Colección de lecturas
 

PDF Esclavos libres

El reino al revés
por Donald B. Kraybill


The Upside-Down Kingdom
Copyright © 1878, 1990 Herald Press (Scottdale, EEUU)
Traducción: Marta J. de Mejía
Copyright © 1995 Ediciones SEMILLA (Guatemala)
Reproducido aquí con permiso.



5. Esclavos libres

Un joven del pueblo es linchado

Jesús respondió con un enfático «no» a los tres reinos al derecho. Pero, ¿cómo era este reino suyo al revés? Lucas 4:16-30 comienza describiendo el inicio del ministerio de Jesús en Nazaret, su pueblo natal, otorgando un significado profundo al retorno a su tierra. Para Lucas, el sermón inaugural de Jesús delante de rostros familiares, devela los misterios del nuevo reino. Al igual que Lucas, Marcos 1:15 y Mateo 4:17 registran que inmediatamente después de su tentación, Jesús anunció al advenimiento del reino de Dios, pero ubican el acontecimiento del retorno a su pueblo (Mateo 13:53-58, Marcos 6:1-6) más tarde en la secuencia de su ministerio, aunque los dos convienen que los que lo oían estaban maravillados por su sabiduría y poder.

El momento decisivo había llegado. Jesús se levanta y pasa al frente en la sinagoga de su pueblo. Se le da el libro del profeta Isaías [1], pero Jesús no lee, sino lo recita de memoria. Sus paisanos no pueden creer lo que oyen. El hijo del carpintero, el hijo de José, declara que él es el ungido. Dice que él es Dios encarnado; y que el tan largamente esperado Mesías, está de pie delante de ellos.

Citando al profeta, Jesús resume su identidad y misión:

El Espíritu del Señor está sobre ,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;
A predicar el año agradable del Señor.

Lucas 4:18-19 (énfasis añadido)

Las palabras, pregonar libertad, excarcelar, anunciar el año agradable del Señor hacían repicar campanas a los oídos de los judíos. La gente entendía perfectamente bien lo que Jesús quería decir.Habían escuchado muchas veces estas frases. Poner en libertad, excarcelar, soltar, perdonar, restaurar, ¡sí, sí!; estas eran las imágenes de la esperanza mesiánica. Esto es lo que se esperaba que hiciera el Mesías, «el ungido».

Tres elementos destacan en el uso del pasaje que hizo Jesús (Isaías 61:1-2). Primero, Jesús revela que él es el Mesías. Segundo, su misión es dar nuevas de liberación a los pobres, a los ciegos, a los esclavos y a los oprimidos. Tercero, ésta es la proclamación del año agradable de Dios; luego, concluye con dinamita: «Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros». El Mesías está aquí, ustedes son los testigos. ¡Ustedes están viéndolo delante de sus propios ojos! Yo soy más que el hijo de José, ¡Yo soy el Mesías!

La reacción de los amigos y vecinos ante este mensaje es fascinante. Cuando comprendieron el impacto total de sus palabras se maravillaron; pero luego, se llenaron de ira, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. ¿Qué incitó esta reacción asesina contra uno de los suyos? ¿Qué dijo Jesús que desencadenó tanta violencia?

En su sencillo anuncio del advenimiento del reino de Dios, Jesús omitió una frase al final del pasaje relativa al día de la venganza, cuando Dios castigaría a los malos. Varias historias que Jesús incluyó al final de este sermón confirmaron justamente lo opuesto: Dios extendería misericordia y liberación aun a los malos. Este anuncio que ponía las cosas al revés, enfureció a la multitud. Hablaremos más adelante sobre la reacción de sus oyentes.

La forma en que usualmente se lee este sermón inaugural de Jesús, espiritualiza totalmente su significado. Con frecuencia entendemos que Jesús proclama la liberación de los cautivos del pecado, vista a los ciegos espirituales y libertad a los espiritualmente oprimidos y esclavizados. Aunque esto es cierto, el trasfondo antiguotestamentario del texto expande su significado enraizándolo en realidades sociales prácticas. El «año agradable del Señor» se refiere al jubileo del Antiguo Testamento; por lo tanto, Jesús vincula su papel mesiánico al jubileo hebreo [2]. El sermón es, en esencia, la proclamación de un jubileo.

¿Jesús está presentando un programa concreto de reformas sociales y económicas? Los eruditos del Nuevo Testamento no se ponen de acuerdo sobre el particular [3]. Lo que es obvio es que los valores sociales proclamados por Jesús, súbitamente toman un nuevo significados bajo la perspectiva del jubileo. La visión del jubileo ofrece un marco interpretativo, una metáfora que nos capacita para comprender las enseñanzas y el ministerio de Jesús de nuevas maneras [4]. Pero, ¿qué era el jubileo?

