramente se ha movido hacia significados múltiples temporales asociados con el tiempo del reino. Consulte también a Bright (1953:216-217). Chilton (1984), Chilton y McDonald (1987), Kraus (1974:32), Perrin (1976) y Sanders (1985:150-56).

12. Ladd (1974b:123).

13. Perrin (1976:29-35) ofrece esta útil diferenciación. En aras de la sencillez he rotulado el símbolo «steno» de Perrin como «especifico» y su símbolo «tensivo» como «general».

14. Ladd (1974b).

15. Sanders (1975:31).

16. Ladd (1974b:303).

17. Sanders (1975:29).

18. Ladd (1974b:302) al igual que Birch Y Rasmussen (1976) expresan su preocupación. La creciente tendencia de los eruditos es vincular la ética social con el reino de Dios en las enseñanzas de Jesús como lo ilustran los esfuerzos de Cassidy (1978), Hauerwas (1983), Longenecker (1984), Mealand (1981), y Yoder (1972). Chilton y McDonald (1987) y Perkins (1981) argumentan que las parábolas brindan los mejores conceptos de la ética social del reino.

19. Una de las dificultades que se presentan al fundamentar la ética social moderna en los evangelios sinópticos es el hecho que Jesús y sus discípulos eran un grupo itinerante que viajaba por toda la campiña rural. Constituían el estado incipiente de un movimiento social de revitalización religiosa y, por tanto, no se preocupaban de formar y mantener las instituciones sociales que pesan sobre cualquier movimiento social en sus ultimas etapas. En los Hechos de los Apóstoles, así como en las otras epístolas del Nuevo Testamento, la cuestión de la creación y preservación de instituciones asume una prioridad más elevada.
Para un estudio sociológico del carácter itinerante de Jesús y sus discípulos, vea Theissen (1978). Una discusión de las diferentes necesidades sociales que corresponden a las etapas institucionales de un movimiento social aplicadas al papel que juegan las riquezas en Lucas y Hechos pueden hallarse en Kraybill y Sweetland (1983).

20. Verhey (1984:21) sugiere que la ética de Jesús no requiere obediencia a la ley, sino que fundamentalmente es una ética de arrepentimiento.