Un punto de cambio para los hebreos

El jubileo se describe en tres libros del Antiguo Testamento, Exodo, Levítico y Deutoronomio. Estamos familiarizados con un ciclo semanal de seis días de trabajo, seguidos por un sabbath. Este patrón emergió de la historia de la creación, cuando Dios descansó el séptimo día. El calendario hebreo no se detenía en el ciclo semanal. También contaba seis años de trabajo, y luego celebraba el séptimo como un año de descanso. Este séptimo año, o año de «Domingo» se llamaba el años sabático. El año de jubileo se celebraba al fin del séptimo período de siete años [5]. Los eruditos no están seguros si el jubileo caía en el año cuarentinueve o en el cincuenta. Resumiendo:

El sábado finalizaba una semana de seis días.
El año sabático finalizaba una «semana» de seis años.
El jubileo finalizaba una «semana» de años sabáticos.

El término jubileo significa «el cuerno de un carnero». Un cuerno especial, tomado de un carnero salvaje, era tocado en el Día de la Expiación como señal del inicio de las festividades del jubileo. Los sacerdotes sonaban ese cuerno especial, únicamente en el año del jubileo. durante los otros años, tocaban un cuerno de carnero ordinario. Los años sabáticos y del jubileo establecían un ritmo cronológico en la sociedad hebrea. Las vibraciones de este ritmo podían poner de cabeza la vida social. Tres sacudimientos eran esperado en el séptimo, o año sabático.

  1. Tierra: se dejaba descansar la tierra en el séptimo año. No se sembraba, ni se cosechaba. Las plantas que crecieran espontáneamente tenían que dejarse para los pobres. El Señor prometía una cosecha abundante en el sexto año, suficiente para cubrir las necesidades del sexto y séptimo año. Así como la gente descansaba el sábado después de seis días de trabajo, también la tierra gozaba de un descanso después de seis años de productividad (Exodo 23:10-11; Levítico 25:2-7).
  2. Esclavos: Los esclavos eran dejados en libertad en el séptimo año. Algunas personas, agobiadas por sus deudas, se habían vendido como esclavos. Después de trabajar durante seis años como siervos, el jubileo los libertaba en el séptimo año. No está claro si los esclavos siempre eran libertados en el año sabático, pero el principio de liberarlos después de seis años de labor ciertamente existía (Exodo 21:1-6; Deutoronomio 15:12-18).
  3. Deudas: Las deudas eran perdonadas en el año sabático. Puesto que la economía de Israel descansaba en la agricultura, las deudas generalmente eran préstamos caritativos otorgados a personas necesitadas, no préstamos comerciales. Era prohibido cobrar intereses sobre préstamos a otros hebreos. El principal de cualquier deuda también era indultado en el año sabático (Deutoronomio 15:1-6).
  4. Tierra: En el año cincuenta, o sea el del jubileo, ocurrían sacudimientos más grandes. El derecho de propiedad sobre la tierra regresaba al propietario que la poseía al principio del período de cincuenta años.

Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia (Levítico 25:10).

Este cambio de propiedad que ocurría en el año cincuenta preservaba el patrón original de la tenencia de tierra. El jubileo evitaba que hacendados codiciosos compraran más y más tierra a expensas de los pobres. Aunque la tierra era comprada y vendida durante el período de cuarenta años, el jubileo restauraba la tenencia de la tierra por lo menos una vez en cada generación. Los hebreos realmente no compraban la tierra en el ínterin, compraban su usufructo. Conforme se acercaba el año del jubileo, el costo del uso de la tierra bajaba porque las tarifas se calculaban de acuerdo al número de cosecha restantes antes del jubileo (Levítico 25:13-16).

Es difícil saber si el año sabático y el jubileo fueron practicados a conciencia. Referencias históricas ajenas a las Escrituras sugieren que la práctica de dejar la tierra ociosa en el año sabático, continuó hasta la destrucción del templo en el año 70 d.C., y tal vez aun hasta más tarde. No se sabe cuántos esclavos, deudas y tierra eran restaurados. Algunas evidencias sugieren que existió una observancia parcial a estas prácticas. Durante el reinado de Sedequías, antes de que Jerusalén cayera ante Babilonia en el año 586 a.C., los ricos libertaban sus esclavos, pero pronto los volvían a capturar. Jeremías escribió con disgusto acerca de su desobediencia.

Pero os habéis vuelto y profanado mi nombre, y habéis vuelto a tomar cada uno a su siervo y cada uno a su sierva, que habíais dejado libres a su voluntad; y los habéis sujetado para que os sean siervos y siervas. Por tanto, así ha dicho Jehová: Vosotros no me habéis oído para promulgar cada uno libertad a su hermano, y cada uno a su compañero; he aquí que yo promulgo libertad, dice Jehová, a la espada y a la pestilencia y al hambre; y os pondré por afrenta ante todos los reinos de la tierra (Jeremías 34:16-17).

Jeremías juzgaba que la violación del año sabático era una de las razones para la inminente destrucción de Jerusalén (Jeremías 34:18-22).

Alrededor del año 423 a.C., Nehemías 5:1-13 reprendió al pueblo por no observar el jubileo después de retornar de la cautividad. Advirtió a los nobles y funcionarios que libertaran a sus esclavos y devolvieran la tierra a sus dueños originales. En los últimos capítulos de Ezequiel, el profeta exhorta al restablecimiento del jubileo (Exequiel 45:7-9; 46:16-18).

A pesar que muchos eruditos creen que la reforma agraria del jubileo jamás se practicó, otros creen que periódicamente fue observada. Existe una evidencia más firme de que las deudas si eran liberadas. Un fariseo principal, Hillel, quien vivió en la época cuando Jesús nació, inició el prosbul [6]. Este mecanismo legal terminó con los efectos devastadores de exonerar las deudas cada seis años. Los acreedores ya no querían prestar dinero cuando sabían que se aproximaba el año sabático, pues agotarían su capital; o sea, que la gente se negaba a otorgar préstamos porque sabían que jamás volverían a ver su dinero. El prosbul permitía que el que prestaba depositara un certificado en los juzgados donde se legalizaban los préstamos. Este documento impedía que las deudas fueran exoneradas en el año sabático. Los que prestaban también sabían que sus deudas eran legarles, a pesar de la enseñanza sabática.

La necesidad del prosbul para eludir el año sabático sugiere que las deudas en verdad eran exoneradas. A pesar de la práctica inconstante de condonación de deudas cada siete años, el sabático y el jubileo eran fechas simbólicas importantes en la medición del tiempo hebreo, sobre todo, encarnaban valores teológicos claves.

Pirámides niveladas

Más importante que los detalles del jubileo son los principios teológicos que los sustentan. No cabe ninguna duda en cuanto a que la visión del jubileo provocaba un levantamiento que alteraba el orden social. Como diseño social para el pueblo de Dios, el jubileo afectaba tres factores generadores de desigualdad:

  1. El control de la tierra representa el acceso a los recurso naturales.
  2. La posesión de esclavos simboliza el trabajo humano necesario para la producción.
  3. Los préstamos implican el manejo de capital y crédito.

El uso y la distribución de estos recursos: naturales, humanos y financieros, inclina la balanza de la justicia en cualquier sociedad. En el mundo moderno, la tecnología es una cuarta variable en la ecuación. Al controlar estos recursos, algunos se vuelven ricos, mientras que otros se empobrecen. Los principios del jubileo iluminan la visión divina en contraposición al viejo problema de la injusticia social.

  1. Derecho de propiedad divino. Un audaz mensaje corre a lo largo de las Escrituras relativas al jubileo: Dios es el dueño de los recursos naturales y humanos.

¿Por qué no debe venderse la tierra a perpetuidad? Porque «la tierra mía es; pues vosotros forasteros y extranjeros sois para conmigo». (Levítico 25:23).

¿Por qué debe dejarse en libertad a los esclavos periódicamente? «Porque son mis siervos, los cuales saqué yo de la tierra de Egipto; no serán vendidos a manera de esclavos» (Levítico 25:42-55).

¡La tierra y sus moradores pertenecen al Señor! No debemos abusar de ellos ni usarlos descuidadamente. Nosotros administramos la tierra y a sus pobladores, no somos su propietarios. Somos mayordomos que daremos cuenta a Dios, el verdadero dueño. No nos atrevamos a usar la tierra y a su gente en forma egoísta para edificar pirámides económicas, para crear dinastías sociales, o para alimentar egos codiciosos. Dar descanso a la tierra en el año sabático o sea en el séptimo año, es devuelta, restaurada a Dios, su dueño original. Una teología de mayordomía ciñe toda la visión del jubileo. Los recursos naturales, humanos y financieros son de Dios. Estos recursos únicamente nos han sido prestados. Esta mayordomía a corto plazo nos hace responsables delante de Dios de cuidarlos y usarlos apropiadamente.

  1. La liberación de Dios. ¿Por qué el pueblo de Dios fue llamado a participar en esta visión tan poco usual? ¿Por qué se les perdonaban deudas, se liberaban esclavos y se restauraba la tierra? ¿Era esta una trama humana encaminada a prevenir rebeliones y revoluciones?, de ninguna manera. La liberación de Dios constituye la motivación. El acto decisivo de Dios en el éxodo egipcio es la base teológica para el jubileo. Que nadie se olvide: «Te acordarás que fuiste siervo en la tierra de Egipto y que Jehová tu Dios te rescató; por tanto yo te mando esto hoy» (Deuteronomio 15:15). «Yo Jehová vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto, para daros la tierra de Canaán, para ser vuestro Dios» (Levítico 25:38).

«Durante 450 años», decía Dios, «trabajasteis como esclavos para los egipcios. Hasta hace poco tiempo erais esclavos explotados y azotados. Vosotros también clamasteis por libertad. Yo, el Señor vuestro Dios, intervine a favor vuestro. Os liberé y os redimí de la esclavitud de Faraón. Os liberé de esclavitud y os traje de vuelta a la tierra prometida».

Una y otra vez, el recuerdo de los actos de liberación de Dios vibran en las páginas del Antiguo Testamento.

  1. La respuesta del jubileo. El jubileo fue la respuesta al acto de liberación realizado por la gracia de Dios. Cuando la gente recordaba cómo Dios los había liberado de la esclavitud, su reacción gozosa era convertirse también en libertadores, perdonando deudas, liberando esclavos y redimiendo la tierra. Para la mente moderna, dar la libertad a un esclavo parece un acto noble; pero la prescripción del jubileo no se detenía con una palmada de felicitación. Liberar a un esclavo no era suficiente. «Y cuando lo despidieres libre, no le enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tus ovejas, de tu era y de tu lagar» (Deuteronomio 15:13-14a, énfasis añadido).

¿Por qué tal generosa misericordia? ¿No bastaba con darle su libertad al esclavo? ¿Por qué esa dosis extra de bondad?

La razón bíblica es clara: «Le darás de aquello en que Jehová te hubiere bendecido» (Deuteronomio 15:14b).

De la manera generosa en que Dios los liberó de Egipto, así deben ustedes liberar a sus hermanos y hermanas.

Los actos de justicia social del jubileo no tienen como motivación las condecoraciones celestiales al mérito; son la reacción natural y gozosa ante las buenas nuevas de la liberación de Dios.

  1. La compasión del jubileo. La reacción del jubileo proviene tanto de los actos misericordiosos de liberación de Dios, como del clamor de los oprimidos por la injusticia social. Al ver a los desposeídos maltratados, los hebreos se recordaban de su pasada esclavitud.

Es por los pobres que la tierra se deja descansar. Dios ordena: «Mas el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo» (Exodo 23:11).

Dios promete que «para que no haya en medio de ti mendigo; Jehová te bendecirá con abundancia en la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad para que la tomes en posesión, si escuchares fielmente la voz de Jehová tu Dios, para guardar y cumplir todos estos mandamientos que yo te ordeno hoy». Luego Dios añade: «Cuando haya en medio de ti menesteroso ... no endurecerás tu corazón ... ni cerrarás tu mano contra tu hermano pobre, sino abrirás a él tu mano liberalmente, y en efecto le prestarás lo que necesite ... porque no faltarán menesterosos en medio de la tierra; por eso yo te mando diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso de tu tierra» (Deuteronomio 15:4-5; 7, 8; 11 énfasis añadido).

Dios advierte a su pueblo a que no niegue préstamos a los pobres sólo porque se aproxima el año sabático. La deuda no puede ser pagada debido a la exoneración sabática; por el contrario, «sin falta le darás, y no serás de mezquino corazón cuando le des; porque por ello te bendecirá Jehová tu Dios en todos tus hechos, y en todo lo que emprendas». (Deuteronomio 15:10, énfasis añadido).

Existe un doble motivo para el perdón del jubileo: una agradecida reacción ante la liberación de Dios, y un corazón compasivo ante el dolor humano.

  1. Revolución al revés. El jubileo proclama una revolución social, ciertamente única. Una revolución, usualmente, resulta de la erupción que surge en el punto más bajo de la escalera social. Los campesinos explotados, enfurecidos por la opresión que sufren, empuñan sus azadones, o ametralladores y expulsan a sus opulentos opresores si tienen éxito, obtienen poder; pero con más frecuencia, son aplastados. Los revolucionarios de éxito, con frecuencia se convierten en los opresores del mañana, pues continúan usando las mismas armas de violencia.

El jubileo es una revolución al revés. En este caso, la llama de la revolución se enciende en la cima. La gracia de Dios mueve a los que están en eminencia, a los ricos e influyentes, que ahora llenos de compasión se unen al jubileo redistribuyendo los recursos naturales y humanos. Esto aplana las pirámides socioeconómicas. Los que están en la cúspide, comienzan a dar con liberalidad, en la medida que Dios les ha dado a ellos.

  1. Gracia institucionalizada. El concepto del jubileo tiene sus raíces en una profunda concientización del pecado y la codicia humana. Sin controles sociales la pirámide económica se eleva. Sin restricciones y aplanamientos periódicos, los débiles que yacen en el fondo, son hollados en el polvo. Las sociedades deben contar con provisiones especiales que defiendan y protejan a los desvalidos. Sin aplanamientos periódicos y regulares, el poder y la riqueza se consolidan en manos de una pequeña élite.

El jubileo es un ejemplo espléndido de un plan social —si, un plan institucional— que pone freno al deseo y la ambición personal. La benevolencia no puede dejarse en manos de los deseos y caprichos de los ricos quienes al dar, se sienten mejor; pero que no alteran las perversas estructuras que perpetúan la opulencia a expensas de los pobres. El jubileo rige un aplanamiento regular y periódico de la vida social. Convierte la justicia en una regla del juego.

La visión del jubileo no elimina la iniciativa individual; tampoco exige una vida comunitaria, ni prescribe una igualdad legal. Permite un espacio para las aspiraciones personales; pero sabe que tales cosas con facilidad se escapan de las manos. Así que sabiamente ordena un cambio de estructuras a intervalos regulares para igualar la disparidad que, de otra manera, crecería a pasos agigantados. Como hemos visto, la Biblia comprende tal institucionalización de la gracia como una respuesta a la gracia de un Dios quien ya ha tomado la iniciativa. La gracia divina promueve el cambio económico.

De manera genuinamente bíblica, el jubileo integra la dimensión espiritual con la social. Entreteje la religión y la economía en un solo tejido; separarlas prostituye la verdad bíblica. Rehusar la participación en el cambio económico, constituye una flagrante desobediencia.

Mientras tanto, en Nazaret

Buenas nuevas para los pobres, libertad para los cautivos, vista para los ciegos, emancipación para los oprimidos, esto es ¡el año agradable del Señor! Las viejas palabras adquirían un nuevo significado cuando Jesús las citaba en Nazaret, su pueblo natal. Algunos eruditos del Nuevo Testamento piensan que Jesús pudo haber predicado estas palabras durante un año sabáticos [7]. Un erudito aun afirma que fue en el mismo año del jubileo [8]. De todas formas, el Antiguo Testamento realza la forma en que Jesús usa estas palabras. Ahora ellas nos impactan con un nuevo significado. La palabra hebrea para libertad se usa únicamente siete veces en el Antiguo Testamento, pero cada vez con el año de la libertad [9]. El significado literal del jubileo es ciertamente de buenas nuevas en Nazaret. Los pobres podían despedirse de sus deudas. Los que se habían convertido en esclavos por deudas, podrían regresa a casa. Los campesinos forzados a vender sus tierras, las recibirían de vuelta al seno de sus familias. Sin lugar a dudas, ¡realmente estas eran muy buenas noticias!

Pero aún hay más. Jesús no estaba haciendo únicamente otra proclamación del jubileo. «El Señor me ha ungido». Este es un anuncio mesiánico. Es sorprendentemente similar a la respuesta que dio a los discípulos de Juan cuando le preguntaron si él era realmente el Mesías. Jesús no dijo, afirmo ni negó (Lucas 7:22-23). Mas bien, dijo: «los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio». Estos son los mismos grupos de personas que Jesús menciona en Nazaret en la iniciación de su ministerio.

No es esta la primera vez que aparece dicha lista. La encontramos en las profecías mesiánicas de Isaías 29:18, 35:5 y 61:1. ¿Qué significado tienen estas imágenes? Todas son antiguas descripciones que en el Oriente anuncian el tiempo de salvación, cuando llegarían a su fin el llanto, el dolor y el pesar [10]. Jesús nos sorprende al añadir a los leprosos y a los muertos en la lista de los salvados. Ambos faltan en los pasajes de Isaías. Los oyentes alertas habrían escuchado a Jesús usando palabras en clave del Antiguo Testamento. Lo que le habrían escuchado decir era: «¡El Mesías está aquí! ¡Ya alborea la salvación! ¡El reino de Dios está cerca! ¡Ya no está lejos en las nubes! ¡La presencia de Dios ha irrumpido entre nosotros ahora! ¡Está ocurriendo ante sus mismos ojos!»

El tema de la restauración está vinculado al del jubileo de la misma forma en que el sermón inicial de Jesús en Nazaret está vinculado a la respuesta que dio a los discípulos de Juan. Todo será restaurado, todo regresará a su estado original. Resplandecen las imágenes del paraíso, sin deudas, sin pobreza, sin esclavitud. Esas imágenes del huerto del Edén nos llevan de nuevo al Génesis y a la creación. Al ejecutarse la visión del jubileo, todas las cosas serían restauradas a su perfección original edénica.

Al hablar del jubileo se aclara el papel del Mesías, de aquél que anuncia la liberación que Dios realiza. El Mesías nos pone en libertad, perdona nuestras deudas, nos redime de nuestros pecados. Jesucristo nos vuelve a moldear a la imagen de Dios. Corta las cadenas del pecado. Abre nuestros ojos. Los grilletes del mal caen. Hay una genuina liberación. Nos arrepentimos, volvemos al Edén, restablecemos los lazos armoniosos con Dios, y encontramos nuevamente un hogar en la familia de Dios.

Así pues, en Nazaret Jesús anuncia el año de salvación agradable de Dios; pero sus palabras insultaron el orgullo judío: Dios usó a los gentiles en los días del Antiguo Testamento. La restauración del jubileo no era sólo para los judíos, sino para todos; aun para los gentiles. Jesús ofreció a los gentiles palabras de gracia, en vez de venganza. Ya no existirían favoritos; estas fueron las desconcertantes noticias que incitaron la furia de la turba en Nazaret. En lugar de un día de venganza contra los gentiles, Jesús anunciaba un día de misericordia y perdón universal [11]. No cabía ninguna duda, Jesús, el que amaba a los gentiles, era un falso profeta; y por eso lo persiguieron hasta sacarlo del pueblo, y trataron de arrojarlo desde un despeñadero.

El hábito del jubileo

Un ritmo redentivo emerge del jubileo. Su eco se extiende desde el Edén hasta la tumba vacía. Los tamborileros de la historia sagrada tocan un mensaje a cuatro tiempos que vibra a lo largo de las edades:

  • Edén — perfección — libertad
  • Egipto — pecado — opresión
  • Éxodo — salvación — restauración
  • Jubileo — misericordia — perdón

Edén Egipto éxodo jubileo Perfección pecado salvación misericordia Libertad opresión restauración perdón             
El primer compás nos recuerda la perfección de la creación de Dios. El segundo compás recuerda la opresión en Egipto. La intervención poderosa de Dios trae restauración y salvación. Finalmente, podemos responder a la salvación de Dios extendiendo misericordia y perdón hacia otros.

Antes fuimos oprimidos. Antes estuvimos cautivos. Ahora, el jubileo nos recuerda que somos deudores perdonados. Somos esclavos liberados. ¿Cuál, entonces, debe ser nuestra respuesta? Súbitamente la ley recíproca de Deuteronomio 15:14 vuelve a casa: «Le darás de aquello en que Jehová te hubiere bendecido». Señala hacía la cadena de reacción del Nuevo Testamento. Perdona, como has sido perdonado. Sé misericordioso, como yo he sido misericordioso. Ama, como yo te he amado. Da con liberalidad, como yo te he amado. Da con liberalidad, como yo te he dado. La bondad de Dios nos mueve a perdonar a los que nos deben. Podemos dar libertad a nuestros esclavos, porque Dios nos ha liberado. En resumen, pasamos la estafeta del jubileo a otros.

De la misma manera que la respuesta hebrea ante la liberación de Dios tuvo consecuencias sociales reales, la nuestra también debe tener consecuencias sociales reales. No es suficiente sentarse a ponderar la belleza teológica de nuestra liberación, debemos actuar. El modelo bíblico nos llama a iniciar un perdón, no solamente ante los insultos interpersonales, sino también en los financieros. Debemos bajar el precio de los alquileres y elevar los salarios. Según palabras del Padrenuestro: «Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores» (Mateo 6:12).

Dos puntos destacan aquí: Uno es que el dar y el recibir perdón van juntos. Somos elegibles para aceptar el perdón de Dios, en la medida que nos arrepentimos y perdonamos a los demás. El otro punto señala que: La palabra deuda usada en el Padrenuestro, puede referirse tanto a pecados como a deudas económicas [12]. ¿Debemos perdonar, no solamente los malos tratos, sino también las deudas financieras? En todo caso, escondidos en el centro del Padrenuestro encontramos los principios del jubileo.

La parábola del siervo ingrato (Mateo 18:23-35) también subraya la postura del jubileo. Un rey perdona una gran deuda a un siervo suyo, pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos que le debía una pequeña cantidad y violentamente le exige el pago y como no le puede pagar lo echa en la cárcel. Cuando el rey se entera, muy enojado entrega a los verdugos al siervo ingrato hasta que pague toda su deuda original. La historia concluye con la moral del jubileo: «Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas» (Mateo 18:35).

El principio de perdón reciproco incrustado en el jubileo, llena todas las enseñanzas del Nuevo Testamento. Aun las enseñanzas económicas de Jesús adquieren sentido en el contexto del modelo del jubileo. Dentro de este marco sus palabras adquieren nuevo significado, y nos invitan a responder en forma concreta, también en asuntos económicos, a la iniciativa liberadora de Dios.

La cola del perro

Ya hemos visto cómo el jubileo liga la esfera espiritual con la social. A pesar de estar unidas, representan diferentes puntos de partida; por cierto, la forma en que se mezclan ha desatado mucha controversia filosófica. Los científicos sociales argumentan que es el medio social y material el que moldea nuestras creencias. De aquí surge la interrogante del huevo y la gallina. ¿Nuestras ideas influencian nuestro estilo de vida económico o viceversa [13]? Los filósofos y teólogos tienden a alinearse del mismo lado. Ellos declaran que nuestras creencias moldean nuestro comportamiento económico.

Por otra parte, muchos científicos sociales argumentan que nuestras convicciones son meramente reflejos de nuestro status económico. Desde este punto de vista, nuestros nichos económicos dan forma a las creencias que amamos, por ejemplo, una persona nacida en una familia acaudalada, probablemente creerá que las riquezas son una señal inequívoca de la bendición de Dios. Los que nacieron pobres tienden a creer que Dios los bendecirá en el cielo con un gran pastel. Los campesinos que viven una magra existencia probablemente soñarán en las bendiciones celestiales futuras; mientras que sus ricos opresores consideran que el cielo está aquí y ahora. Los himnos de los esclavos americanos, por ejemplo, se enfocaban en la esperanza futura de cruzar el tormentoso Jordán y entrar a la tierra prometida; mientras que los ricos de hoy conducen carros de lujo y no necesitan ningún cielo para escapar de sus penas económicas.

Aquí tenemos en la palestra la relación entre religión y economía, entre lo espiritual y lo material, entre nuestra fe y nuestra chequera. Y entonces surge la pregunta del perro y su cola. ¿Mueve la fe nuestra billetera, o es nuestra billetera la que mueve nuestras convicciones? ¿Que controla a qué? Por supuesto, lo estamos sobre simplificando. No existe ninguna relación simple entre nuestros recursos económicos y nuestra piedad.

Los factores económicos si moldean poderosamente la forma en que vemos las cosas. Nuestro salario, el ingreso de nuestros amigos, el valor de nuestra casa y nuestro status social, todos estos factores moldean nuestro pensamiento. Suministran un juego de lentes que filtran nuestra visión del mundo. Nos aferramos a creencias teológicas que apoyan y legitimizan nuestro status económico. Los factores económicos filtran la lectura de nuestra Biblia y tiñen nuestros lentes religiosos, de tal manera, que nuestras creencias apoyan convenientemente nuestro estilo de vida económico.

Así pues, nuestra billetera con demasiada frecuencia mueve nuestras creencias. Esto contradice el patrón bíblico. La visión escritural demanda una fe que abre su bolsa. Las fuerzas económicas nos moldean a todos. No podemos saltar fuera de nuestro medio social; pero podemos escuchar y obedecer el mensaje bíblico que nos apremia a colocar nuestras decisiones económicas bajo la jurisdicción de la fe.

El jubileo brinda la solución antiguotestamentaria a este problema del perro y su cola. Fe en un Dios que nos liberó de la esclavitud, motiva a la gente a abrir ampliamente sus manos de misericordia. Los actos salvíficos de Dios en la historia sagrada, mueven a la comunidad a perdonar deudas, liberar esclavos y devolver tierras. Los hebreos algunas veces protestaron ante la práctica del jubileo. Esto sencillamente afirma la fuerza de las lealtades económicas sobre la fe. El modelo bíblico, sin embargo, es claro: la fe debe mover nuestras billeteras. Este principio antiguotestamentario ciñe las enseñanzas de Jesús que exploraremos en los siguientes capítulos.

La obediencia cristiana de hoy no implica duplicar los detalles históricos del jubileo. Ya no vivimos en una teocracia donde la legislación civil y la religiosa estén entretejidas bajo el reinado directo de Dios. Un pequeño grupo de cristianos no pueden imponer su filosofía económica a toda la sociedad. Restituir la tierra a sus dueños originales no ayudaría a las familias que nunca han poseído tierra. La redistribución de la tierra no corregiría las injusticias provenientes de una distribución desigual de la tecnología, la información, del capital, de los recursos naturales y de otros recursos que no están relacionados con la tierra. Permitir que el trigo permaneciera ocioso cada séptimo año en los campos de Nebraska, no alimentaría a los que padecen hambre en Nueva York o Bombay. Aunque muchos de los detalles no tienen aplicación ahora, los principios teológicos del jubileo si ofrecen un marco bíblico para las practicas económicas cristianas.

La visión del jubileo entreteje lo social y lo espiritual, lo político y lo personal, hacia adentro y hacia afuera; también mezcla la iniciativa de Dios con la nuestra. Empujados por la liberación divina, perdonamos. Al perdonar, somos perdonados. En la medida que somos misericordiosos, recibimos misericordia. Estas verdades yacen en el corazón del jubileo. Y la visión del jubileo se filtra en las enseñanzas de Jesús, no sólo en Nazaret, sino a lo largo de todo su ministerio [14]. Misericordia, liberación, libertad, compasión, redención, estas son las palabras en clave del jubileo. Y estas son las palabras de Jesús. Ellas energetizan sus cuadros parabólicos. Ellas dan forma a su aceptación social y al perdón para los pobres y los perdidos.

La visión es teológica, pero sus consecuencias son prácticas. En el jubileo Dios declara su señorío. Y el decreto de Dios trae redención de la esclavitud a las viejas autoridades, perdón del endeudamiento a los viejos reinos, y libertad para los que se hallan en esclavitud espiritual y social. Esto es ciertamente el jubileo. Es el año aceptable del Señor, día de libertad, día de salvación. Y es Jesús de Nazaret quien lo articula y encarna.

Preguntas para discusión

  1. ¿Cómo se entretejen los principios de la economía del jubileo con nuestros modernos sistemas económicos?
  2. ¿De qué formas son importantes los principios del jubileo para nuestro involucramiento financiero actual?
  3. Enumere ejemplos de integración espiritual y económica en su propia vida.
  4. Identifique las formas en las que nuestros asuntos económicos controlan o mueven nuestras creencias religiosas.
  5. ¿Qué diferencia debe ejercer nuestra fe sobre nuestros asuntos económicos?

 


1. No está claro si Jesús siguió la lectura asignada para el día, o si él seleccionó el pasaje de Isaías. Ringe (1985:39) piensa que es poco probable que esa fuera la lectura asignada para el día.

2. Un gran número de eruditos han presentado extensas exposiciones sobre el jubileo hebreo. Blosser (1978), Ford (1984), Gnuse (1985), Gregorio (1975), North (1954), Sloan (1977), Strobel (1972), Trocmé (1973), y Yoder (1972). Tal vez el mejor trabajo sea la excelente obra de Ringe (1985), pues vincula la imagen del jubileo en Lucas 4 al resto de la enseñanzas de Jesús. Una excepción es Vaux (1965:1-176) quien rechaza el concepto de que Isaías 61:1-2 se refiera al jubileo.

3. El asunto clave, resumido y discutido por Sloan (1977:166-194), es si Jesús estaba proclamando el jubileo con todas sus ramificaciones socioeconómicas y políticas, o si solamente lo usó en forma escatológica para provocar una reacción al anuncio de la salvación de Dios.

Yoder (1973) y Trocmé (1973) declaran que Jesús al leer este pasaje lo hizo con todo el significado social del jubileo, mientras que Sloan (1977:171-173) opta por una interpretación más escatológica, contendiendo que tal enfoque no lo priva de su significado social. Edwards (sin fecha) rechaza la hipótesis que Jesús estuviera restaurando explícitamente el programa del jubileo en Nazaret. Gregorio (1975) también se inclina a que Lucas 4:18-19 constituye una interpretación del jubileo.

4. Aparte de la implicación social que Jesús hace del jubileo en el contexto de Nazaret, los postulados del jubileo de liberación, libertad y perdón son importantes para Lucas en el ministerio de Jesús. Blosser (1978), Sloan (1977), Yoder (1972) y especialmente Ringe (1985) demuestran la centralidad del tema del jubileo en la teología de Lucas.

5. North (1954:129) sugiere que el mismo año era, en cierta forma, el año cincuenta y también el cuarentinueve. El año cuarentinueve, de manera popular, puede haberse referido al año «quincuagésimo».

6. Neusner (1973:14-18).

7. Trocmé (1973:39) calcula que Jesús predicó en Nazaret en un año sabático.

8. Strobel (1972) argumenta que no sólo era un año sabático, sino realmente un año de jubileo cuando Jesús apareció en la sinagoga de Nazaret. Estoy en deuda con Walton Z. Moyer por traducir para mi el articulo de Strobel, escrito originalmente en alemán.

9. Gregorio (1975:187).

10. Jeremias (1971:104).

11. El rechazo de Jesús de Nazaret tiene dos acepciones plausibles: La multitud cambió su aplauso en condenación en el curso del sermón, o La audiencia estaba asombrada y llena de ira a lo largo de todo el episodio La interpertación tradicional ha favorecido la primera opción, puesto que al principio «todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca», y más tarde «todos en la sinagoga se llenaron de ira». Ford (1984:64), siguiendo a Jeremias, muestra que la gente puede haber estado enojada a lo largo de todo el incidente, especialmente porque Jesús dejó de leer lo relativo al día de venganza (contra los paganos, por supuesto). Por lo tanto, es posible que «estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca» (a favor de los gentiles).

12. Trocmé (1973:42). Oakman (1986:153-156) argumenta persuasivamente por una interpretación de las deudas materiales en el contexto del Padrenuestro.

13. Esto, por supuesto, es una sobresimplificación del debate clásico idealista/materialista de ambas filosofías y de las ciencias sociales. En lugar de un proceso monocausal, el intricado vínculo entre las ideas y su contexto material es un proceso complicado de la reciprocidad usual.

14. Ringe (1985) con minucioso detalle demuestra cómo el vocabulario e imaginería del jubileo está hilvanado a lo largo de gran parte del ministerio de Jesús.